Aunque el camino espiritual tenga que ser recorrido individualmente, siempre existe la posibilidad de hacerlo acompañado, disfrutando de cada paso junto a personas que vibren en nuestra sintonía.
Hablo de nuestros compañeros de viaje, camaradas, cómplices, compinches, en otras palabras todas aquellas personas que conforman nuestra Familia espiritual, Hermanos y Hermanas que no son mejores ni diferentes a los demás sino que comparten con nosotros un mismo Ideal trascendente, que marca un punto de reencuentro y que -muchas veces- implica la reanudación de una empresa que quedó inconclusa en otras vidas, en otros tiempos.
La Familia espiritual es un núcleo de aprendizaje que trasciende esta presente encarnación. Las enseñanzas esotéricas dicen que así como existe un karma personal que marca nuestro rumbo a lo largo de las vidas donde hay un hilo conductor que es el Alma espiritual, esa Alma peregrina de la que hemos hablado en otros videos, del mismo modo existen vínculos interpersonales que son atemporales y que están sujetos a un karma grupal, el cual nos permite conectar con otras personas más allá del tiempo y del espacio.
Esta idea aparece expresada de una forma muy bella en la tradición chino-japonesa del hilo rojo del destino que puede resumirse en una frase: “Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper”.
Cada una de nuestras encarnaciones puede considerarse un eslabón de una cadena, una perla engarzada en un hilo de oro, un capítulo de una larga novela y una de nuestras tareas existenciales en cada una de las vidas es “recapitular”, es decir recuperar el mismo nivel de conciencia alcanzado en la vida anterior. Es importante saber que ningún esfuerzo se pierde.
Las vidas anteriores influyen en nosotros a través de impresiones grabadas en nuestra Alma-peregrina y que tienen como fuente de origen nuestras emociones y pensamientos del pasado. En otras palabras, estas impresiones (que en Oriente reciben el nombre de samskaras) son el sedimento astral y mental de nuestras anteriores vidas, la quintaesencia experiencial que reaparece en la forma de tendencias o “vasanas”, es decir hábitos positivos o negativos, manifestados como aficiones, aptitudes, habilidades, gustos, reminiscencias, miedos, intereses, aversiones, etc. Así como esas tendencias provienen de acciones del pasado, del mismo modo en este momento estamos generando los tendencias que nos regirán en vidas futuras.
Dicho de otra forma: en cada encarnación, las diferentes experiencias, vivencias, aprendizajes, pueden asociarse a pensamientos, deseos y emociones, que quedan registrados como impresiones en nuestra Alma espiritual, manifestándose en tendencias vitales, que pueden considerarse la herencia que hemos recibido de anteriores encarnaciones.
Estas impresiones o “vasanas” (1) no son otra cosa que “huellas kármicas” y -a través de eventos “causales” y de sincronicidades asombrosas- nos permiten entrar en contacto con nuestra familia espiritual y reconocer a aquellos compañeros de aventuras más allá de su edad, nacionalidad, sexo, clase social, religión, etc. Más allá de las apariencias externas, más allá del tiempo y el espacio, hay “algo” que permanece, un lazo magnético o atracción invisible que nos impulsa a congregarnos y a constituir una alternativa consciente al materialismo reinante, la vanguardia de un mundo nuevo y mejor.
Hay cuatro conceptos que definen, caracterizan y enmarcan a esta Familia Espiritual de la que venimos hablando:
La Concordia (Con=juntos, Cordis=corazón) y que significa hacer palpitar nuestros corazones al unísono.
La Filadelfia (Philos=amor, adelfos=hermanos), o sea el amor fraternal.
La Conspiración (Con=juntos, Spirare=Respirar), trabajar unidos en pro de un mundo nuevo y mejor.
La Sinergia (del griego sin=con y ergasia=trabajo), es decir una labor conjunta donde el todo es superior a la suma de las partes, en otras palabras, 1+1=3.
Nuestra Familia espiritual nos brinda aliento, consuelo, ayuda y nos sirve como punto de referencia e inspiración, por lo cual es preciso que nos asociemos con personas nobles y entusiastas, evitando a toda costa a la gente tóxica que siempre busca desanimarnos, distraernos, minar nuestros esfuerzos. Jim Rohn decía algo muy interesante: “Somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo”, que no es otra cosa de formular de un modo distinto un viejo dicho popular: “Dime con quien andas y te diré quien eres” (2). Y esto mismo se dice en Proverbios 13:20: “El que anda con sabios, sabio será, mas el que se junta con necios se echa a perder”.
Esta idea de un núcleo de almas trabajando al unisono es alentadora, y soy un convencido de que el Ideal Iniciático (3) es un punto de confluencia, una oportunidad para comenzar o retomar un trabajo que viene de lejos y que nos permite entrar en contacto con otros idealistas que forman parte (la mayoría de veces sin saberlo) de una “nobleza del corazón”. Esta nobleza cordial o espiritual no tiene nada que ver con privilegios hereditarios ni con linajes de rancio abolengo ni tampoco significa una superioridad moral o espiritual sino que está ligada al reconocimiento de que somos nobles viajeros de regreso a casa y que en lo más profundo de nuestro corazón hay una chispita de luz que nos hermana y que -al mismo tiempo- nos compromete a pasar a la acción.
Quiero terminar este vartículo con un cuento corto y muy inspirador que refleja todo lo expresado anteriormente: “Un explorador se encontraba totalmente perdido en la selva. Estaba sediendo, débil y a merced de las alimañas y los animales feroces. De pronto divisó a lo lejos a otro explorador que estaba en las mismas condiciones. Los dos hombres corrieron y se saludaron con alegría, exclamando al unísono: “¡Qué suerte que nos encontramos!”.
Notas del texto
(1) Los vasanas pueden ser negativos o positivos, del mismo modo que existen buenos hábitos y malos hábitos. En verdad, los vasanas negativos (bandha vasana o bandha hetuh) son aquellos que nos atan a la materia y nos llevan al olvido del Ser, mientras que los positivos (bhoga vasana o bhoga hetuh) nos llevan hacia la Paz Profunda, el recuerdo de sí y, por último, la liberación. Ramana Maharshi habla también de cuatro tipos de vasanas: puro (suddha), impuro (malina), mixto (madhya) y bueno (sat). En relación con las tres gunas, los vasanas pueden ser rajásicos, tamásicos o sátticos.
Algunos textos místicos de Oriente hablan de la necesidad de erradicar todos los vasanas e incluso los buenos. Ramana dice: “Las buenas tendencias (suvasana) son cultivadas y también deben ser destruidas finalmente por jnana”, para alcanzar finalmente la liberación o moksha y Sai Baba comenta lo siguiente: “Cuando los vasanas impuros son superados, gracias a la influencia de los vasanas puros, llega el momento en que uno tiene que superar a ambos. Esto significa que aun el más puro de los vasanas o impulsos, el deseo de moksha o liberación, ha de desaparecer con el tiempo. Sólo entonces puedes tú convertirte en eso. Un grillete es un grillete, sea de hierro, o sea de oro. Uno debe estar libre de ambos. Es decir, uno debe lograr llegar a una etapa donde ni el bien ni el mal le atraigan o le repelan”. Sin embargo, y desde una perspectiva iniciática, esta “liberación” forma parte de una etapa que sucede a la Iniciación, correspondiente a los llamados “Misterios Mayores”. Por lo tanto, nuestra preocupación actual no debería ser la eliminación de estos vasanas positivos sino la transmutación de los hábitos negativos en positivos. Dicho de otro modo y en relación con la “Escuela de la vida”, la superación de los vasanas corresponde a los estudios universitarios, mientras que la mayoría nosotros aún está cursando el Kindergarten.
(2) “El que anda con sabios, sabio será, mas el que se junta con necios se echa a perder” (Proverbios 13:20).
(3) El Ideal Iniciático está asociado a un marco conductual virtuoso conformado por ideas supremas como lo Bueno, lo Justo, lo Bello y lo Verdadero, las cuales deben ser encarnadas (hacerse carne y sangre en cada uno nosotros), en un proceso que concilia el recto pensamiento con la recta acción y que nos lleva a la armonía de los opuestos. En otras palabras, este Ideal tiene como propósito la Unidad y, por lo tanto, todo lo que conduzca a esa Unidad debe considerarse bueno, justo, bello y verdadero, y al mismo tiempo, todo lo que nos aleje de ella será malo, injusto, feo y falaz.