En los desfiles triunfales de la Antigua Roma, en medio de la algarabía por la victoria y la gloria, el triunfador, es decir, el líder triunfante montado en su cuadrilla, tenía a su lado un siervo que le repetía a su oído, como si fuese un mantra, estas palabras: «Mira atrás y recuerda que sólo eres un hombre», para luego agregar al cabo de un instante: «Memento mori, recuerda que vas a morir».

Recordar la muerte, la presencia de la muerte, de nuestra propia muerte, este parece ser un ejercicio macabro o quizás masoquista. Algunos podrán considerar que es así, pero en una sociedad como la nuestra, que trata de ignorar a la muerte, meterla debajo de la alfombra, es un ejercicio que, yo diría, indispensable.

Steve Jobs, en su célebre discurso en Stanford en el año 2005, o sea, seis años antes de dejar este plano, habló sin tapujos, sin anestesias, acerca de la finitud de la vida. Veamos este video porque creo que realmente vale la pena:

Imagínense a una muchachada de veintipocos años, recién graduada en una universidad prestigiosa, dispuesta a comerse el mundo, y llega un tipo a hablarles en su fiesta de graduación y le dice que se van a morir. E incluso comenta: «La muerte es el mejor invento de la vida». Muy fuerte, ¿no?

Bueno, si estamos dispuestos a adoptar a la muerte como maestra, como compañera, como consejera, vamos a encontrar en ella una excelente aliada para darle sentido a nuestra existencia. A fin de aprovechar al máximo las lecciones de esta encarnación, las enseñanzas iniciáticas le quitan el aguijón a la muerte porque ven en ella no una simple aniquilación, sino una transición, el pasaje a otra forma de existencia en otros planos de realidad. Pero aún teniendo en cuenta esto, podemos, incluso yo diría, debemos usar la muerte como recordatorio de que esta existencia que estamos viviendo, en este país, en concreto, con esta familia, con estos amigos, con esta escenografía vital, bueno, se va a terminar en algún momento.

Todo pasa, y como bien señala el Kybalion: «No hay realidades. Nada es firme, nada duradero, fijo o sustancial. Nada permanece. Todo es cambio». La muerte nos recuerda que nuestro tiempo en la tierra es finito y que tenemos que vivir la vida plenamente, sacarle el jugo al máximo, aprovechar cada minuto.

Decía Séneca: «Nadie valora el tiempo y lo gastamos de manera extravagante». Pero piensa en la reacción de esas mismas personas cuando el médico les dice que su muerte está cerca. ¿Estarían dispuestos a gastar su tiempo de manera extravagante entonces? Probablemente no. Por eso, debemos tomar conciencia de la fugacidad de la vida y vivir cada día como si fuera el último, sin dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.

Además, recordar la muerte también nos ayuda a poner en perspectiva nuestras preocupaciones y problemas cotidianos. Muchas veces nos aferramos a cosas que en realidad no tienen tanta importancia, y olvidamos lo que realmente importa. La muerte nos hace ver lo efímero de la vida y nos invita a enfocarnos en lo que realmente importa, como nuestras relaciones, nuestras pasiones y nuestros valores.

En resumen, recordar la muerte puede parecer un ejercicio sombrío y deprimente, pero en realidad es un recordatorio poderoso de la finitud de la vida y de la importancia de vivirla plenamente. Adoptar a la muerte como maestra nos ayuda a poner en perspectiva nuestras preocupaciones y a enfocarnos en lo que realmente importa.

Como dijo el poeta Rumi: «Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre».