En el límite de un bosque oscuro vivía un leñador y su esposa, junto a dos niños llamados Hansel y Gretel. Los padres no podían mantener a sus hijos y ciertamente se estaban muriendo de hambre, a lo cual la madrastra le sugirió a su esposo una idea horrenda: llevar a los niños al medio del bosque, lejos de la casa, encender un gran fuego, darles un pedazo de pan y abandonarlos a su suerte. A pesar de su negativa inicial, el leñador finalmente accedió ante la insistencia de su esposa.
Sin embargo, los pequeños habían escuchado el terrible plan y Hansel decidió trazar una estrategia. Recolectó piedritas blancas y las escondió en sus bolsillos para dejar un rastro mientras sus padres los llevaban al medio del bosque. Al día siguiente, los hermanos siguieron el rastro de piedritas blancas y pudieron volver a su casa, para alegría de su padre, pero no de la madrastra, que tramó un nuevo plan.
Esta vez, Hansel no pudo recolectar piedritas y solo dejó miguitas de pan para encontrar el camino de regreso, pero los pájaros se las comieron y los niños se extraviaron en el bosque. Tres días después, vieron un ave blanca que los guió hacia una casita hecha de dulces, donde fueron acogidos por una amable anciana. Sin embargo, la anciana resultó ser una bruja que quería engordar a Hansel para comérselo y Gretel como su esclava.
Gretel ideó un plan para engañar a la bruja y liberar a Hansel. Le preguntó cómo encender el horno y, cuando la bruja se descuidó, la empujó adentro y la encerró, muriendo incinerada. Los hermanos encontraron un tesoro en la casa de la bruja y, con la ayuda de un pato, cruzaron un río para volver a su casa. Su padre los recibió con alegría y les contó que la madrastra había muerto. Juntos, entregaron el tesoro a su padre, mejorando su situación económica y vivieron felices.
Este es el resumen del cuento de Hansel y Gretel. Como ven, tiene de todo: maldad pura, abandono de niños, antropofagia, asesinato, etc. No obstante, es importante recordar que estos cuentos no estaban destinados originalmente a un público infantil sino que eran para adultos, con temas truculentos y con un trasfondo siempre simbólico.
La historia se inicia en una casa, el mundo conocido, la protección del hogar, de la cual sabemos que está al borde de un bosque oscuro, negro, que representa lo desconocido, los peligros y también las aventuras.
En ese lugar vivían dos niños que serán los protagonistas de la historia y dos adultos: el padre bondadoso que tiene un vínculo biológico con los pequeños y la madrastra malvada. En un marco simbólico judeo-cristiano, que es en el que se desarrolla esta historia, los niños se corresponden a Adán y Eva, el padre a Dios y la madrastra al elemento diabólico que sirve para que los niños salgan de su zona de confort y vivan una aventura que les permita evolucionar. Recordemos que en Blancanieves es el cazador quien saca a la niña del castillo, un lugar donde el alma no tenía posibilidades de experimentar muchas cosas ni de superar pruebas y desafíos.
Cuando hablamos de la madrastra como elemento diabólico recordemos que la palabra Diablo (Diábolo), significa “aquello que separa” y evidentemente es esta mujer la que separa a los niños –no solo de su hogar– sino también de su padre, de su propia sangre. En ese sentido está actuando como engañadora, casi como la serpiente del Génesis.
Si entendemos el cuento de Hansel y Gretel como una adaptación simbólica de la historia de Adán y Eva, podemos entender que su historia se corresponde con la expulsión del Edén, con la caída en la materia y con la necesidad de regresar al hogar divino.
En estos cuentos clásicos, el bosque siempre representa un espacio sagrado donde se esconde un conocimiento misterioso, pero para alcanzarlo, es necesario superar pruebas y desafíos. En su primera incursión en el bosque, Hansel usó piedras blancas para guiarse, dejando pequeñas huellas que brillaban con la luz de la luna. Esta imagen poética habla del poder del recuerdo: a través de las piedras, los niños pueden recordar su camino y volver a casa.
Sin embargo, la madrastra tejió un nuevo plan y los niños fueron abandonados nuevamente en el bosque, pero esta vez, en lugar de piedritas, dejaron miguitas de pan. Desafortunadamente, las miguitas fueron devoradas por los pájaros. Del mismo modo que las piedras, un elemento sólido y permanente, nos hablan de recuerdo, las miguitas, un elemento corrompible e impermanente, se vincula al olvido.
Como bien sabemos, las pruebas iniciáticas suelen estar relacionadas simbólicamente con los cuatro elementos. Es interesante destacar que el pan en sí mismo es un ejemplo de esta relación, ya que en la Tierra se desarrollan y nutren las semillas del trigo, en el Agua se transmuta la harina en masa, en el Aire la levadura la hace fermentar, y finalmente, el Fuego lo cocina y lo convierte en un alimento comestible.
De esta manera, el pan representa la transformación, como dice Hans Dieckemann: “El camino de la producción del grano para el pan es un camino de transformación de un producto natural en una forma específicamente humana de alimento”.
Cuando los niños se perdieron en el bosque, apareció un pájaro blanco que, desde una perspectiva simbólica, representa una intermediación con otras realidades. Según René Guénon, “los pájaros se toman con frecuencia como símbolo de los ángeles, es decir, precisamente, de los estados superiores”.
En la historia de Hansel y Gretel, los niños lograron comunicarse con el pájaro y esto es un tema recurrente en muchos relatos míticos. Personajes como Sigfrido, Salomón, Enoch y Francisco de Asís podían entender a los pájaros a través de una lengua primordial llamada “lengua de los pájaros” (lingua passerum).
El pájaro blanco guió a los niños a través del bosque y los condujo a otro lugar, que en verdad no era un sitio seguro sino una prueba a superar, el hogar de la bruja.
Aparece aquí la casa de chocolate (dulce por fuera y amarga por dentro), lo cual también nos habla de lo sensual, es decir de los sentidos que son aquellos órganos que nos conectan con el mundo exterior (la materia) y que refuerzan el olvido. La bruja tienta a los niños con dulzura y placer, pero detrás de esto hay amargura y dolor.
De este modo, los hermanitos quedaron presos de la materia y otra vez apareció el elemento diabólico, en la forma de la bruja. Al igual que la casita de los enanitos en Blancanieves, esta construcción en medio del bosque actúa como un espacio cerrado de transformación. En otras palabras, estamos hablando del horno alquímico, el atanor, donde Hansel y Gretel serán purificados y tendrán que madurar a la fuerza, permaneciendo alertas, bien atentos a las maquinaciones de la bruja, desarrollando así todas sus potencialidades a fin de escapar de su triste situación.
En ese espacio cerrado, deben aniquilar todo lo que los separa de su hogar, engañando y matando a la bruja. Al final, cuando Gretel logra liberar a su hermano, aparecen los tesoros: rubíes, diamantes, oro y joyas que la bruja atesoraba. Estos tesoros representan los bienes espirituales, el premio que se recibe después de una conquista interior.
Para ver estos tesoros, se necesita desarrollar la visión interior. Sobre esto, dice Jean Chevalier: “Los tesoros (…) se descubren al término de largas pruebas, lo cual confirma su naturaleza moral y espiritual. También las pruebas, los combates con los monstruos, con las tempestades y con los salteadores de los caminos son, como esos mismos obstáculos, de orden moral y espiritual. El tesoro escondido es el símbolo de la vida interior y los monstruos que lo guardan no son sino aspectos de nosotros mismos”.
Cuando los niños salen de la casa y se enfrentan nuevamente al bosque, se enfrentan a un río que simboliza un límite y un rito de paso hacia otro estado de conciencia. Aparece otra ave blanca, un pato, que actúa como puente conector entre el bosque y la casa del padre.
Aquí podemos observar que el único color al que se hace referencia en todo el cuento es el blanco, el cual siempre aparece conectando puntos. Las piedritas blancas iluminadas por la luna blanca conectaban la casa del leñador con el medio del bosque, el ave blanca condujo a los niños perdidos a la casa de chocolate y por último este pato blanco oficia de puente conector entre el bosque con el destino final, nuevamente la casa del padre. Todo esto aconteció en un bosque que desde el principio se nos dice que es oscuro, negro. Un mundo de opuestos, lo negro y lo blanco, la dualidad que puede constatarse tanto en el ser humano como en el mundo manifestado, lo cual se experimenta en nuestro interior como un “tironeo”, un sendero de dos direcciones (Arriba-Abajo, Adentro-Afuera, Centro-Periferia, Casa de la bruja-Casa del Padre).
Con la ayuda del pato, los niños cruzan el río y comienzan a recordar. Este punto es importante. El río marca el límite entre el olvido (amnesis o amnesia) y el recuerdo (anamnesis).
En relación al pato podemos decir que otra vez estamos ante un pájaro que permite que la historia se cumpla. Son los pájaros quienes comieron las migas y provocaron la caída, otro pájaro es el que llevó a los niños a la casita de chocolate y, en tercer lugar, encontramos a este pato que es el que permite que los niños dejen atrás el bosque negro.
Hansel y Gretel trabajan en equipo, siempre tomados de la mano, lo que se interpreta como la coordinación perfecta entre el cuerpo y el alma para enfrentar los desafíos de la vida. Esto se relaciona simbólicamente con Adán y Eva, como figuras del alma y el cuerpo.
Ambrosio de Milán comentaba, justamente sobre esto: “Que nadie juzgue improcedente considerar a Adán y Eva como figuras del alma y del cuerpo” y asociaba a estos personajes bíblicos con un binario psicológico, figuras de la mente y la sensibilidad.
Aquí bien vale citar a Chevalier una vez más cuando dice que “la estructura del hombre interior es conyugal, pues supone la unión de dos elementos distintos (…) simbolizando (…) la unión de los sexos masculino y femenino en un plano interior”.
Después de recordar el camino de vuelta, Hansel y Gretel llegan finalmente a casa y encuentran a su padre, quien les informa que la madrastra ha fallecido. Este hecho confirma que la madrastra y la bruja simbolizan lo mismo: lo diabólico, todo aquello que separa, pero también representan la fuerza de resistencia que nos permite crecer.
De ahí que hablemos de Satán, no como un señor malito de color rojo, con tridente y cola puntiaguda, sino como un “entrenador personal”, aquella fuerza interior que nos pone a prueba, que nos tienta, en otras palabras un elemento necesario para el crecimiento interior. La conciencia crece en la resistencia. En la zona de confort no pasa nada. El héroe verdadero es el que –enfrentando a dragones y enfrentando todo tipo de desafíos– se pone a prueba a sí mismo, sale a la aventura y vuelve fortalecido.
Hansel y Gretel regresan a su hogar renovados y mejores como un Nuevo Adán y una Nueva Eva. El padre ya no es más pobre, la bruja y la madrastra han muerto y el círculo se ha cerrado.