Hace algunos días hablamos en este espacio acerca del Fin de Ciclo que estamos viviendo y de los signos de los tiempos. Decíamos que la doctrina esotérica habla de una enseñanza tradicional que es el tiempo cíclico, ciclos que se repiten y de cuatro eras que están vinculadas a un alejamiento progresivo de la fuente primordial: oro, plata, bronce y hierro.
El escritor Federico González Frías estudió con detenimiento estas ideas y dijo acerca de esta disciplina:
“La ciclología tiene la virtud de hacernos comprender que lo que estamos viviendo y el fin del ciclo que nos aguarda ya ha sucedido otras veces con distinta intensidad y que ello no es un espanto apocalíptico, con horrores físicos como se lo suele pintar, sino los últimos estertores que agitan a un enfermo, tal cual sucede a veces con los instantes finales de un ser humano –cuyo deceso es para él el fin de su mundo, o sea, el fin de un mundo, e igualmente la oportunidad de la vida verdadera. (…) Por eso el estudio de la ciclología y la meditación posterior, como la reflexión sobre las auténticas profecías de todos los pueblos son también una base y un método para salir de la prisión de la mente”
Y en otro lugar afirma: “El hombre actual ignora la ciclología, la cual puede ser el objeto de sus burlas por haber perdido la memoria de su identidad y su papel protagónico en el universo, pese a que todas las Tradiciones han profetizado, para los tiempos en que se vive, días aciagos, porque nos hallamos en un fin de ciclo que no sólo acontece en sentido microcósmico sino universal e incluye un cielo y una tierra nuevos y otra humanidad”.
Aunque la Tradición Iniciática viene estudiando este tema desde hace centenares de años, es interesante saber que la Ciencia también está intentando descubrir los ciclos, los ritmos, las recurrencias y los patrones de la Historia en una disciplina muy poco conocida que se llama Cliodinámica.
En este año 2020 tal vez algunos hayan escuchado este término debido a que uno de los principales exponentes de la Cliodinámica, Peter Turchin, predijo con bastante exactitud la actual inestabilidad y crisis social en los EE.UU.
Esta disciplina se fundamenta en modelos matemáticos y en su aplicación a los procesos histórico-sociales a largo plazo. En un artículo publicado en la prestigiosa revista Nature en el año 2012, es decir hace 8 años atrás, Turchin hablaba de picos de inestabilidad política cada 50 años y concluía que 2020 sería un año muy problemático. Obviamente, los historiadores académicos desdeñan los estudios de Turchin pues siguen pensando que la historia está más marcada por el azar que por los ciclos.
De acuerdo con este científico, las causas de la inestabilidad son evidentes: la brecha entre pobres y ricos cada vez se hace más grande y el sistema financiero de este mundo globalizado cada vez es más inviable.
Pero mucho antes de Turchin, y en el marco de la Ciclología tradicional, podemos encontrar al francés Gaston Georgel, quien a mediados del siglo pasado publicó varias obras sobre los ritmos de la historia usando las matemáticas, midiendo, comparando y vinculando sus conclusiones con las cuatro edades de la humanidad.
Usando sus interesantes métodos, Georgel marcó el año 2020 en varios de sus gráficos como un año clave, al mismo tiempo que aseguró que el fin de la Edad de Hierro sería en el 2030.
Otros estudiosos de la Tradición Primordial, también teniendo en cuenta ciertos cálculos matemáticas y teniendo en cuenta los 6.480 años de este Kali Yuga o Edad de Hierro, estimaron que el año exacto para el fin de ciclo sería en el 2.430 d.C. aunque hay que advertir en estos estudios tradicionales siempre se habla de un período crepuscular, de crisis, de cambio de eras que no sabemos exactamente cuánto puede durar.
Este lapso de tiempo se llama en ocasiones período “Z”, por dos razones: Z es la última letra del alfabeto y por otro lado, la geometría de la letra Z nos muestra de forma gráfica una energía que entra y otra que sale, una encrucijada, un gozne del tiempo.
Incluso, la letra Z puede representarse más corta o más estirada, dejando constancia que este período puede ser más o menos largo y que es difícil saber exactamente donde estamos parados dentro de esa Z.
Volvamos ahora a la Cliodinámica y comparemos sus métodos con los de la Ciclología.
Las fuentes que utiliza la Cliodinámica son, básicamente, las matemáticas y la recopilación de datos en 4 variables principales: las cifras de población, la fuerza del Estado, la inestabilidad política y la estructura social.
Las fuentes de la Ciclología tradicional son otras bien distintas: las doctrinas tradicionales, los mitos, las profecías, en otras palabras las religiones comparadas. Esto implica que, si la Cliodinámica es vista con escepticismo por la mayoría de los científicos, la Ciclología es vista simplemente como una fantasía de los frikis esotéricos. Eso no debería preocuparnos porque ya estamos acostumbrados a ser marginales. El esoterismo –aunque quisiéramos que sea “para los muchos”– sigue siendo “para unos pocos”.
Entonces, la Cliodinámica tiene como base las matemáticas y la razón, mientras que la Ciclología se basa principalmente en los mitos comparados y apela –no a lo racional– sino a lo supra-racional, lo intuicional podríamos llamarle, dado que la mayoría de la información que recaba y estudia está expresada en símbolos. ¿Y quién puede entender los símbolos? Obviamente no es la razón sino la intuición.
De ahí la importancia que las escuelas iniciáticas le dan al trabajo intuicional, porque solamente el entrenamiento de la intuición nos dará las claves para entender a fondo estos ciclos, estos patrones de la historia.
Estamos viviendo un tiempo crítico, de cambios profundos, de incertidumbre. A muchos esto les da miedo, pero a nosotros nos debería alentar, entusiasmar porque sabemos que después de las tinieblas llega la Luz.