El Sol es un noble viajero que atraviesa los cielos a lo largo del año pasando por diferentes pruebas de las que siempre sale victorioso, por ello se le denomina el Astro-Rey. Al observar la imagen visible del disco solar, los Antiguos relacionaron a este círculo perfecto con la representación más clara de la Divinidad, dadora de Luz, Vida y Calor. Como reflejo de esta Divinidad, el ser humano también tiene en su seno esta misma Luz, esta misma Vida y este mismo Calor, transmutado en Amor. Luz-Vida-Amor, la triple identidad del Uno. A lo largo del año, los nobles viajeros y los trabajadores de la Gran Obra nos reunimos fraternalmente para celebrar los cuatro estadios principales del tránsito solar en lo alto de los cielos.
Solsticio es una palabra que proviene del latín “solstitium” (sol sistere, sol quieto) y se relaciona con la posición del sol en el Ecuador Celeste. Los solsticios son provocados por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita, y en esos momentos del año, el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo. En el hemisferio norte, en el solsticio de verano (20-21 de junio) el Sol alcanza la altura máxima (cenit) al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno (21-22 de diciembre) el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio.
En el hemisferio sur, en el solsticio de verano (20-21 de diciembre) el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio y en el solsticio de invierno (21-22 de junio) el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer.
Por lo tanto, desde lo iniciático es Sol es una manifestación simbólica de la divinidad y en este mes de junio celebramos la fiesta del Sol de medianoche o Negro.
En este momento, cuando el sol se vuelve invisible ante nuestros ojos en esta noche sagrada solsticial, la oscuridad parece prevalecer, pero al final la luz logra abrirse paso y el Sol vuelve a brillar como Sol Invicto para iluminar la noche más negra de todas. En ocasiones, en el solsticio de invierno se habla de un duelo o de un luto de la naturaleza, lo que invita al recogimiento, en junio en el hemisferio sur y el diciembre en el hemisferio norte.
Sobre este sol negro, dice el alquimista Dom Pernetty: “El Sol Negro es el Sol en su Curso Nocturno; cuando abandona este mundo para iluminar otro. Es la antítesis del Sol del Mediodía, símbolo de la vida triunfante. Según los Alquimistas, el Sol Negro es la Materia Prima aún no trabajada, ni puesta aún sobre la vía de una evolución. Es precisamente en el tiempo del INVIERNO de los Hermetistas, cuando el Mercurio se “mortifica” por el Fuego, que la Tierra concibe y cambia de naturaleza”.
En varias tradiciones iniciáticas, como la Masonería, se habla de los dos solsticios como dos puertas simbólicas representadas por los dos Juanes: Juan el Bautista y Juan el Evangelista. La fiesta de Juan el Bautista se celebra el 24 de junio, mientras que la de Juan el Evangelista se recuerda litúrgicamente el 27 de diciembre. Esta costumbre puede rastrearse hasta la Antigua Roma, donde los Collegia Fabrorum rendían culto al dios Jano bifronte, en cuyo honor celebraban las dos fiestas solsticiales en junio y diciembre. Continuada esta tradición por las corporaciones de albañiles medievales, las dos caras de Jano se convirtieron en los dos Juanes que acompañan a Cristo.
Si vamos a la India, encontraremos que los dos solsticios también se relacionan con dos puertas cósmicas, la de Capricornio o “puerta de los dioses” (Devayana), un momento propicio para abrir esa puerta que abre el camino que lleva a la tierra sagrada de los dioses y que encamina al alma hacia Moksha o el Nirvana, la liberación final. De ahí que esta fecha, solsticio invernal o Makar Sankranti, cuando el sol entra en capricornio, sea -para los hindúes- un momento auspicioso para los rituales y la oración.
La otra puerta cósmica de los indios es la de los hombres o puerta lunar (Dakshinayana), que marca el solsticio de verano en el hemisferio norte (alrededor del 21 de junio) y se considera que da acceso al Pitryana, es decir el camino que lleva a las almas hacia la reencarnación.
También en esta fecha, se celebra en toda la India el Guru Purnima, una fiesta que recuerda a los maestros espirituales que se celebra para honrar y agradecer a los gurús o maestros espirituales. La palabra «guru» en sánscrito significa «maestro» o «guía», y «purnima» significa «luna llena». Por lo tanto, durante Guru Purnima, los discípulos se reúnen para ofrecer respeto y gratitud a sus gurús, y para recibir sus bendiciones. También se recuerda con mucha atención a Vyasa, el legendario sabio que se considera el autor de muchos de los textos sagrados hindúes como los Vedas, el Mahabharata y el Puranas.
Hablamos entonces de Devayana y Dakshinayana, y en ambas palabras encontramos el vocablo “yana” que significa “camino, vehículo” que nos recuerda etimológicamente a “Jano” el dios de las puertas, cuyo origen etimológico no está aún claro: podría derivar del latín «ianua», que significa «puerta».o bien de la raíz indoeuropea «ian-«, que significa «pasar» o «ir».
Como dijimos al principio, desde una perspectiva astronómica, los solsticios marcan el momento en que el Sol alcanza su punto más alto o más bajo en el cielo, lo que se traduce en el día más largo o más corto del año, dependiendo del hemisferio en el que nos encontremos. Para la astrología, por su parte, se considera al solsticio de verano un momento de expansión, crecimiento y celebración, mientras que el solsticio de invierno es asociado a la introspección, la reflexión, el recogimiento y la renovación. Este es un momento ideal para dejar ir lo que ya no sirve, para hacer espacio para el nuevo y para trabajar en la planificación y preparación para el futuro.
Una fiesta que, en Occidente, está ligada indefectiblemente con el solsticio de verano en el hemisferio norte es la noche de San Juan, que se celebra en la noche del 23 al 24 de junio.
Desde una perspectiva simbólica e iniciática, la Noche de San Juan tiene varias capas de significado. En primer lugar, en vinculación con el sol y este momento crucial de la naturaleza, cuando los días comienzan a acortarse y las noches se van alargando, esto se observa como símbolo de la muerte y el renacimiento, la idea marcante de que todo lo que vive debe morir y renacer en un ciclo continuo. Morir para vivir. Disolver para coagular.
Además, esta festividad está estrechamente asociada con el elemento del fuego. En muchas partes del mundo, se encienden hogueras para purificar y ahuyentar a los espíritus malignos y a las malas influencias. El fuego representa la transmutación, donde algo debe ser destruido para que emerja algo nuevo y mejor. Esta transformación trae aparejada, pues, una limpieza, una purificación y una renovación.
El fuego también ilumina y la luz es otro de los símbolos capitales de esta fiesta: una luz que ilumina la oscuridad, la noche más densa, es la luz de la verdad que disipa las sombras de la ignorancia y, por qué no, la sabiduría luminosa que conduce al iniciado en su camino hacia la perfección y como dicen las escrituras indias:
“¡Condúceme de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad!”
No podemos dejar de lado en este breve análisis a la figura de San Juan Bautista, anunciador del Cristo, heraldo de la luz divina, es decir la luz que llega al mundo en la forma de un héroe solar o Jesús el Cristo, que también simboliza la victoria sobre la muerte y la oscuridad.
Para finalizar, quiero parafrasear un anhelo de Fermín Vale Amesti para este momento tan especial:
Que la Gran Fuerza Espiritual que nos viene en esta época del año, por la Puerta Solsticial de Invierno, nos sea propicia, para que unida a nuestra propia LUZ INTERIOR, nos permita el RE-nacimiento en cada uno de nosotros y con esa Fuerza RE-novadora ponernos en relación amorosa con nuestro Maestro Interior, con todos nuestros fratres y sorores de la Rosacruz esparcidos por el Mundo, y con el COSMOS que es EL GRAN TEMPLO DIVINO.
Empeñémonos todos, haciendo brillar nuestra Luz propia, para que la Orden Rosacruz Iniciática pueda llegar a convertirse en ejemplo viviente de lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero. Paz Profunda.