El día de San Valentín es la adaptación que hizo el cristianismo de una fiesta romana (la Lupercalia) que se celebraba ante diem XV Kalendas Martias, es decir el decimoquinto día antes de las calendas de marzo, en otras palabras el 15 de febrero. 

Sea como sea, y aprovechando este festejo anual de San Valentín, este 14 de febrero, vamos a hablar del alcance simbólico de Cupido.

Cupido es el dios del deseo amoroso (Eros en la mitología griego), hijo de Venus, la diosa del amor y de Marte, el dios de la guerra. En las representaciones clásicas y en el imaginario popular, este dios suele adoptar la forma de un niño pequeño, desnudo, con alas, muchas veces con los ojos vendados y armado con un arco y flecha, portando además un carcaj. 

¿Por qué Cupido es un niño? Porque el amor es inocente y muchas veces irracional, y tiene los ojos vendados porque -como bien dice el dicho- el amor es ciego.

Cuando nació, su madre (la diosa Venus) decidió ocultarlo en el bosque por miedo a que Júpiter lo matara por los problemas que el amor fogoso podía causar en los seres humanos, pero en el bosque el pequeño fue criado y amamantado por las fieras del bosque, lo que lo llevaron a ser bastante salvaje. 

Digno hijo de sus padres, fue hermoso como Venus y atrevido como su Marte, y en el bosque aprendió varias habilidades, y allí mismo confeccionó un arco de madera de fresno y flechas de ciprés. Más tarde, su madre le regaló un arco de oro y flechas de dos tipos: unas de oro que inflamaban el amor, y otras de plomo, que lo extinguían.

Entonces, con su arco maravilloso, Cupido salió por el mundo a cumplir su misión: flechar a todos los mortales pero incluso los mismos dioses no podían escapar de su inmenso poder. 

Aún así, Venus estaba preocupada porque su hijo no maduraba, no crecía, seguía siendo el mismo niño de siempre y en la consulta con un oráculo, éste le dijo: “El amor no puede crecer sin pasión” y poco más tarde nacía Anteros, otro hijo de Venus, que es el dios del amor correspondido y la pasión. 

Además de personificar el amor correspondido, Anteros vengaba el amor no correspondido y solía aparecer representado con cabello largo, alas de mariposa emplumadas, y en ocasiones portando un garrote de oro o incluso flechas de plomo.

Si Cupido es Eros, entonces Anteros es el contrario (Ant) de Eros y como podemos ver en pantalla, casi siempre andaban peleando entre sí y disputándose una hoja de palma.

Esta disputa fue entendida por algunos pensadores neoplatónicos como la lucha entre el amor físico y el amor espiritual, y la palma representa siempre la victoria.

En ocasiones, vemos a Cupido desarmando a su padre, Marte, dios de la guerra, y atendiendo a su gran poder, Virgilio escribió en las Bucólicas:  «Omnia vincit Amor; et nos cedamus Amori» (El amor todo lo vence, démosle paso al amor), un lema que podemos observar en esta famosa pintura de Caravaggio de 1602 “El amor victorioso” (Amor vincitore), donde el dios aparece con alas marrones de gorrión.

En un emblema de Daniel Hensius, Cupido aparece montado en un fiero león y acompañado por estas líneas: «He visto al que puede frenar a un fiero león. He visto al que sólo puede domar los corazones: es el Amor».

Sin embargo, aunque el Amor puede vencerlo todo, no puede derrotar al tiempo y varias veces podemos encontrar a Saturno (Cronos) cortándole las alas a Cupido y poniéndole límites bajo el lema “Omnia vincit Amor vincit mox Tempus Amorem” (El amor lo vence todo, pero el tiempo vence al amor). De hecho, en muchas de las representaciones del nacimiento de Cupido, podemos ver a Saturno expectante, observando con ceño fruncido y poniendo al pequeño en su punto de mira, siendo consciente no podía dejarlo violar los límites que él mismo había establecido para el tiempo de los humanos, debía mantenerlo bajo estricta vigilancia.

Collection Motais de Narbonne – Le Temps coupant les ailes de l’Amour 1694 – Pierre Mignard – 68×54

Y aquí viene a cuento la reflexión que hizo Juan de Iriarte en el siglo XVIII:

“Todo lo vence el amor,

todo lo consume el tiempo:

¿cuál de los dos puede más,

aquel niño, o este viejo?”.

Aunque casi todos los artistas han respondido a esta pregunta con un Cupido vencido y un Saturno triunfante, podríamos volver a formular la pregunta: “¿A qué clase de amor vence el tiempo?”. Al amor carnal obviamente que sí, pero al amor con mayúscula, al Amor como una fuerza, una ley, una energía universal, ¿de veras puede ser derrotado por el tiempo? ¿Qué límites puede poner el tiempo? Estas preguntas parecen simples pero no lo son. De todos modos, como este video trata de simbolismo, solamente podemos dejar la pregunta planteada y seguir con nuestro análisis.

A veces, Cupido aparece con un caduceo representando la concordancia de los opuestos, y ciertamente podemos verlo también, al igual que Mercurio-Hermes, como un mensajero, un comunicador, un intermediario entre dos partes. Según los relatos míticos, Cupido y Mercurio se encontraron en varias ocasiones, pero quizás la más bella sea esta que estamos viendo, en la que Cupido ordena a Mercurio, el gran mensajero, anunciar el poder del amor al Universo todo. 

La hermosa escultura de Antonio Canova “Psique reanimada por el beso del amor” representa la unión de Cupido con Psiqué, en una historia que Apuleyo relató bien en su obra “Metamorfosis” y donde cuenta que ni el propio Cupido era inmune al enamoramiento. El mito de Eros y Psique es de los más profundos de la mitología greco-romana y quizás le dediquemos un video más adelante, porque nos habla de la unión de lo divino y lo humano a través de un beso. Recordemos lo que decía Platón acerca del amor, entendiéndolo como una forma de elevación, de purificación del alma. En este sentido, se considera al amor físico como una primera instancia, que debe dejar espacio para un amor más profundo, espiritual, lo cual significa la fusión trasecendente de los dos amantes.

Con el cristianismo y con el paso de los siglos, Cupido dejó de ser considerado un dios y se convirtió en un angelito, y esta es la versión descafeinada que ha llegado a nuestros días y que ha calado en el imaginario popular, como podemos apreciar en sus representaciones modernas y que sigue flechando corazones, camuflado entre flores, tarjetas y bombones.