Los antiguos tenían una conexión directa con el cosmos y se sentían parte de un todo armónico con ciclos y ritmos que podrían detectarse tanto a nivel macrocósmico como microcósmico los dos astros que sentían más cercanos eran la luna y el sol.

La luna, a la que la veían cambiar de forma a lo largo de 28 días, la asociaron a lo femenino, a la noche, al frío, mientras que el sol se vinculó con el padre, lo masculino, el día, el calor.

La luna y el sol dos elementos fundamentales en todas las mitologías y el folklore de los pueblos así como en la simbología arcaica. A veces estamos tan dormidos, tan divorciados de la naturaleza, que incluso muchas personas que están metidas en estos temas de simbología hablamos de conceptos vinculados a estos astros pero siempre desde el papel desde la imagen, desde los libros, sin salir al aire libre y contemplar serenamente el sentido profundo de la luna y del sol. 

Además de todas estas connotaciones de carácter simbólico, mítico y religioso, las tradiciones sapienciales siempre han hablado de un influjo mágico de la luna, de una energía lunar que produce efectos no solamente en la naturaleza sino también en el ser humano.

Si observamos con detenimiento el mundo natural, observaremos que la luna rige la fertili­dad y el crecimiento, y está asociada a diversos ciclos, tal vez el más evidente de todos sean las mareas. 

Mientras tanto, en lo referente a la mujer, la luna está estrechamente relacionada al proceso de gesta­ción, al parto y es verdad que existe un paralelismo entre el ciclo de menstruación y el de la luna, ambos de 28 días. 

Debido a este influjo y a esta gran atracción que ha ejercido la luna a lo largo de los tiempos no es raro que las comunidades humanas hayan realizado diversas prácticas y ceremonias espirituales en ciertas fases de la luna, especialmente en la luna llena y en la luna nueva.

En el folklore de diversos pueblos europeos que hablan de seres feéricos, se habla de ciertas danzas circulares que realizan en las noches de plenilunio las hadas y otras criaturas elementales. Pero además de estas leyendas que involucran a seres invisibles, es cierto que en diferentes culturas se han realizado danzas en las noches de plenilunio. Incluso existen corrientes artísticas y espirituales que han retomado estas prácticas, sobre todo de las culturas precolombinas, y están tratando de revivir estas danzas nocturnas de luna llena. 

Estas prácticas están evidentemente conectadas con las llamadas “noches blancas” donde se realizan danzas circulares simples y meditativas, en silencio y donde los danzantes visten ropas blancas.

Por otro lado, la tradición esotérica siempre ha valorado toda clase de meditaciones grupales durante el período de la luna llena, usualmente el día preciso del plenilunio, aunque en ocasiones especiales esto se realiza en el período de acercamiento de la luna creciente a llena (hasta 3 días antes).

La pregunta es: ¿Por qué razón se realizan este tipo de actividades espirituales durante los períodos de plenilunio? En verdad, hay varias razones para ello.

En primer lugar, hay una cuestión energética. Desde hace siglos, los discípulos de diversas corrientes espirituales se percataron de que durante el plenilunio había mucha más fuerza y energía disponible. Esto se fue corroborando a lo largo de los siglos de modo experimental.

Por otro lado, hay en el mundo muchas personas, escuelas y corrientes iniciáticas que realizan sus trabajos espirituales durante el período de luna llena.

Siendo así, durante la luna llena coinciden dos factores importantes: la potencia energética de la luna y la fuerza del grupo, aprovechando entonces la sinergia, el trabajo conjunto de muchas personas de buena voluntad a través de las meditaciones grupales.

La naturaleza nos brinda un momento mágico que para la mayoría de las personas pasa inadvertido, pero para nosotros perfectamente se convierte en un momento de conexión, un punto de encuentro, una fecha precisa que no es fácil de olvidar.

Hay otro punto a tener en cuenta y que varias escuelas esotéricas han destacado. Las enseñanzas dicen que esta es la fecha en que los Hermanos Mayores, los Maestros espirituales, se conectan con sus servidores sumándose a las redes de meditación.

Por ejemplo, es bien conocida la tradición budista del festival de Wesak, que se realiza en la luna llena del mes de mayo y donde se afirma que participan todos los Maestros de Sabiduría.

La meditación de luna llena que realizamos en la Orden Rosacruz Iniciática está vinculada al egrégor del nuevo tiempo, el corazón radiante, una actividad grupal que iniciamos en medio de la crisis sanitaria del coronavirus, más precisamente en el mes de abril de 2020.

¿Qué hicimos en ese momento y de qué forma continuamos con la meditación global? Bien, en ese momento tomamos conciencia de la enorme oportunidad que se nos estaba ofreciendo y unimos nuestras fuerzas a otras organizaciones, hermandades y personas de buena voluntad que se estaban percatando –en ese momento– de lo que realmente estaba sucediendo.

Hemos hablado antes de este fin de ciclo, de los dolores de parto de una edad oscura que se retira y otra que entra. Lo importante ahora es trabajar juntos, formar un frente común de servidores de la luz para  la gestación de algo nuevo, de una forma de pensamiento colectiva, un egrégor formado con pensamientos de Luz, de Vida y de Amor.

¿Cuál es el propósito de este tipo de meditaciones globales? Algunos hablan de elevar la vibración, de dar un salto evolutivo, de un despertar masivo, las terminologías pueden cambiar, pero lo cierto es que estamos creando –con nuestros pensamientos y emociones– un egrégor que pueda ser el punto de confluencia de todas las energías positivas de la humanidad. 

Como todo egrégor tiene un símbolo marcante, hemos creado una imagen bien clara y que conecta con el Amor Universal: el corazón radiante. Por lo tanto, para las meditaciones de plenilunio conectaremos siempre con este corazón dorado.