Uno de los temas que aparece recurrentemente al hablar del rosacrucismo es el referido al linaje, es decir a la validez o no de una Orden, Fraternidad o Cofradía que lleve el nombre de “Rosacruz” y por eso queremos dejar claro nuestra visión acerca de este asunto.
Si hablamos de Masonería, quedan bastante claras las filiaciones y los linajes, los cuales fácilmente pueden ser comprobados (o descartados) a través de documentos. Aunque existen muchas orientaciones dentro de la Masonería, la mayoría puede acreditar su linaje aunque esto no signifique que se realiza un buen trabajo. Lo único que significa es que se puede comprobar la recepción de un legado, más allá de que existan cosas increíbles como la venta de grados y de cartas patentes, o incluso avances meteóricos del grado 1 al 33 avalados por papeles. En verdad, toda esta sinrazón surge por una incomprensión generalizada del sentido último de la iniciación que se da en la mayoría (no en todas) las obediencias y logias.
En lo referente a la Orden del Temple, también queda absolutamente claro el tema pues en la actualidad ninguna cofradía templaria puede considerarse legítima dado que la auténtica Orden fue disuelta en 1312. Por esta razón, cuando hablamos de Templarios en la actualidad deberíamos hablar de “neo-templarios” o de órdenes inspiradas en el Temple, aunque carentes de un linaje que acredite su derecho a recibir ese nombre. En el Martinismo la cosa es sencilla. La Orden Martinista fue creada por Papus y Agustin Chaboseau entre los años 1887 y 1891, que habrían sido receptores de dos linajes diferentes que procedían del Filósofo Desconocido, Louis Claude de Saint Martin. En este sentido el linaje puede rastrearse bastante bien y se acepta –además de esta línea francesa– otra línea de sucesión que es bien conocida como martinismo ruso.
En otras palabras, si revisamos otras tradiciones iniciáticas como la Masonería, el Temple y el Martinismo encontraremos documentación casi siempre fidedigna que avala (o descarta) cualquier línea de sucesión o linaje.
No ocurre lo mismo con el rosacrucismo, donde todos los documentos que supuestamente acreditan los linajes de las diferentes órdenes han terminado siendo dudosos, o provenientes de otras organizaciones que no estaban vinculadas directamente a la Rosacruz, o incluso hábiles falsificaciones.
Pero vayamos al eje de la cuestión. Muchas veces se habla de una cadena de transmisión iniciática, pero deberíamos hablar –en verdad– de dos cadenas: una vinculada a los Misterios Menores (el llamado Arte Real) y otra relacionada a los Misterios Mayores (o Arte Sacerdotal).
La primera cadena es anímica y vincula horizontalmente a las almas, y –si la vinculamos con la primera llave de Jano– podríamos denominarla “cadena de plata”.
La segunda cadena es espiritual y nos vincula a cada uno de nosotros individualmente con el Espíritu, con la Fuente. Otra vez recurriendo a las llaves de Jano, esta sí sería la “cadena de oro”.
En ambos casos, la cadena nos remite al mismo concepto: la transmisión de un conocimiento primordial, de carácter sagrado.
En la cadena de plata existen iniciadores, transmisores, gurúes, instructores, que trabajan en torno a un marco simbólico específco y donde el ritual es un elemento fundamental para que el símbolo libere su energía-fuerza e impregne a todos los participantes.
En la cadena de oro hay un solo Maestro, un único gurú: el Maestro Interno, Dios en nosotros.
¿Una cadena es mejor que otra? ¡Por supuesto que no! Las dos son necesarias y la mayoría de las veces simultáneas. Esto signifca que una persona puede ser iniciada en una orden tradicional y participar de un colectivo, formar parte de una cadena anímica, pero a partir del momento que empieza a “abrir su visión interior” (el ojo del corazón) y conectarse con el símbolo, empieza a conectarse también con la otra cadena donde hay un solo Maestro, que ha recibido decenas de nombres (Hermes, Enoch, el propio Cristo) pero que siempre nos remite a un Maestro sin forma, el Maestro universal, aquel que compartimos todos los seres humanos y que reside en el centro de nuestros corazones. Es uno solo y está presente en todos.
Volvamos ahora a la Rosacruz. Cuando hablamos de una Orden Rosacruz o Hermandad de la Rosacruz estamos hablando de un colegio metafísico, no de una organización humana. ¿Y dónde reside esa Orden invisible? En un lugar secreto, a resguardo de la indiscreción de los profanos y que en la Tradición recibe el nombre de Agartha.
Esto significa que todas las escuelas, órdenes y fraternidades rosacruces que actualmente conocemos son organizaciones de inspiración rosacruz y su validez reside en su grado de conexión con el Egrégor de la Rosa y la Cruz. Deberíamos preguntarnos: ¿de qué manera un documento físico podría acreditar una conexión metafísica si –justamente– las verdaderas iniciaciones se otorgan en los planos sutiles?
Al no existir –como sí existen en la Masonería– “landmarks” o parámetros para determinar los fundamentos de la regularidad iniciática, ni tampoco existen documentos que atraviesen la frontera del siglo XIX, entonces la única regla para medir la autenticidad de las órdenes de corte rosacruz es analizando sus frutos, lo que significa aplicar el viejo enunciado crístico: “Por sus frutos los conoceréis”. No hay otro modo. Si crees que los frutos que se brindan son saludables y nutritivos, esta Orden Rosacruz Iniciática será verdadera para ti porque hará resonar esa Verdad que únicamente podrás hallar en ti interior. Si crees que no lo es, pues este no es tu camino.
¿Qué puede decirse de las otras órdenes y fraternidades rosacruces? Pues que todas aportan una visión distinta del rosacrucismo, normalmente haciendo énfasis en algún aspecto esencial de la Tradición y trabajando con diferentes herramientas. Todas estas escuelas han sido (y son) valiosas y necesarias para diferentes tipos de personas.
Cuando nos referimos a lo iniciático estamos hablando de algo bien simple, extremadamente sencillo: de almas transitando un sendero de regreso a casa y que en su peregrinación se van encontrando con otras almas con las que se sienten conectadas y con las que pueden trabajar de forma sinérgica, a fin de construir un puente, una estructura sólida que conecte dos realidades. A veces se trata de intelectualizar todo esto y enmarcarlo en códigos mundanos pero la realidad es que el sendero iniciático se basa en la sencillez, entendiendo que este camino comienza en el Amor, pasa por el Amor y termina en el Amor.
Algunos dirán: “Dado que no existen papeles ni documentos que conecten a las organizaciones modernas con el impulso rosacruz de principios del siglo XVII entonces todas son falsas”, a lo que volvemos a insistir: lo importante es la conexión aquí y ahora con la Rosacruz Invisible, con los Hermanos Mayores, con el Egrégor que sustenta y que brinda vitalidad plena a todo esto.
Los orientales tienen una enseñanza magistral. Ellos hablan de dos tipos de gurú, es decir de dos clases de maestros: el Upa-guru y el Sat-guru.
El Upa-guru es todo maestro externo, toda aquella persona que nos aporta valor para que avancemos en nuestro camino y que descubramos a nuestro verdadero maestro, el Sat-guru.
Este Sat-guru es el maestro interno, el único maestro que vale la pena, por eso los maestros exteriores y las órdenes iniciáticas son válidas en la medida que nos lleven a descubrir ese maestro, esa verdad escondida en nosotros.
Esta idea es reveladora porque significa que la validez o no de esta Orden Rosacruz Iniciática (y de todas las organizaciones similares) dependerá de su eficacia en hacernos ver que las claves de la Iniciación están dentro de nosotros.
A algunos no les gustará que digamos esto porque prefieren ver el dedo y no la luna. No importa. A nosotros nos interesa la luna, nos importa lo que está detrás del muro y no el tipo de escalera. Para ellos seremos siempre herejes, farsantes, contra-iniciáticos o cualquier adjetivo que nos descalifique. No importa, a los que nos tiran piedras, les ofrecemos nuestra mejor sonrisa porque creemos sinceramente en las palabras del Cristo: “Por sus frutos los conoceréis”. Y nuestra planta está siendo regada con amor, por hombres y mujeres de buena voluntad que han emprendido este camino que lleva a lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero.