Según la Filosofía Iniciática y las corrientes sapienciales, el beso tiene un profundo simbolismo que vamos a analizar a vuelo de pájaro en este artículo.

En primer lugar es importante decir que el beso, y estamos hablando del beso en la boca, representa la conexión de dos almas espirituales que -valiéndose de su vehículo terrenal, es decir el cuerpo físico- logran trascender las limitaciones del plano manifestado y conectar más allá del tiempo y del espacio, lo que les permite fundirse en un solo ser.

Siendo así, el beso como conexión metafísica es una forma de comunicación profunda que va más allá de las palabras y permite que dos almas espirituales se entiendan y se reconozcan mutuamente.

El beso también es una comunión, y aquí apelamos al sentido original de esta palabra: “común unión”, ya que éste permite olvidar, al menos por un momento, los problemas y las limitaciones, para sumergirnos en un no-tiempo, un no-espacio.

Platón habló largamente sobre esta conexión entre dos almas en su diálogo “El banquete” y muchos siglos después, Søren Kierkegaard, aseguró que el beso carece de valor en sí mismo, en el sentido que un beso robado o forzado, accidental, en una actuación teatral o entre niños, no es más que un simple contacto de bocas sin significado alguno. El beso que, según Kierkegaard, vale la pena atender es el beso profundo, que surge del deseo de conectar dos bocas en primer lugar y dos almas en segundo lugar.

En la tradición judeo-cristiana, el beso tiene una connotación similar y vale la pena recordar el Cantar de Salomón, más conocido como el cantar de los cantares, donde el beso aparece como una experiencia sensorial y erótica que es la contraparte de una experiencia suprasensorial y espiritual.

“¡Que me bese con los besos de su boca!”, dice este texto tradicional y en el fondo, de lo que se está hablando es de una experiencia mística, de una unión trascendente entre Dios y el alma humana. Esto es interesante porque, en este sentido, al besar al amado, que es la divinidad encarnada, puedo llegar a conectar con Dios. Esto lo vimos cuando hablamos en un artículo anterior del saludo indio de “Namasté”, que significa “Lo divino en mí saluda a lo divino en ti” y en la práctica del besar -desde una perspectiva más trascendente- significa que el otro nunca es el otro sino que es Dios disfrazado. Por eso dice el Zohar: “el besar expresa la adhesión de espíritu a espíritu”.

Desde la visión tántrica, el hombre y la mujer son manifestaciones “polares” de carne y hueso, pero pueden trascender la existencia material que los confina a cuerpos masculinos o femeninos mediante una unión sagrada por encima del tiempo y del espacio profanos y que hace posible que dos seres se conviertan en uno solo, a través de la cópula entendida como un acto mágico-sexual. En este sentido, en una unión sexual sagrada, los amantes repiten a escala microcósmica el evento macrocósmico de la creación, reproduciendo ritualmente la unión de Shiva y Shakti. Por esto, en un contexto sagrado, cuando Pedro y María hacen el amor y se besan, dejan de ser Pedro y María para habitar en un no-tiempo o “in illo tempore”, como diría Mircea Eliade, para convertirse en Shiva y Shakti o bien Osiris e Isis en algunos ritos occidentales, en otras palabras el eterno masculino y el eterno femenino.

En las doctrinas tántricas, el beso es considerado como una de las formas más sagradas de contacto físico entre dos personas y para algunos autores, es una forma simple de despertar la conciencia del momento presente. Al besar, los amantes no piensan (o no deberían pensar) en lo que comerán en la cena, ni en el examen del lunes, ni en el trabajo atrasado, sino que simplemente enfocan su atención en el momento presente, en la experiencia sensorial del beso vivido como un «instante de eternidad».

Para algunas doctrinas esotéricas, el beso es un asunto serio ya que involucra la transferencia de energía. Yogi Ramacharaka en su obra “Hatha Yoga” dice: “Un beso de la persona amada está tan henchido de magnetismo que de pies a cabezas se estremecen de placer tanto el que lo da como el que con el mismo efecto lo recibe”.

Mantak Chia, por su parte, señala que “según los taoístas, los labios y la lengua eran uno de los principales canales para realizar el intercambio energético, por lo que recomiendan decididamente los besos profundos y prolongados”. Y recomienda: “Cuando vuestros labios y lenguas se toquen, envía a tu compañero tu energía y bebe la suya”.

Esta transferencia o intercambio energético puede interpretarse desde diferentes niveles. Podemos hablar de una transferencia de energías sutiles, así como -en algunas tradiciones- de conocimiento o de una influencia espiritual. Por eso, en algunos ritos antiguos la iniciación se sellaba con un beso, a veces en la boca, en otras en la mejilla o en la frente.

En los Misterios de Ceres, el beso jugaba un papel importante y las mujeres participantes se solían reconocer entre sí como Hermanas dándose un beso, a fin de celebrar la experiencia espiritual compartida. Esto mismo sucede hoy en día en la Masonería y en el Martinismo, donde en algunos rituales, se utiliza un beso en la mejilla como una forma de saludar a otros miembros de la logia. Este saludo se conoce como «beso fraternal» y se utiliza como una forma de expresar la unidad y la fraternidad entre los miembros de la logia o la heptada.

En la cultura popular, el beso ha sido un tema recurrente en la literatura, música, el cine y la televisión, y en muchas ocasiones aparece como un “beso de vida”, es decir como un medio para revivir a una persona que está al borde de la muerte, que está dormida o que ha perdido la conciencia. Todos recordamos el beso de la bella durmiente del bosque, o de Blancanieves, incluso el beso de Trinity a Neo en “Matrix”, etc. En todos estos casos se hace referencia a que el amor es capaz de vencerlo todo («Omnia Vincit Amor») y que, cuando existe amor, siempre hay una posibilidad de compartir la energía divina residente en nuestro interior.

Como vemos, el beso es algo más que un mero contacto físico de dos seres de carnitas y huesitos. Es la conexión profunda de dos almas, es alquimia, es magia, es una forma valiosa de transmitir energía, de dar y recibir amor, de nutrirse mutuamente.

Desde lo iniciático, el beso retribuido, es decir aquel beso correspondido, de dos almas que se sienten atraídas y conectadas, nunca puede ser impuro, ni pecaminoso, ni indecente, porque como bien sabemos «Para los puros, todo es puro» (Epístola a Tito 1:15) y debemos entender entonces al beso como una comunión amorosa, un puente de unión entre dos entidades espirituales que aspiran a ser uno solo. El que tenga oídos, que oiga.