Desde el Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca nos hacemos la pregunta: “¿Qué es una logia?”

Obviamente, no ignoramos que en el sentido que damos habitualmente a la palabra una logia es el espacio donde se llevan a cabo las reuniones de los miembros de la masonería, pero tratemos de ir a la raíz de la palabra.

Si vamos al Diccionario de la Real Academia Española, vemos que en este se dice:

  1. f. Asociación de masones.
  2. f. Asamblea de masones.
  3. f. Local donde se celebran asambleas de masones.
  4. f. Arq. Galería exterior con arcos sobre columnas, techada y abierta por uno o más lados.

Esta última definición nos llevaría al origen etimológico de la palabra “logia” que vendría del italiano “loggia” que no sería otra cosa que la galería exterior de los edificios conformada por arcos sobre columnas, techada y abierta en uno o más lados, y que sirve tanto como protección para las inclemencias del tiempo como espacio de reunión. Estas logias pueden estar al nivel de la calle o en las partes elevadas de los edificios.

Sin embargo, también se nos dice que en su etimología, “logia” vendría de “logos” y, en este sentido, sus raíces estarían en el griego antiguo donde “logos” se refiere a la palabra, el discurso o la razón. Originalmente, la palabra «logia» se usaba para referirse a una colección de palabras, pero con el tiempo se amplió su significado para incluir una colección de conocimientos o enseñanzas.

Por lo tanto, si en su primera acepción la palabra “loggia” nos remitía a un espacio físico concreto como punto de reunión, en su segunda acepción como “logos”, la logia se presenta como un lugar de aprendizaje.

Pero, si acudimos a la bibliografía masónica, muchas veces encontraremos una tercera acepción que es “loka”, una palabra sánscrita que significa “mundo, espacio, lugar”. Veamos lo que dice el Glosario Teosófico de Helena Blavatsky en la entrada de “loka”:

“Una región o un lugar circunscrito. En metafísica, es un mundo, esfera o plano”.

Y luego se agrega: “La palabra loka significa: mundo, tierra, universo, lugar, región, plano, esfera de existencia; mansión, cielo, paraíso; gente, generación, humanidad, muchedumbre, comunidad; práctica ordinaria”.

En este sentido entonces, la logia sería una representación del mundo manifestado, del cosmos con el cielo estrellado, los astros (el sol, la luna), los cuatro puntos cardinales, con una orientación de Oriente a Occidente, y bajo los pies destaca el pavimento mosaico, blanco y negro, el mundo de los opuestos, la dualidad, dando a entender que los iniciados deben caminar elevándose por encima de los contrarios, es decir del placer y del dolor, de lo bueno y lo malo, para poner el foco en lo esencial y esto es: lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero. En otras palabras, con el estado mental adecuado es posible colocarse por encima de los opuestos, superarlos y trascenderlos desde un lugar intermedio entre la materia y el espíritu, es decir el punto de observación propio del Alma que permite observar en perspectiva toda clase de oposición. Esta oposición materia y espíritu queda patente al observar los dos cubos perfectos que están en logia, el cubo de Occidente (materia) y el cubo de Oriente (Espíritu). En la mitad del cubo de Occidente están las dos grandes columnas de la Masonería y en el Oriente está el sitial del venerable maestro.

En el centro hay un cubo formado por las dos mitades de los cubos de Oriente y Occidente, la intersección entre materia y espíritu, que también podríamos relacionar con el símbolo de la mandorla y donde se coloca el altar o ara, espacio central del alma.

Jorge Cornejo en su “Enciclopedia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado” presenta este diálogo:

«Pregunta: ¿Qué entiendes por Logia?

Respuesta: Es un lugar sagrado que sirve de asilo a los masones para cubrir sus trabajos.

P.: ¿A qué puede compararse una Logia regularmente cubierta?

R.: A la célula orgánica, y más concretamente al huevo, que contiene un ser en potencia. Todo cerebro pensante puede compararse con un Taller cerrado, una asamblea deliberante, al abrigo de la agitación exterior.

P.: ¿Qué es, entonces, una Logia?

R.: Es un Ser vivo, en correspondencia analógica con el cuerpo humano, con el Hombre y con el Cosmos.

Es interesante lo que expone Cornejo, lo cual nos llevaría a definir, siguiendo la nomenclatura de Raimon Panikkar, a la Logia como un espacio cosmoteándrico, donde coexisten y dialogan el Cosmos, Dios (Teos, es decir lo sagrado) y el Hombre (Andros). Cosmos-Teos-Andros.

Por eso dice Francisco Ariza: “En realidad la apertura de la Logia es un rito cosmogónico que los masones realizan constantemente, y si se estudia detenidamente la simbólica de ese rito se verá con claridad que se trata de un verdadero rito de fundación o de creación de un espacio y un tiempo significativos análogos a la propia estructura del cosmos”.

Que la logia sea un espacio consagrado significa que ha sido concebida como un espacio significativo, es decir con una naturaleza vibratoria particular y sus integrantes tienen el deber de mantenerla de ese modo, con sus mejores pensamientos, emociones, palabras y acciones.

El materialista observará en la logia simplemente un lugar físico para reuniones, pero aquel que logre cambiar su mirada y que abandone el mundo de la literalidad para contemplar una realidad más profunda, encontrará en la logia, así como en otros espacios sagrados tradicionales, un mundo mágico, un espacio donde los símbolos hablan y dialogan entre sí formando una especie de telaraña energética, algo así como circuito, conformando un sistema coherente de enseñanza que solamente puede ser entendido por quienes hablen ese idioma que no es otro que el lenguaje del alma, es decir el simbolismo.

Para entender el símbolo no basta con mirar, anotar y buscar en un diccionario de símbolos que significa tal o cual cosa. No. Para entender el símbolo lo único que hay que hacer es en primer lugar silencio y luego abrir el ojo del corazón, el sensorium interior.

En este sentido, dice Antenor dal Monte: “Si en la logia no vemos otra cosa que objetos… no ocurrirá nada. La Venus de Praxíteles continuará siendo un bloque de mármol. (…) Pero a medida que vayamos creciendo en capacidad para captar, reconocer y gustar las maravillosas filigranas del arte del símbolo, estos mismos objetos comenzarán a obrar -por la recordación- la magia de una Presencia; y hasta aprenderemos a leerlos como un libro abierto y a gustarlos como una pintura cinética.

Pero… ¿de qué vale la forma exterior, aún vivenciada como emoción, si lo representado no se hace carne en nosotros?

Es preciso llegar a ser el Maestro Arquitecto y no sus meros contempladores. La maestría que todo Aprendiz ha de esforzarse en alcanzar, no consiste en el simple desarrollo del sentido estético ante el símbolo -para leerlo y gustarlo como diletante. La maestría radica en que todo esto nazca y se reproduzca en nosotros dando nacimiento al Maestro de Artes y Ciencias que debemos ser si queremos merecer el título de “per-mesem” o “hijos de la luz”.