En otros artículos de este blog hemos hablado de la simbología geométrica y hemos señalado que la oposición Cielo-Tierra podía representarse con un círculo y un cuadrado.

La Tierra -con sus cuatro direcciones y en relación a los cuatro elementos clásicos de la naturaleza material (tierra, agua, aire y fuego), se asoció con el cuadrado.

Por el contrario, al observar la bóveda celeste, su forma y los ciclos de la naturaleza, los antiguos consideraron que la forma geométrica ideal que podía asociarse con el cielo era el círculo.

En el cielo observaron dos círculos: uno caliente y constante en su circularidad, el sol, y otro frío y que iba cambiando su forma, la luna. 

Si nos adentramos en las tradiciones originarias de los pueblos de norteamérica, observaremos varios símbolos marcantes pero hay uno que se repite a lo largo de todo el continente: me estoy refiriendo, justamente, al círculo.

Alce Negro, el conocido Wichasha Wakan de los sioux oglala, explicó que «todo lo que hace el poder del Universo lo hace en forma de círculo. El cielo es circular y he oído decir que la tierra es redonda como una bola, y también las estrellas son redondas. El viento, en su fuerza máxima, se arremolina, Los pájaros hacen sus nidos en forma de círculos, pues tienen la misma religión que nosotros. El sol sale y se pone en círculo, como la luna, y ambos son redondos. Incluso las estaciones forman un círculo enorme en su mutación, y vuelven siempre a donde estuvieron. La vida del hombre es un círculo de infancia a infancia, y lo mismo ocurre en todas las cosas en que el poder reside. Nuestros tipis eran redondos como los nidos de los pájaros, y siempre se disponían en círculo, el aro de la nación, nido de múltiples nidos, en que el Gran Espíritu deseaba que nosotros empollásemos nuestros hijos». 

Para estos pueblos de las praderas, que vivían al aire libre, era usual que la comunidad se congregara en torno a grandes hogueras de celebración donde formaban un gran círculo, a través de la cual la forma circular pasó a ser entendida también como un símbolo de fraternidad, donde hombres y mujeres se colocaban de manera equidistante de una fuente de luz y calor para vivir experiencias comunes, danzas, ceremonias y concordia.

Por otro lado, en lo ritualístico, los círculos humanos se han utilizado para prácticas de sanación e incluso para establecer vórtices energéticos, ejes que conecten el cielo con la tierra, pero meternos en este tema nos desviaría del presente video.

Para varias comunidades indígenas de Norteamérica hay una forma circular que posee un enorme valor simbólico: la rueda de la medicina.

Esta rueda está compuesta de un círculo que sirve como base, donde se cruzan dos líneas rectas que lo dividen en cuatro partes que aparecen pintadas de diferentes colores. Estos colores cambian según las diferentes naciones, tribus o familias pero la forma más habitual de la rueda de la medicina posee los colores rojo, amarillo, negro y blanco. Qué casualidad o causalidad que estos sean justamente los colores de las cuatro etapas de la Gran Obra alquímica: negro (asociado al nigredo), blanco (al albedo), amarillo (a citrinitas) y rojo (rubedo). Pero dejemos pasar esta coincidencia para seguir analizando este bello símbolo.

En su forma moderna, la rueda data de 1972, a fin de ser usada como un recurso pedagógico para la transmisión de ciertos conocimientos ancestrales, aunque en el pasado se construyeron (y aún pueden observarse y visitarse) monumentos de piedra que ilustran estas ideas.

Las ruedas de la medicina pétreas constan de un círculo con un punto central marcante y rayos (o sea filas de piedras) que marcan los puntos cardinales y, a veces, los puntos laterales y colaterales, como sucede en la rosa de los vientos. 

Aunque la rueda se puede contemplar como bi-dimensional, muchas veces se nos dice que debemos entenderla de forma tri-dimensional, es decir que podría imaginarse flotando en el espacio como una esfera perfecta, marcando los cuatro puntos cardinales más el vínculo con lo de arriba (el Padre Cielo), lo de abajo (la Madre Tierra) y determinando un séptimo punto, una séptima dirección, que constituye el centro del mundo.

Sobre esto, María Fradera y Teresa Guardans dicen: “Cuentan los indios lakota que cuando Wakan Tanka hubo dispuesto las seis direcciones (el Este, el Sur, el Oeste, el Norte, arriba y abajo), quedaba todavía por fijar la séptima. Wakan Tanka sabía que esa última dirección –la de la sabiduría– sería la más poderosa, y quería situarla donde no fuera fácil dar con ella. Por ello eligió un lugar en el que no suelen pensar los seres humanos: el corazón de cada uno. Desde entonces ésa es la dirección de la sabiduría”.

Las cuatro partes de la rueda de la medicina se asocian, desde lo simbólico, a diferentes conceptos o aspectos del Espíritu Universal, y esto dependerá de los diferentes pueblos, pero, a modo de resumen, podemos decir que:

El Este (Gi) es de color amarillo y es un espacio de luz y claridad, el punto cardinal de donde viene el sol. Es el inicio del nuevo día. El animal totémico que lo representa es el águila y conecta con los ideales elevados que permiten tener una visión panorámica e integral de la vida. También suele asociarse con la libertad y el elemento aire.

El Sur (Okaga Ska) es de color rojo y es un espacio entre el mundo visible y el mundo invisible, el lugar donde el sol está en su punto más alto, el mediodía, por lo cual lo podemos asociar al sol y al crecimiento. Cuando los seres queridos pasan la transición, es decir la muerte, se dirigen a través de la vía láctea de regreso al sur. Su animal totémico es el ratón, que nos enseña a penetrar en las profundidades, en observar con detenimiento, actuando con inteligencia. El elemento asociado es el fuego.

El Oeste (Sapa) es de color negro, es el espacio del ocaso, donde el sol se pone, un lugar de oscuridad y esto se relaciona a la soledad y la introspección. Su animal totémico es el oso grizzly, de gran fortaleza y el elemento vinculado es el agua.

El Norte (Luta) es de color blanco, que se asocia a la nieve y podemos considerarlo un espacio de renovación espiritual, de pruebas, dificultades y desafíos. Su animal totémico es el bisonte, que era fundamental para la supervivencia de los pueblos de las praderas. El elemento asociado es la tierra.

Estas cuatro direcciones determinan cuatro grandes poderes: la iluminación del este, la plenitud o inocencia del sur, la introspección del oeste y la sabiduría renovadora del norte.

No es raro encontrar ruedas de la medicina con muchos otras correspondencias, ya que siempre los símbolos conectan con otros símbolos y siempre se pueden hacer asociaciones, aunque siempre es bueno recordar que este ejercicio nunca debería quedar solamente en el plano mental, es decir hacer correspondencias por divertimento o por un mero placer intelectual sino que debería servirnos de impulso para conectar con los símbolos. 

¿Estudias la luna? Sale en las noches y observa la luna. ¿Quieres conocer más del sol? Deja que tu piel sienta el calorcito de las mañanas de verano. ¿Quieres conectar con el símbolo del árbol? Cierra ese diccionario de símbolos, sal a la calle y toca un árbol. Y podríamos seguir, con la montaña, con el sendero. Los símbolos son útiles en la medida que son vividos, convertidos en carne y sangre. 

Y, en este sentido, la rueda de la medicina puede servirnos perfectamente para conectar con los ciclos, tanto los de la naturaleza como nuestros propios ciclos, para entender el sentido cíclico de la existencia y para vivir plenamente nuestra vida cotidiana.