Cuando el estudiante se enfrenta a un símbolo o a una enseñanza espiritual debe considerar que existen dos aspectos que son inseparables y que aparecen como opuestos y a la vez complementarios. Estos dos aspectos reciben el nombre de “exotérico” y “esotérico”.
Lo esotérico es interno, invisible y esencial, mientras que lo exotérico es externo, visible y superficial, por eso se dice que el verdadero esoterista saber ver “más allá de lo evidente”, traspasando la barrera ilusoria de la corteza. Si logramos educar y perfeccionar esta “visión profunda” de los símbolos, las ceremonias y las enseñanzas, estaremos bebiendo directamente de la fuente y comprenderemos la esencia y el cometido profundo de las mismas.
Lo esotérico le da validez y sentido a lo exterior y visible. Una ceremonia religiosa donde el oficiante y los feligreses desconocen el valor interno de la misma podrá ser muy bonita estéticamente e incluso emocionalmente, pero en el fondo será una parodia intrascendente, un espectáculo hueco para hombres dormidos.
La Filosofía Iniciática afirma que venimos a este mundo a aprender y por lo tanto llama a esta existencia la “Escuela de la Vida”.
Para poder aprender, debemos estar atentos y encontrar el sentido a los acontecimientos gratos e ingratos que se nos presentan. De este modo, la vida también posee una parte “exotérica” (lo que nos sucede) y una parte “esotérica” (la causa de lo que nos sucede). La comprensión íntima de estas “lecciones de vida” es lo que nos hace recordar nuestra verdadera naturaleza, lo que verdaramente somos y hacia dónde nos dirigimos.
Sin embargo, el hombre dormido o “profano” –es decir aquel que prefiere seguir en tinieblas– sólamente percibe la superficie de las cosas, la “cara visible” de los hechos que le acontecen y por lo tanto desaprovecha una y otra vez las valiosas enseñanzas vitales, muriendo tan ignorante como ha nacido.
El hombre despierto (o mejor dicho, aquel que va despertando) trata de descubrir cada uno de los símbolos que se le presentan, aprovechando cada lección de la “Escuela de la Vida” y leyendo con atención el “Libro de la Naturaleza”, que suele ser más rico y provechoso que todos los volúmenes que puedan encontrarse en las bibliotecas.
Mientras que lo exotérico puede cambiar dependiendo del lugar y del momento, lo esotérico permanece inmutable. Cuando los esoteristas ofrecen “vino viejo en odres nuevos” se refieren a que la enseñanza primordial de la Filosofía Perenne es antigua y se mantiene sin cambios, mientras que la presentación de la misma se adapta a las diversas culturas y períodos de tiempo.
Por esta razón, aunque los símbolos tengan muchísimas formas de presentación, el contenido tiene el mismo sustento y siempre nos lleva a la unidad, a la verdadera acepción de la palabra “Re-ligión” (“volver a unir”, es decir “re-unir” al hombre con la trascendencia).
Federico González alega que “mientras lo exotérico nos muestra lo múltiple y cambiante, lo esotérico nos lleva hacia lo único e inmutable”, al mismo tiempo que Schuon señala que “el esoterismo no ve las cosas tal y como aparecen según una cierta perspectiva, sino tal y como son: él da cuenta de lo que es esencial y por tanto invariable bajo el velo de las diversas formulaciones religiosas, a la vez que toma necesariamente su punto de partida en una determinada formulación”.
Entonces, debemos considerar al esoterismo como la “piedra de toque” que reconcilia a los opuestos supuestamente incompatibles, al igual que la vara que regaló Apolo al dios Mercurio (el caduceo), la cual tenía el maravilloso poder de poner fin a todas las disputas.
El exoterismo está ligado a una concepción dogmática “por el hecho que se funda en el espíritu de los creyentes, sobre una revelación y no sobre un conocimiento accesible a cada uno y entonces podemos decir que se nutre de la “Revelación”, o sea la palabra de Dios, de sabios o de maestros y que debemos escuchar pasivamente. El esoterismo, por su parte, nos invita a participar de forma directa y activa en el Conocimiento divino”.
Citando de nuevo a Fritjof Schuon, este decía con acierto: “Un dogma religioso cesa, sin embargo, de ser limitado así desde el momento en que es comprendido según su verdad interna, que es de orden universal, y esto es lo que acontece con todo esoterismo”.
El exoterismo pone la forma en primer lugar y la esencia en segundo lugar, mientras que el esoterismo hace exactamente lo contrario.
No obstante, no hay que desdeñar las formas exotéricas porque todo contenido necesita un contenedor, por eso sería estúpido plantear una oposición o una dicotomía entre esoterismo y exoterismo porque son complementarios. El líquido necesita una botella para ser contenido. El espíritu para manifestarse en este plano necesita un cuerpo.
La filósofa Delia Steinberg Guzmán dice brillantemente: “Exoterizar lo esotérico, hacerlo visible, es la vía de la enseñanza. Luego, una vez recogidas las enseñanzas, hay que volver a internalizarlas, a esoterizarlas, por la vía de la comprensión. Vemos aquí dos corrientes perpetuas que fluyen en sentido contrario y se complementan. Por otra parte, no basta el ejercicio de la razón para desvelar lo esotérico: hasta que el conocimiento no se hace parte de la vida misma del individuo, sigue siendo tan esotérico como mientras permanecía escondido al intelecto”.
Y así como existe un esoterismo y un exoterismo también hay un seudo-esoterismo, un ocultismo popular para las masas supersticiosas que toma los elementos más exóticos y variopintos de la tradición esotérica para presentarlos de modo chabacano y hasta vulgar a los profanos, que –al carecer de una formación espiritual y muchas veces un mínimo nivel cultural que les permita entender todo esto– se terminan encandilando con mancias, predicciones del futuro, horóscopos, fenómenos extraños, curaciones milagrosas y muchas de esas fantasías de la new age que parten de la necesidad del ser humano de prestar atención al interior.
Por eso la primera condición del camino iniciático es el discernimiento. Discernir, diferenciar el trigo de la paja. No aceptar todo ciegamente, ni siquiera esto que estoy escribiendo ahora mismo. Hay que usar la razón y la intuición. Las dos cosas.
Todo este ocultismo barato existe y es el más promocionado en los medios. El verdadero esoterismo siempre será marginal, pero como dice el dicho: “Los diamantes falsos existen porque existen los verdaderos”. Y a nosotros nos interesan los diamantes verdaderos, aquellos que no se consiguen en tiendas de baratijas sino que tienen que buscarse a pico y pala en los lugares más recónditos.
La popularización de las enseñanzas esotéricas es buena, claro que sí, pero solamente si va de la mano con la profundización. Lamentablemente, la mayoría de las veces no es sido así y el conocimiento espiritual para las masas termina convirtiéndose en una caricatura, en una banalización de lo sagrado, en un producto de consumo más.
¿Eso significa que debemos renunciar al uso de medios modernos de comunicación para la transmisión del conocimiento? Por supuesto que no estoy hablando de eso, pero sí hay que decir que las herramientas modernas pueden (y deben) usarse de forma inteligente, para la difusión de lo bueno, lo bello, lo justo y verdadero.
Hay que seguir sembrando, arrojando más y más semillas. Y como sabemos, algunas semillas caerán junto al camino y las aves se las comerán. Otra parte caerá en los pedregales, donde no hay mucha tierra, y brotará pronto porque ahí la tierra no tiene profundidad; pero salido el sol, se terminará quemando; y sin raíz, se secará. Y una parte caerá entre espinos; y los espinos crecerán, y la ahogarán. Pero una porción, claro que sí, caerá en tierra fértil, y crecerá y dará fruto. Y ese fruto bien vale la pena este trabajo constante que hacemos desde la Rosacruz.
El que tenga oídos para oír, oiga.