En el firmamento estrellado hay un astro que destaca entre los demás. Se trata de Polaris, la estrella polar, que desde los tiempos más remotos ha sido la guía de los marinos que, aún careciendo de instrumentos de navegación, necesitaban orientarse en la inmensidad del océano.

Al ubicar este punto brillante de la constelación de la Osa Mayor (el polo celeste norte), los navegantes podían trazar una línea vertical imaginaria desde la Estrella Polar hasta el horizonte, para hallar así el norte terrestre, que les permitía orientarse aún en las condiciones más adversas y les marcaba el camino a seguir.

Simbólicamente esto significa que para encontrar nuestro rumbo existencial es absolutamente necesario elevar la mirada a lo más alto, encontrar señales en el cielo que nos permitan encontrar el rumbo correcto en la tierra.

“Pedes in Terra, Ad Sidera Visus” decían los antiguos, que significa: “Los pies en la Tierra, pero la mirada en el cielo”, marcando una absoluta coherencia e integración entre lo de Arriba y lo de Abajo, entre lo que está Adentro y lo que está Afuera.

El Norte celeste significa nuestro Propósito en la vida, mientras que el Norte terrestre representa nuestro Proyecto de vida. Tanto el Propósito como el Proyecto son absolutamente necesarios y se hallan conectados por una línea invisible y esa conexión entre lo alto y lo bajo, entre el espíritu y la materia, es la que nos permite convertirnos en “Maestro de dos mundos” encontrando con inteligencia un sano equilibrio entre lo externo y lo interno.

Queda claro que no es fácil detectar de buenas a primeras cuál es nuestro propósito en la vida, por lo tanto nuestras energías deben enfocarse en un proyecto de vida que sirva como sustituto de ese propósito. El Proyecto se diseña, se construye, mientras que el Propósito se descubre.

La tarea que proponemos para este año nuevo a todos los nobles caminantes que nos acompañan en este canal es que permanezcamos fieles a la Estrella, a nuestro propósito en la vida, nuestra misión, nuestro Dharma, porque podemos hacer miles de cosas, llenar nuestro tiempo de múltiples ocupaciones y distracciones, algunas trascendentes, otras intrascendentes, pero es urgente encontrar un eje central a nuestra existencia, un hilo conductor que le brinde sentido a todo lo que pensamos, decimos y hacemos.

Confiemos en la Estrella y sigamos el sendero trazado, sin desalentarnos, haciendo todos los cambios necesarios para que ésta brille con fuerza e ilumine todas nuestras acciones y decisiones, a fin de navegar con destreza aún por las aguas más agitadas, atravesando tormentas, contra viento y marea,  hasta llegar al buen puerto.

Apuntemos siempre hacia lo más alto.