Varias veces, en el canal de YouTube y en otras instancias, nos han preguntado si Helena Petrovna Blavatsky fue rosacruz.
En primer lugar, hay que decir que Blavatsky tiene defensores y detractores y éstos siempre quieren que tomemos partido, y aquí ya lo hemos dicho: Blavatsky tiene luces y sombras, pero nadie puede negar su papel fundamental y protagónico en el esoterismo moderno. Así como se puede hablar de antes de Platón y después de Platón, o bien antes de Einstein y después de Einstein, y de muchas personas que con su vida determinaron el rumbo de la disciplina en la que se destacaron, también es posible hablar del esoterismo en occidente antes de H.P. Blavatsky y después de H.P. Blavatsky. Esa no es una opinión sino un hecho, guste o no, y la figura de H.P.B. fue determinante para la conexión de las corrientes esotéricas de Oriente y Occidente sin dejar de lado otras ramas que no siempre son contempladas como la polinesia y las originarias de nuestra América.
Sin introducirnos en detalle en su biografía, sabemos que desde su adolescencia, Blavatsky estuvo en contacto con personajes interesantes, masones, rosacruces y hermetistas de los que recibió sus primeras enseñanzas esotéricas.
En esos días, cuando contaba con solamente 11 años de edad, descubrió la biblioteca de su bisabuelo materno Paul Vasilyevitch Dolgurouki que había sido iniciado en varias sociedades secretas y que -según se decía- había construido un completo laboratorio de alquimia.
Sobre esto, dice la propia Blavatsky: “Mi bisabuelo materno, Príncipe Paul Vasilyevitch Dolgurouki, tenía una extraña biblioteca que contenía centenares de libros sobre alquimia, magia y otras ciencias ocultas. Yo los leí con gran interés antes de los 15 años. Todas las artes y magias de la Edad Media, tenidas como diabólicas, encontraron refugio en mi cabeza y luego ni Paracelso, Kunrath ni Agrippa habrían tenido algo para enseñarme. Todos ellos hablaban del ‹casamiento de la Virgen Roja con el Hierofante›, y de aquél del ‹mineral astral con la sibila›, de la combinación de los principios femenino y masculino en ciertas operaciones alquímicas y mágicas”.
En esos días, Blavatsky entabló amistad con el príncipe Galitzin que -según cuenta Marina Cesar Sisson- era “un masón que tenía la reputación de ser un mago. Él acostumbraba a hacer visitas frecuentes a la casa de los abuelos de H.P.B., cuando estos residían en Tiflis. […] El Príncipe Galitzin acostumbraba a tener largas conversaciones con Helena” y en estas charlas podemos encontrar la semilla de los largos viajes posteriores a Egipto, Oriente, Tibet y América, siempre en busca del conocimiento oculto.
Incluso sabemos que, en el año 1849, poco antes de casarse con Nikifor Blavatsky, HPB había huído de su casa siguiendo a Galitzin y no sabemos mucho de su odisea que no fue una aventura romántica como podríamos suponer sino una empecinada e infructuosa búsqueda de ciertos sabios que podríamos identificar como los Maestros o Adeptos. Después de su fallido matrimonio, HPB continuó con esta búsqueda por todo el globo.
En la biblioteca de su bisabuelo y en la amistad con Galitzin podemos encontrar algunas pistas del contacto de HPB con la Rosacruz, donde quedó fascinada con el personaje de Cagliostro y no sabemos cuando ni donde, pero lo cierto es que Blavatsky se hizo con una joya rosacruz de este personaje, un colgante de plata y oro donde destaca un pelícano alimentando a sus crías y donde hay otras piedras preciosas y semipreciosas incrustadas de diferentes colores.
Según se ha dicho de esta joya, las piedras preciosas del emblema son galvanómetros naturales que responden a las vibraciones vitales de su poseedor. Incluso se sabe que los poseedores de la joya cambiaron las piedras y sus disposiciones en relación a los diferentes beneficios gemoterapéuticos de éstas.
Si la miramos con detenimiento, la joya se corresponde al emblema del grado 18 de la Masonería, Príncipe Rosacruz. Hay muchas versiones de esta joya e incluso las referencias numerológicas cambian, pero una de las más clásicas muestra siete polluelos y siete piedras en la parte inferior, haciendo referencia al rico simbolismo del número siete.
Según está documentado, Blavatsky recibió la joya de un Adepto (no sabemos de quien pero Rukmini Devi deja entrever que se trataría del Príncipe Rakoczy), y luego pasó a manos de Annie Besant, presidenta de la Sociedad Teosófica que aquí vemos luciendo la joya en esta fotografía realizada en 1902 en la ciudad de Florencia. De Besant la joya pasó a Francesca Arundale y de esta a su nuera, Rukmini Devi. A la muerte de Rukmini, la joya fue entregada a la Sociedad Teosófica y hoy en día está en Adyar (India).
Lo cierto es que de esta joya no es posible sacar muchas conclusiones, más allá de la admiración que HPB tenía por Cagliostro y de sentirse identificada con el símbolo del pelícano. De hecho, en su última voluntad, publicada en “The Path” en 1892, HPB escribió:
«Muchos son los llamados pero pocos los escogidos. (…) y yo estoy lista, como el pelícano de los rosacruces (…) a alimentar, con la sangre de mi corazón, a los ‘Siete’ escogidos”.
Otro punto interesante con relación a Blavatsky y al rosacrucismo lo podemos encontrar en la misma fundación de la Sociedad Teosófica.
Poco tiempo antes de este acontecimiento, ella escribió: “M (es decir, el Mahatma Morya) trae órdenes de formar una Sociedad –una Sociedad secreta como la Logia Rosacruz. Él promete ayudar”.
El coronel Olcott dice que, en el momento de ser fundada de la Sociedad Teosófica se barajaron varios nombres entre ellos Sociedad Egiptológica, Hermética, Rosa-Cruz, etc. es decir que la Sociedad Teosófica pudo haberse llamado perfectamente Sociedad Rosacruz, aunque este nombre la habría situado en la tradición occidental, por lo cual finalmente se optó por el nombre “teosofía” que daba más amplitud y que permitía conectar mejor con las concepciones orientales, especialmente con las de India y Tibet.
Lo cierto es que todos los movimientos neorosacruces posteriores se vieron influidos, en mayor o menor medida, de la Teosofía Blavatskiana, tanto la FRA de Krumm-Heller, la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel, la Orden AMORC de Spencer Lewis, la Antroposofía de Rudolf Steiner y obviamente la Orden del Templo de la Rosacruz gestada en el mismo seno de la Sociedad Teosófica por Annie Besant, James Wedgwood y Marie Russak.
No podemos olvidar en esta reseña a Franz Hartmann, teósofo y rosacruz alemán, discípulo de Blavatsky y que podemos considerar un puente o una conexión entre esta y la Rosacruz subterránea europea.
Aquí vale la pena detenernos un instante para apreciar de qué forma el rosacrucismo se desarrolla en los siglos XVIII y XIX. Podemos detectar, después de los manifiestos y del trabajo de Johann Valentinus Andreae, dos líneas principales: una evidente, muy conectada a la Masonería y que puede rastrearse de forma documental, principalmente en la llamada Rosacruz de Oro y movimientos similares, en ciudades y muchas veces en vinculación con eruditos, doctores y nobles, y otra rosacruz subterránea, desarrollada en zonas rurales, cerca de los bosques, con el foco puesto en la obra de Paracelso, Jacob Boehme, Karl von Eckartshausen, Angelus Silesius, Johann Gichtel, Johann Baptist Kerning y Valentin Weigel.
El punto geográfico central de este movimiento puede situarse en el eje Turingia-Nuremberg-Kempten, donde al parecer estos rosacruces o Hermanos de los bosques (Waldbrüder) se congregaban secretamente para realizar sus rituales forestales. En ocasiones se traza una línea de Darmstadt a Praga para formar una cruz geográfica donde estaría situadas estas actividades.
En vinculación con esto, la ciudad de Kempten es fundamental porque allí vivió Alois Mailander que podemos considerar algo así como el eslabón perdido entre la rosacruz subterránea, el pietismo, la Teosofía y el rosacrucismo posterior.
Mailander había sido discípulo de un misterioso personaje conocido como Frater Prestel,que sabemos que fue un maestro carpintero, rosacruz y alquimista.
Según cuenta Richard Cloud, Blavatsky afirmó -a fines del siglo XIX- que existía un solo adepto vivo en Alemania y que ese adepto se encontraba en Kempten. Por otro lado, Willy Schroedter en su obra “A Rosicrucian Notebook” sostiene que HPB era miembro o al menos estaba en contacto con la escuela de Mailander, la “Bund der Verheißung” (Pacto de promesa), pero este dato no hemos podido corroborarlo.
Lo que sí es cierto es que los primeros teósofos alemanes (Franz Hartmann, los Gebhard, Friedrich Eckstein y Gustav Meyrink) iban casi en peregrinación a Kempten para visitar a Mailander y recibir sus enseñanzas, en especial los llamados “Ejercicios de Kerning”. De hecho, el propio Hartmann formó la Orden Rosacruz Esotérica e intentó formar en Kempten un monasterio teosófico-rosacruz que puede llegar a vislumbrarse en su obra “Una aventura en la mansión de los adeptos rosacruces”.
Después de este recorrido, volvamos a la pregunta inicial: “¿Fue rosacruz Helena Petrovna Blavatsky?”. No hay documentación suficiente para responder debidamente esta pregunta, pero lo cierto es que ella estuvo en contacto con varias personas vinculadas directamente con el impulso rosacruz y, de hecho, su influencia en las escuelas rosacruces o neorosacruces posteriores es innegable.