“El mundo está ligado por la acción, menos por las que se cumplen por dharma. Así, ¡oh hijo de Kunti!, ejecuta tus acciones con este intento, desembarazado de todo apego”. (Bhagavad Gita)
La ley del karma asegura que las acciones pasadas determinan las condiciones presentes de nuestra existencia. Dicho de otra manera, el ambiente en que vivimos, nuestros afectos, tendencias, aversiones y muchos de los acontecimientos de nuestra vida pueden explicarse a través de la comprensión de este principio universal de la “Causa y Efecto”.
Etimológicamente, la palabra “karma” significa “acción” y esta acción se reduce a tres dimensiones fundamentales: obra, palabra y pensamiento. De este modo, se hace necesario hablar de “buenas obras”, “buenas palabras” y “buenos pensamientos”, los tres elementos claves para escapar del ciclo de nacimientos y muertes. (1)
La Tradición señala que toda acción generada con deseo (apego) genera Karma, por lo cual se hace necesario realizar acciones dhármicas donde no haya un encadenamiento causal entre el actor y el producto de la acción. Toda acción, aún las más triviales (comer, jugar, trabajar, caminar, etc.), pueden servir para la perpetuación de nuestra condición de prisioneros o –por el contrario– servirnos de trampolín para impulsarnos hacia la liberación.
La acción realizada de acuerdo a este modelo se denomina “recta acción” y la ausencia del elemento egoico (el “yo”) es el que permite que toda la acción sea “recta” y que el “trabajo” sea sagrado (sacro oficio). Esta desaparición del encadenamiento egoico recibe el nombre de “Dharma”.
Toda acción tiene una manera correcta de llevarse a cabo, de forma pura, correcta y recta. Por esta razón, señala Antonio Medrano que “hasta el más ínfimo de nuestros actos de la vida cotidiana debería acomodarse al arquetipo modélico de la recta acción. (…) Ya se trate de pensar sobre algo, de decir alguna cosa –de palabra, por escrito e incluso por gestos– o de hacer algún trabajo, tenemos que asegurarnos de que eso que estamos haciendo o que vamos a hacer se hace de la manera correcta”. (2)
Un dicho popular señala que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” y esto es absolutamente cierto, ya que el hombre dormido muchas veces hace el mal intentando hacer el bien ya que carece de una visión clara y diáfana que le permita ver más allá de lo evidente. Como primera condición para ser un verdadero canal del “Bien”, el hombre debe despertar. Y así pueden entenderse las palabras de San Pablo: “Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. (3)
La única acción que no genera karma es la “recta acción” donde no existe una intencionalidad y donde se busca hacer lo justo, en el momento preciso y de la manera correcta. La acción incorrecta está viciada de torpeza y miopía, mientras que la acción recta es transparente, armónica y –sobre todo– liberadora.
Ciertamente, la mayoría de las veces no es fácil reconocer cuál es el camino correcto y cuál el incorrecto, y de ahí la importancia de auto-observarnos en todas las etapas de nuestro desarrollo. Esto significa detectar que existen dentro de nosotros dos fuerzas en pugna: una ascendente o concéntrica (espiritual) y otra descendente o excéntrica (material), para alcanzar la aceptación consciente de que somos «seres de dos mundos» y que nuestro propósito está ligado al descubrimiento de una vía media, un equilibrio entre lo de adentro y lo de afuera, lo de arriba y lo de abajo.
“Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6:7)
Notas bibliográficas
(1) El budismo nos presenta en su “recto óctuple sendero” una excelente guía para el cese del karma: recta comprensión, recto pensamiento, rectas palabras, recta acción, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención, recta concentración.
(2) Medrano, Antonio: “La vía de la acción”.
(3) Romanos 7:18-19
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