Un egrégor (del griego “egrégoros”, “vigilante”) es una forma de pensamiento grupal asociada a un conjunto de individuos, una entidad independiente que es gestada, moldeada y alimentada por los pensamientos de un colectivo.
En verdad, cada pensamiento produce una forma energética flotante, generada por la conjunción del vehículo emocional en conjunto con la mente de deseos, por lo cual su contenido es mental y emocional al mismo tiempo. Su duración puede ser mayor o menor dependiendo de dos factores básicos: la intensidad inicial y la energía que la alimente, mediante la repetición del pensamiento por su propio creador o por otras personas que logren entrar en comunión con la forma de energía.
Cada colectivo humano posee su propio egrégor y esto es tan cierto para las naciones, las religiones, las organizaciones e incluso los equipos deportivos. Los símbolos sirven para dar cohesión al colectivo y constituyen un punto de unión para el fortalecimiento de la forma egregórica.
En la unión radica la fuerza, y esto es absolutamente cierto en todos los ámbitos, particularmente en los planos metafísicos. El fascismo italiano representó esta idea con un símbolo marcante tomado del Imperio Romano: el haz de lictores, la unión de 30 varas atadas ritualmente con una cinta de cuero rojo dando forma a un cilindro que sostenía un hacha.
Mouni Sadhu nos brinda un panorama claro sobre este tema diciendo: “Imagínese que un hombre inteligente y bien dispuesto, capaz de concentrarse, piensa en una buena idea, dándole cierta forma. Luego puede encontrar otros con iguales o parecidas ideas, y así surge un círculo humano que piensa con iguales lineamientos pero de distinta forma. Es como si cada uno de ellos repitiese el dibujo de un plano, colocando el lápiz, una y otra vez, en los mismos contornos. La cosa crece en fortaleza, (…) y se convierte en un “egrégor” o entidad colectiva. Tal egrégor, (…) defiende, cura e incluso resucita cuerpos físicos de sus miembros, lanzándolos a las actividades y realización de la idea principal incorporada a cada egrégor. Así, por ejemplo, un egrégor de una sociedad de beneficencia urgirá a sus miembros físicos a mayores actividades y trabajos, y al reclutamiento de nuevos miembros. Los egrégores que pertenecen a organizaciones y naciones que son enemigas unas con otras, pueden pelear en el plano astral, mientras que los seres humanos pelean en el plano físico”. (1)
Algunos autores, como J.H. Brennan comparan al egrégor con una “batería de energía psíquica” (2) que se agota si no es debidamente recargada por los adoradores o prosélitos.
Los egrégores nacen y se fortalecen cuando un colectivo comparte un ideal. El estado de Israel es un buen ejemplo de ello. Dejando de lado los oscuros tejes y manejes de Gran Bretaña, podemos observar a un colectivo (el pueblo judío), que logró mantener su egrégor vivo durante siglos, el cual se fortaleció cuando un enemigo externo (el nazismo) intentó aniquilarlo. Esto lo explica bien Mouni Sadhu al señalar que: “Si en el plano físico, los enemigos destruyen los cuerpos de los miembros de un egrégor particular, sus astrosomas fortifican al egrégor en lo astral. Recuerde la persecución de los cristianos por parte de los judíos y paganos en los primeros días de la nueva religión. Los cristianos ganaron la lucha, porque eran más fuertes en lo astral. He aquí por qué la Iglesia, en esa época, afirmó que “la sangre de los mártires es la mejor semilla de nuevos cristianos”. (3)
Nietzsche decía que “lo que no nos mata nos fortalece” y esto es particularmente acertado en referencia a los egrégores.
Un egrégor finalmente muere cuando:
a) Sus adoradores lo abandonan por otro.
b) Cuando sus símbolos son destruidos.
c) Cuando sus fieles deciden “modernizarlo” modificando sus reglas y rituales.
ci) Cuando decae la intensidad de los pensamientos de sus seguidores.
e) Cuando su líder o cabeza visible es atrapado, humillado o asesinado.
Con referencia al citado caso del pueblo judío, queda claro que durante la segunda guerra mundial el mismo carecía de un líder visible, por lo cual el exterminio sistemático no solamente fortaleció su egrégor sino que además pasó a contar con el apoyo incondicional de todo Occidente, especialmente Gran Bretaña y los Estados Unidos. En el caso de otros egrégores, donde el líder fue capturado y asesinado (Mussolini fusilado y colgado, Hussein ahorcado y filmado con un teléfono móvil, Ghadaffi linchado, etc.) el colectivo pierde su referente y es muy difícil que pueda reponerse a ese duro golpe. Recordemos esta frase: “Nadie es tan fuerte como todos nosotros juntos”.
En la obra maestra de Lope de Vega “Fuenteovejuna”, cuando a los habitantes del pueblo se les preguntaba “¿Quién mató al Comendador?”, respondían siempre: “Fuenteovejuna” y cuando el juez volvía a inquirir: “Pero, ¿quién es Fuenteovejuna?”, contestaban: “Todo el pueblo”.
En Venezuela, el chavismo supo capitalizar políticamente esta idea con el eslogan: “Todos somos Chávez” o “Yo soy Chávez”, buscando que Hugo Chávez lograra trascender la muerte y seguir vivo en sus miles de seguidores. Es evidente que cuando un líder logra hacerse carne y sangre en sus seguidores (Perón, Mao, etc.), el egrégor podrá mantenerse fuerte y unido por más tiempo, sobreviviendo a diferentes crisis y coyunturas históricas.
En los regímenes autocráticos los líderes no solamente son los que encarnan el egrégor sino que ellos mismos se convierten en un símbolo viviente. El nacionalsocialismo solía utilizar la frase “Ein Volk, ein Reich, ein Führer” (Un pueblo, un Imperio, un Líder) que encierra en sí misma la idea última del egrégor: un colectivo (el pueblo) que origina una forma de pensamiento (el Imperio) que se plasma y se canaliza a través de un Líder (Adolf Hitler).
Generalmente, todo egrégor posee varios símbolos que utiliza como referencia (uniformes, escudos, banderas, íconos, insignias, animales, etc.) pero entre todos ellos siempre destaca uno de carácter esencial, que actúa como punto de conexión entre sus miembros, al mismo tiempo que sirve de protección y de fundamento.
Históricamente, las guerras visibles son verdaderamente enfrentamientos egregóricos, conflictos metafísicos que se hacen visibles en el plano más denso. En ellas, cada facción utiliza símbolos “marcantes” como forma de cohesión y centra su jefatura en un líder emergente que personifica al egrégor. El vencedor no solamente debe triunfar en el campo de batalla sino que, para que su victoria sea completa, debe aniquilar los referentes simbólicos del enemigo, incluido su líder.
En este sentido, el proceso de Nuremberg (1946) no fue simplemente un juicio a los principales líderes nazis. Fue también un ritual “secular” realizado a propósito en una ciudad emblemática del nazismo, que culminó con el ahorcamiento de la mayoría de los oficiales juzgados. Lo mismo podría decirse del deshonroso cautiverio de Napoléon en las precarias instalaciones de la isla de Santa Elena, un frío y remoto paraje del Atlántico, donde sus carceleros británicos hicieron todo lo posible por humillar al derrotado emperador hasta su muerte en 1821.
El estudio de los egrégores nos puede brindar numerosas pistas valiosas sobre la Historia detrás de la Historia, entendiendo que las manifestaciones visibles son la consecuencia de una fenomenología metafísica que no es fácil de detectar.
Las diferentes crisis de la humanidad han sido el momento propicio para la gestación de egrégores fuertes, pero no siempre estos egrégores han sido positivos y virtuosos. En este momento crítico, después de esta crisis sanitaria global del coronavirus, estamos listos para generar un egrégor luminoso, el punto de conexión de una vanguardia consciente que tendrá como misión la manifestación de un mundo nuevo y mejor. Queda claro que hay una fuerza de resistencia enorme para que esto no salga adelante. No debemos olvidar que los amos de la caverna, las fuerzas materialistas que ciertamente no les conviene que se pase a un siguiente nivel, van a estar empleando todas sus fuerzas y sus recursos para intentar desarmar a esta vanguardia, pero el amanecer ya está cerca y la llegada de la luz es imparable.
Post Tenebras Lux. Después de las tinieblas, siempre llega la luz.
Notas del texto
(1) Sadhu, Mouni: “El Tarot”
(2) Brennan, J.H.: “Magick for beginners”
(3) Sadhu, Mouni: op. cit.