La Rosacruz, como toda corriente iniciática, suele suministrar sus enseñanzas de forma gradual atendiendo a tres competencias educativas fundamentales: el conocimiento (lo que puede conocerse y comprenderse), las habilidades (cómo utilizamos ese conocimiento) y la actitud (cómo actuamos en el mundo). Esto puede resumirse en una tríada esencial: conocer, hacer y ser, la cual busca un equilibrio entre la teoría, la práctica y la realización espiritual.
A fin de ofrecer una formación progresiva, las organizaciones rosacruces trabajan en niveles o grados.
En la Rosacruz fundacional, en el marco de la “Fama Fraternitatis” y “Confessio Fraternitatis”, no existía un sistema de grados y la primera estructura con niveles la podemos observar en la Orden der Unzertrennlichen (Orden de los inseparables) también conocida como “Venerabilis Reverenda Confoederatio Inseparabilium”, una organización de corte rosacruz que habría sido fundada en 1617 en el Palacio de Weimar por Johann Ernst el Joven y otros nobles germanos. Esta Orden tenía un sistema iniciático estructurado en cinco grados donde se profundizaba en el conocimiento hermético.
Los principales símbolos de los Inseparables eran el sol, la luna y las estrellas además de una figura femenina que representaba la Pansofía, una brújula, un círculo y tres globos. También se hacía referencia a un ascenso por siete peldaños hasta una “fuente de sabiduría” del “más alto arquitecto del mundo”.
Como ya dije antes, esta Orden tenía cinco grados de formación vinculados al proceso alquímico. Los iniciados de los primeros grados portaban una cruz plateada y los de los grados superiores una cruz de oro. Según revela Christopher McIntosh en relación con los Inseparables (y este detalle también se cuenta en varias escuelas rosacruces) cuando un Hermano alcanzaba el grado más alto ingresaba en una Orden Interna donde a la cruz dorada se le agregaba una rosa para constituir así la rosacruz de oro.
Los Inseparables tuvieron un vínculo con la Orden de la Rosacruz de Oro de Sincerus Renatus en el siglo XVII, la cual fue sistematizada años más tarde por Hermann Fictuld y que sirvió de fundamento a la Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema.
En este momento, la Rosacruz se divide en movimiento subterráneo, del cual sabemos muy poco, y la Rosacruz exterior, con vínculos y coincidencias con la Masonería manifestada bajo la forma de la citada Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema, que tenía 9 grados adoptados después de la convención de 1777:
Zelator, Theoricus, Practicus, Philosophus, Adeptus Minor, Adeptus Major, Adeptus Exemptus, Magister y Magus. Además de estos grados, existía un pre-grado o período de probación que tenía el nombre de “Junior”.
Cuando esta organización entró en declive aparecieron grupos masónicos como la Societas Rosicruciana in Anglia, que adoptó un sistema de grados casi calcado de la Rosacruz de Oro, con una Primera Orden con los grados de Zelator, Theoricus, Practicus y Philosophus, una Segunda Orden con los grados de Adeptus Minor, Adeptus Major y Adeptus Exemptus, y por último una Tercera Orden con los grados de Magister y Magus.
La Golden Dawn, inspirada en este sistema, trató de hacerlo coincidir con los sefirot del Árbol de la Vida para constituir un sistema de diez grados, agregando un décimo grado: Ipsissimus.
En Francia, a fines del siglo XIX, apareció otro grupo neo-rosacruz en vinculación con el conocimiento cabalístico, hacia 1887, de la mano de Stanislas de Guaita y Josephin Peladan, y que recibió el nombre de “Orden Kabalística de la Rosacruz”. Los nombres de los grados eran bastante distintos: Bachiller en Cábala, Licenciado en Cábala y Doctor en Cábala.
Estos nombres curiosos fueron explicados en la revista “L`Initiation” en 1889:
“La Orden Kabalística de la Rosacruz confiere grados de universidad libre. Otorga también algunos títulos de Doctor. El primer exámen está sancionado por el título de Bachiller en Cábala, el segundo por el de Licenciado en Cábala. Finalmente, un tercer exámen, que comporta la presentación y defensa de una tesis con discusión sobre todos los puntos de la Tradición, confiere el Doctorado”.
En otras palabras, esta organización tomaba prestados del mundo académico ciertos términos como bachiller, doctor, etc., en una estructura donde los conocimientos teóricos eran esenciales.
En la Orden Rosacruz AMORC se establece un sistema de tres grados preliminares o atrium, a modo de probación, y luego nueve grados de templo, cuyos nombres remiten a la Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema. Al final hay tres grados superiores llamados “Illuminati” y luego están los llamados “planos” donde se complementan las enseñanzas que se han estudiado a lo largo de los años.
En el caso de la Fraternidad Rosacruz Max Heindel, el Lectorium Rosicrucianum o la Fraternitas Rosicruciana Antiqua no se trabaja en grados sino en otras formas de estudio progresivo.
En nuestra Orden Rosacruz Iniciática trabajamos en un sistema de cinco grados del que ya hemos hablado en otras ocasiones: Cuervo (Nigredo, color negro, elemento Tierra), Cisne (Albedo, color blanco, elemento Agua), Águila (Citrinitas, color amarillo, elemento Aire), Pelícano (Rubedo, color rojo, elemento Fuego) y Fénix (Gran Obra concluída, color violeta, Quinto Elemento).
Los grados en lo presencial tienen su correspondencia en lo virtual y así el estudiante de la Orden Rosacruz Iniciática pasa, en sus años de formación, en primer lugar con un año de probación y luego por cinco cámaras de estudio: Cámara Negra, Cámara Blanca, Cámara Amarilla, Cámara Roja y Cámara Alta. En la virtualidad, el estudiante puede avanzar por las cámaras y no necesariamente activar los grados. Esta activación o iniciación se realiza únicamente de modo presencial. Para iniciarse en el grado de cuervo, el estudiante debe haber concluido su etapa de probacionismo y presentarse en un retiro, unas jornadas iniciáticas o encuentro donde pueda iniciarse.
¿Por qué cinco grados? Hay tres explicaciones que se complementan para esto. En primer lugar, la lógica de los cuatro elementos tradicionales más uno que sirve de fundamento, el Éter, la quintaesencia, el quinto elemento aunque en verdad deberiamos considerarlo el primero. Es la cruz y el punto central.
En segundo lugar, el carácter impar del número de grados. Si recurrimos al famoso arquitecto romano Vitruvio encontraremos esta referencia a las escaleras: “Las gradas se harán siempre impares para que empezándolas a subir con el pie derecho, sea éste el que llegue primero al llano del Templo”. Esta característica señalada por Vitruvio tiene dos fundamentaciones: una popular (es de buen augurio finalizar las cosas con el mismo pie con el que se comenzó, generalmente el pie derecho) y otra filosófica (en el esquema pitagórico los números impares eran considerados más perfectos que los números pares).
Cuatro pasos y finalmente se accede al quinto, que vinculamos con el Éter y con un recinto trascendente que se llama de varias formas: “Sancta Santorum”, “Adytum”, Santuario del Ser”, “kodesh ha-kodashim”, o “Debir”, un espacio sagrado, el habitáculo de la divinidad, el punto de contacto simbólico con lo más alto.
En tercer lugar, los cinco grados remiten a la Orden de los inseparables. que -como ya dijimos- fue la primera estructura de corte rosacruz en establecer un sistema de grados vinculándolo con el proceso de la Gran Obra.
En todos los casos, la progresión en grados supone un avance y un ascenso, un marco simbólico que enfatice en nuestro subconsciente la idea de un proceso constante y ascendente, una evolución continua hacia niveles superiores de comprensión y realización espiritual.
El verdadero valor de los grados radica en el trabajo interno y en encarnar las enseñanzas (es decir, hacerlas carne, traerlas a la cotidianidad). Cada grado proporciona herramientas, conocimientos y experiencias que son útiles para el proceso espiritual, pero la forma en que estas herramientas son utilizadas y la profundidad del impacto que tienen en la vida del iniciado dependen de su compromiso, constancia, coherencia y confianza, las cuatro C del discipulado.