Hay una pregunta que muchos buscadores se formulan a lo largo del camino. Muchas personas hablan de iluminación, pero…”¿Puede hablar de la iluminación alguien que no está iluminado?”. Esta es una muy buena pregunta.
En primer lugar tenemos que entender de qué hablamos cuando decimos “iluminación”. Mariana Caplan, en su obra “A mitad de camino”(tal vez el libro más lúcido sobre este tema) confiesa la dificultad de encontrar una definición clara y advierte que si supiéramos lo que es la iluminación… saldríamos “corriendo en dirección contraria”.
En pocas palabras, podríamos afirmar que las personas iluminadas son aquellas que ha logrado desarrollar su máximo potencial como seres encarnados, colocando su conciencia en un punto intermedio entre la materia y el espíritu, entre lo de afuera y lo de adentro, entre lo de arriba y lo de abajo, en un espacio donde es posible la conciliación de los opuestos.
Esta posición estratégica nos permite reconocernos como “seres de dos mundos”, habitantes de dos espacios que parecen ser antagónicos pero que pueden ser conectados (“iluminados”) a través de la conciencia.
Por eso, el excelente escritor Lee Lozowick habla de una “dualidad iluminada” donde existe un pasaje consciente desde la dualidad ordinaria (“percibo dos mundos y son irreconciliables”) hasta una dualidad iluminada cuyo trasfondo es la conciencia no-dual (“percibo dos mundos pero puedo conciliarlos y descubro que en el fondo solamente existe la unidad”).
Aunque existen miles de testimonios acerca del proceso de iluminación, no es fácil encontrar seres iluminados. Chögyam Trungpa Rinpoché, quien estuvo al lado de renombrados instructores, maestros espirituales y seres especiales, reveló que solamente había conocido a tres personas iluminadas a lo largo de toda su vida.
No obstante, y aunque la escasez de maestros iluminados es fácilmente constatable, muchos de ellos nos han transmitido su conocimiento a través de “mapas”, describiendo en ellos –con más o menos precisión– los caminos de la tierra del Espíritu.
Estos mapas han sido conservados y estudiados por las escuelas iniciáticas de Oriente y Occidente quienes han fundamentado sus doctrinas no en meras especulaciones intelectuales sino en el testimonio confiable de estos nobles caminantes del pasado. Esta cartografía trascendente –que hemos analizado en trabajos anteriores– nos sirve para recordar lo que ya sabemos, ayudándonos a re-conocer el sendero de regreso a casa.
Por esta razón, las escuelas iniciáticas son una especie de club de “amnésicos anónimos”, hombres y mujeres que han olvidado su naturaleza esencial y que encuentran un método de entrenamiento eficaz que les permite recuperar la memoria, en compañía de Hermanos que hablan el mismo idioma.
Sin embargo, y vale la pena aclararlo, las escuelas no están formadas por iluminados que ya han llegado a la cima sino por peregrinos en tránsito, personas que vuelcan sus esfuerzos cotidianamente para hallar su propio camino desde la oscuridad a la luz.
¿Llegará un tiempo en que las escuelas iniciáticas sean dirigidas por verdaderos iluminados? Podemos suponer que sí, pero no podemos estar totalmente seguros. Lo único que sé es que mientras buscamos al fontanero perfecto se nos está inundando la casa.
Hay una frase bastante conocida en el ámbito espiritual: “Cuando uno está preparado, aparece el Maestro”, la cual ha alentado a muchos buscadores a seguir trabajando interiormente. No obstante, en muchísimas ocasiones esta frase nos hace creer que llegará un Maestro exótico, de túnica y barba blanca que nos elegirá y comprobará que somos “dignos”de recibir un conocimiento secretísimo… ¡No, no y no! Tenemos que entender que el único Maestro que vale la pena es el Maestro Interno y que todos los maestros externos son válidos en la medida que nos ayudan a reconocer a ese Maestro.
Las enseñanzas sapienciales son claras: todas las personas, acontecimientos y eventos externos llegan a nosotros a cubrir necesidades del Alma. Por lo tanto, todo maestro exterior (gurú) es valioso solamente en este sentido. Pero también debemos reconocer que aprendemos de todos y que, a veces, la enseñanza llega a nosotros a través del canal más inesperado: nuestro hijo, nuestra mascota e incluso un jefe exigente.
Algunas personas se pasan toda su vida esperando a “su” Maestro perfecto desaprovechando una a una las oportunidades que se le van presentando y protagonizando una historia tan triste como la de la loca que pasó toda su vida esperando a su amado del muelle de San Blas.
Pero volvamos a la pregunta inicial: “¿Es posible entonces hablar de la iluminación si no se está iluminado?”. Sí, claro que sí, dado que tenemos la fortuna de contar con un conocimiento acumulado a lo largo de los siglos en el que tenemos plena confianza y que puede comprobarse a través de la experimentación personal.