Vivimos, según contó Charles Baudelaire, en un bosque de símbolos, donde todas los elementos sensibles nos remiten, nos transportan, nos comunican con otras realidades, otros mundos, y donde todas las cosas pueden ayudarnos a recordar.

Pero, ¿a recordar qué cosa? Nuestra verdadera identidad, nuestra naturaleza profunda, nuestro propósito existencial, y por lo tanto, a través de los símbolos el Alma tiene la posibilidad de encontrar el camino de regreso a casa.

¿Por qué? Porque el simbolismo es el lenguaje mudo del Alma, la piedra Rosetta que permite conectar lo visible con lo invisible, la materia con el espíritu, el ser humano con Dios.

Me estoy refiriendo a todas estas cosas a fin de presentar la actividad de la Orden Rosacruz Iniciática que titulamos “Cazadores de símbolos” y que surgió hace 10 años, en 2013, aunque ahora lo realizaremos de una forma diferente, los días 18, 19, 20 y 21 de mayo, aprovechando el día internacional de los museos, el jueves 18 de mayo y los días siguientes, incluso el fin de semana.

Por otro lado, en este blog presentaremos algunos artículos de la serie “Cazadores de símbolos”, capturando símbolos -valga la redundancia- en iglesias, cementerios, museos, parques, jardines y edificios, e invitando a los grupos de estudiantes de ORCI a que salgan, registren, cacen símbolos en sus ciudades y también en espacios abiertos, al aire libre.

Estoy hablando de símbolos artificiales, grabados, pinturas, construcciones, moradas construidas por el ser humano, y también de símbolos naturales, plantas, animales, minerales, espacios naturales. Es muy triste escuchar hablar a eruditos de salón que hablan del simbolismo del sol, la luna y las estrellas, y que -sin embargo- nunca se detienen a observar la luna y sus fases, ni caminan bajo el calor del sol, ni han dedicado un rato a contemplar las estrellas. 

La palabra “símbolo”, bien vale recordarlo, proviene del griego “symbolon” y en su origen aludía a un objeto partido por la mitad (medalla, moneda) del que dos personas conservaban cada uno una mitad, por lo tanto el objeto solamente tenía sentido al ser completado. Entonces, los símbolos son mediadores, intermediarios, puentes, que sirven como medio de concordancia e integración entre dos ámbitos de lo real. 

Por lo tanto, el símbolo muestra, manifiesta, habla en voz alta para los que tienen “ojos para ver” y “oídos para escuchar”, pero -al mismo tiempo- oculta, camufla, esconde, calla para los profanos, es decir para aquellos que no están preparados y cuya visión está ciega y sus oídos sordos a la trascendencia.

También decimos que los símbolos son polisémicos, es decir que tienen muchos (poli) significados (semia), sugiriendo, evocando, pero nunca definiendo, ya que la comprensión de los mismos está supeditada a nuestra apertura, nuestro entendimiento, en definitiva nuestro nivel de conciencia y también en relación al contexto social histórico y cultural en el que hemos crecido.

Volvamos al principio. Cazar símbolos. De eso se trata. La invitación es, entonces, salir a cazar símbolos, levantar la mirada, agudizar los sentidos y despertar nuestras facultades dormidas. Mirar, escuchar, tocar.

Es necesario recordar que, si bien podemos hablar de ellos, los símbolos no deben ser razonados sino aprehendidos (con la h en el medio) a través de la intuición. En este sentido, es importante tomar conciencia y trabajar sobre la forma en la que contemplamos los símbolos, el modo en el que entramos en conexión con ellos a fin de desarrollar la llamada “captación intuitiva”.

La intuición no contradice al intelecto sino que le brinda profundidad y le permite conectar con capas más hondas de la realidad. Por lo tanto, la captación intuitiva la podemos asociar a una comprensión integral del mundo y no solamente de su superficie, percibiendo más allá de lo evidente y complementando las limitaciones de los cinco órganos de los sentidos y de la razón.

A través del símbolo es posible hacer una síntesis de una larga historia o de conceptos muy complicados. Un libro grueso y sesudo puede contenerse en un solo símbolo, pero éste solamente puede ser decodificado a través de nuestras facultades superiores, de esa captación intuitiva. Es que los símbolos “hablan”, liberan su energía-fuerza, solamente en conexión con el sensorium interior. Y es preciso decirlo: la intuición no contradice al intelecto sino que le brinda profundidad. 

Recordemos las palabras de Fermín Vale Amesti: “Un símbolo permite, en una sola imagen o palabra, resumir toda una historia o un largo discurso. El símbolo es el intermediario entre la intuición y la inspiración. Por encima del símbolo está la intuición pura y directa. El simbolismo es el método más pertinente del esoterismo, es como la forma sensible de toda enseñanza iniciática y constituye una etapa en el camino hacia el Conocimiento”.

Y agrega: “El esoterismo, con su conocimiento simbólico, tiende un puente que permite hacer sensible todo concepto inteligible, pero implica un conjunto de ideas en forma total y no analítica. Evidentemente, cada quién puede interpretar al grado de su capacidad”.

¿De qué forma cazar símbolos? Como dije antes, podemos hacerlo en ámbitos urbanos, humanos, cementerios, iglesias, museos, o en ámbitos naturales, bosques, playas, selvas.

Elegido el lugar, lo primero que tenemos que hacer es declarar nuestra intención, colocándonos en una disposición mental de total apertura a la experiencia, volviendo a ser niños, sin expectativas, simplemente disfrutando de la experiencia y haciendo silencio, con atención plena.

Si queremos registrar la experiencia, necesitaremos una cámara fotográfica o usaremos el teléfono móvil. Si el símbolo nos comunica algo o nos evoca ideas, conceptos, si nos llama o si nos conecta con otras imágenes, figuras o personas, anotaremos en una libreta qué es eso que nos está diciendo. 

Posteriormente a la experiencia, procesaremos la información y, si queremos, elegiremos uno o dos símbolos para trabajarlos e investigarlos en profundidad.