Estamos en mayo y, como todos los años, el primer sábado de este mes celebramos el día mundial del laberinto.

Hay muchas formas de celebrar este día y en un artículo anterior hemos hablado de las diferentes formas en las que podemos festejar y vivir esta jornada que se festeja en diversos lugares del mundo.

Podemos encontrar laberintos en iglesias, parques y jardines, y si no contamos con uno cerca podemos trabajar con un laberinto de dedo o realizar una meditación laberíntica, es decir una visualización que incluya un laberinto.

Es bueno saber que existe una diferencia entre un «laberinto» y un «laberinto», o mejor dicho entre un laberinto cuyo diseño está pensado para ayudarte a encontrar tu camino y otro diseñado para confundirte y para que te pierdas en él. En el idioma inglés la diferencia es simple porque hay dos palabras distintas: labyrinth y maze. En español solemos decir “laberintos” aunque, en verdad, también hay dos palabras para diferenciarlos:

Laberinto y Dédalo, una palabra que remite al constructor del famoso laberinto de Creta.

Por lo tanto, el laberinto ceremonial, usado también como metáfora del viaje de regreso a casa o a la fuente espiritual, tiene una sola vía que -inexorablemente, y después de decenas de giros y vueltas- llegará hasta el centro. Al mismo tiempo, el dédalo nos lleva a callejones sin salida y nos hace ir y venir, avanzar y retroceder hasta que podamos escapar de sus senderos.

El laberinto más habitual en el trabajo iniciático tiene un diseño circular y está basado en el de Chartres. La versión “Eagle Crest” tiene menos vueltas y puede ser útil para espacios más reducidos:

Los laberintos se han utilizado durante miles de años en diferentes culturas y los encontramos tanto al margen del Mediterráneo como en Egipto y Mesopotamia, pasando por las civilizaciones americanas, los indios de las praderas y los vikingos.

El diseño del laberinto está basado en patrones geométricos arquetípicos, como el círculo y la espiral, que son símbolos universales vinculados a la totalidad, la plenitud y los ciclos. En rigor de verdad, estos patrones en los que podemos profundizar a través de la Geometría Sagrada, aparecen en la naturaleza, en las conchas marinas y hasta en la forma de las galaxias. Por esta razón, cuando caminamos por un laberinto, nos estamos conectando con en estos patrones primigenios y con la energía universal que está presente en toda la creación.

Además, al repetir caminando un patrón geométrico como el diseño de Chartres, estamos practicando un ritual, un ritual sencillo pero profundo en el que han participado cientos, miles de personas desde tiempos inmemoriales y -de esta forma- al repetir ritualmente este patrón, estamos conectando con ellas y también alimentando un egregor.

¿Por qué recorrer laberintos?

Algunas personas caminan por un laberinto para meditar, para orar o bien para encontrar claridad en sus pensamientos. En el laberinto no hay teléfonos móviles, no hay murmullos, no hay estímulos externos sino que estamos solos, avanzando paso a paso al centro. El laberinto nos invita a dejar atrás nuestras preocupaciones y sumergirnos en el momento presente. Es una excelente forma de practicar la atención plena.

Algunos dicen que el laberinto es una arena de combate y en cierto modo es verdad porque al dar el primer paso ahí aparece la mente lista para intentar boicotear nuestra experiencia con pensamientos intrusos. Y nos dirá: ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Qué aburrido esto! ¡Qué absurdo esto que haces! ¿Qué provecho sacas con esto? ¿Y si te pierdes? ¿Qué hay para comer esta noche?

En el laberinto es posible experimentar en pocos minutos el viaje del héroe con sus tres etapas marcantes: Partida – Iniciación – Regreso.

La partida implica la salida del mundo ordinario, cruzando el umbral e ingresando, dando el primer paso, para comenzar a transitar el laberinto. Afuera quedan las preocupaciones, la rutina, la vida cotidiana…

Los caminos del laberinto representan los desafíos y para superarlos necesitamos estar presentes, plenamente focalizados, porque si damos un mal paso terminaremos perdiéndonos. Esta etapa implica también una liberación, ya que dejamos ir los pensamientos intrusos para ingresar en un estado de tranquilidad, silencio y quietud hasta llegar al centro del laberinto que es la Iniciación, un momento de recepción donde la palabra que surge naturalmente es “gracias”. Al final, hay que volver a casa, pero lo hacemos fortalecidos, listos para canalizar esas energías en la cotidianidad.

El laberinto nos invita a perdernos para encontrarnos y ese es el leit-motiv que hemos elegido para este año, a fin de celebrar cada uno desde su lugar, este día mundial del laberinto.