Como vimos en los artículos anteriores sobre Ecosofía, a partir del renacimiento tardío, la ciencia dejó de lado las concepciones trascendentes que veían en el cosmos algo sagrado, integral, donde todo tenía vida y donde el ser humano era parte integrante de esa totalidad.

Esa cosmovisión miope de los materialistas que contempla a un mundo de seres separados, sin propósito, en otras palabras sin alma, fue la que se terminó imponiendo porque era concordante con las ambiciones políticas y económicas de los poderosos. Si no hay propósito, si los demás son extraños, están separados de mí, si no hay Dios, entonces todo vale. De este modo entramos en la esfera del “todo vale” donde fueron desfilando personajes que poco a poco nos fueron convenciendo de que el vínculo sagrado nunca había existido y que somos monos sin pelo que luchan entre sí para sobrevivir.

Pero, aún en este mundo inhumano que hemos heredado, existe otra visión, exótica quizás, marginal también, pero que necesita abrirse paso, más ahora cuando todo parece desmoronarse. Es la visión de un universo vivo, interrelacionado, una red universal o conciencia una.

En otras palabras y contra todo lo que nos han venido diciendo durante siglos, la conciencia no es un asunto individual y privado, pues hay una única conciencia, una única alma, un único ser, el Uno sin segundo.

Necesitamos pasar, pues, del universo máquina al universo vivo.

Pero más allá de entender estas ideas con la mente, y como siempre insistimos en todas las instancias de la Orden, necesitamos imperiosamente pasar a la acción.

En estos momentos estamos planificando acciones concretas para cuando culmine esta emergencia sanitaria que nos ha impedido hacer muchas cosas, y uno de estos proyectos son los Círculos de Acción Consciente, donde tenemos previsto desarrollar diversas actividades focalizadas en pasar a la acción, pero como siempre decimos esta acción no debe ser mero activismo, un hacer por hacer, o una acción para pasar el rato sino que debe ser consciente, una verdadera recta acción.

Una de las áreas que estaremos desarrollando en estos Círculos de Acción Consciente es, justamente, la Ecosofía.

¿Qué actividades podemos realizar a fin de reconectar con la Naturaleza y vivenciar estas ideas que venimos postulando?

Hay muchas formas de pasar a la acción:

  1. Salidas al aire libre, caminatas. Siempre es un buen momento para salir de la ciudad y respirar aire puro y hacer ejercicio. Esto es algo muy simple, pero si se hace con conciencia, es doblemente beneficioso.
  2. Observación de aves. La mayoría de las veces, vemos pájaros a nuestro alrededor y ni sabemos sus nombres. Aunque cantan, ni los escuchamos. Aquí el propósito es doble: estar más atentos a nuestro entorno y maravillarnos con las aves.
  3. Jardinería, huerta urbana. A veces no es indispensable salirnos de la ciudad para conectar con los ciclos de la naturaleza. Estas actividades de jardinería o de huerta urbana (hasta en un balcón) pueden perfectamente realizarse con otra mirada, no con un sentido únicamente utilitario sino para conectar con esa vida que se abre paso en la tierra.
  4. Observar el cielo. Nos hemos desconectado tanto de la naturaleza que ni sabemos distinguir las constelaciones, las estrellas, los planetas, incluso ni sabemos en qué fase de la luna estamos. Pues bien, la propuesta es volver a maravillarnos con el cielo.
  5. Observar los ciclos. Las cuatro estaciones pasan y las dejamos pasar, de forma mecánica, centrando nuestros comentarios en el mal o buen tiempo y hasta obsesionados por la meteorología, aunque más que nada para tener un tema de conversación. Aquí la propuesta es observar de forma consciente los ciclos, los solsticios, los equinoccios. Si quieres ver el paso del tiempo, te recomiendo sacar la misma foto con el mismo ángulo, todos los días, y luego con Google Fotos u otra aplicación verás todo el proceso.
  6. Voluntariado. Pasar a la acción también supone concientizar a los demás y trabajar en algún proyecto que contribuya al cuidado de nuestro medio ambiente. Hablo de plantar árboles, limpiar costas, parques, incluso de limpieza y recuperación de espacios urbanos, o bien colaborando con ONGs que sepamos que realizan una buena labor en restaurar ecosistemas dañados, etc.
  7. Baño de bosque o Shinrin Yoku. Esta es una actividad que se realiza en Japón y consiste en pasar tiempo en el bosque, con el objetivo de mejorar la salud, el bienestar y la felicidad. Sin celular o con el celular apagado, en silencio, paseando y conectando.
  8. Prana arbóreo. Una forma sencilla para aprovechar la energía vital o prana presente en los entornos naturales es realizando ejercicios con los árboles, pues estos son una excelente fuente energética que es revitalizadora y al mismo tiempo curativa. Aquí la propuesta es conectar con los árboles, abrazarlos, sentirlos.
  9. Relación con animales. Muchos tenemos una mascota, pero no todos llegan a entender que entre ese animal y nosotros se forma un vínculo que no es simplemente de dependencia sino de amor, un vínculo espiritual. Observar esta relación y auto-observarnos muchas veces es sorprendente.
  10. Observación de nuestros hábitos de consumo. Todo lo que hacemos, todo lo que compramos o dejamos de comprar repercute en la Madre Tierra. Por eso es necesario ser conscientes de nuestras compras, qué tan consumistas somos y esto también podría aplicarse al derroche de los recursos (agua, electricidad, etc.) e incluso a nuestros hábitos de reciclaje.