Para iniciar este artículo donde hablaremos de una Doctrina-Madre de carácter universal y que atraviesa a todas las enseñanzas espirituales de los pueblos, vamos a valernos de la obra clásica de Eliphas Lévi “Dogma y Ritual de Alta Magia” que, en su introducción, dice de una forma muy potente lo siguiente:

“A través del velo de todas las alegorías hieráticas y místicas de los antiguos dogmas, a través de las tinieblas y de las bizarras pruebas de todas las iniciaciones, bajo el sello de todas las criaturas sagradas, en las ruinas de Nínive o de Tebas, sobre las carcomidas piedras de los antiguos templos y sobre la ennegrecida faz de las esfinges de Asiria o de Egipto, en las monstruosas o maravillosas pinturas que traducen para los creyentes las páginas sagradas de los Vedas, en los extraños emblemas de nuestros antiguos libros de alquimia, en las ceremonias de recepción practicadas por todas las sociedades secretas, se encuentran las huellas de una misma doctrina yen todas partes, cuidadosamente oculta. La filosofía oculta parece, pues, haber sido la nodriza o la madrina de todas las religiones, la palanca secreta de todas las fuerzas intelectuales, la llave de todas las oscuridades divinas y la reina absoluta de la sociedad, en las edades en que ella estaba exclusivamente  reservada a la educación de los sacerdotes y de los reyes.

Había reinado en Persia con los magos, que un día perecieron, como perecen los dueños del mundo, por haber abusado de su poder; había dotado a la India de las más maravillosas tradiciones y de un lujo increíble de poesía, de gracia y de terror en sus emblemas; había civilizado a Grecia mediante los cuidados de la lira de Orfeo; ocultaba los principios de todas las ciencias y de todos los progresos del espíritu humano, en los audaces cálculos de Pitágoras; la fábula estaba llena de sus milagros, y la historia, cuando trataba de juzgar ese poder desconocido, se confundía con la fábula; derrumbaba o afirmaba los imperios por sus oráculos; hacía palidecer a los tiranos sobre su trono, y dominaba en todos los espíritus por la curiosidad o por el temor. 

A esta ciencia, decía la muchedumbre, nada le es imposible; manda a los elementos, sabe el lenguaje de los astros y dirige la marcha de las estrellas; la luna, a su vez, cae sangrando desde el cielo; los muertos se levantan de sus tumbas y articulan palabras fatales que el viento de la noche repercute. Dueña del amor o del odio, la ciencia puede dar a su antojo, a los corazones humanos el paraíso o el infierno; dispone, a su placer, de todas las formas y distribuye como le place, la fealdad ol a belleza; cambia, a su vez, con la varilla de circe, a los hombres en brutos y a los animales en hombres; dispone también de la vida o de la muerte y puede conferir a su adepto la riqueza, por la transmutación de los metales y la inmortalidad por su quintaesencia y su elixir, compuesto de oro y de luz. He aquí lo que había sido la Magia desde Zoroastro hasta Manes, desde Orfeo hasta Apolonio de Tiana, cuando el cristianismo positivo, triunfante, al fin de los hermosos sueños y de las gigantescas aspiraciones, de la escuela de Alejandría, osó fulminar públicamente su filosofía con su anatema, reduciéndola, por esta causa, a ser más oculta y más misteriosa que nunca”.

Con estas palabras comienza la obra de Eliphas Lévi, un libro que marcó para siempre el esoterismo occidental. Lévi ha sido atacado y defendido pero -como decimos siempre- más allá de realizar sin más un juicio de valores tenemos que apreciar la influencia de este autor en todo lo que vino después y ciertamente podemos decir que Levi supuso un antes y un después.

De acuerdo a la Filosofía Iniciática, existe una tradición universal y primigenia, que adecua su mensaje a las diferentes mentalidades de los pueblos y a las diversas instancias históricas del desarrollo humano.

Esta Tradición es conocida por diversos nombres, entre ellos: Ciencia Sagrada, Tradición Primordial, Filosofía Perenne, Gnosis, Sabiduría Antigua, Brahma Vidya o Teosofía.

Esta Gnosis primordial -que Helena Blavatsky trató de abordar bajo el nombre de “Doctrina Secreta”– tiene el poder de reconciliar todas las diferencias aparentes entre las diversas religiones y filosofías, encontrando “Unidad en la Diversidad”. 

Siendo así, podemos comprender también que los grandes Maestros de la humanidad, desde Buddha a Cristo, pasando por Krishna, Mahoma, Quetzalcóatl, Zoroastro, Orfeo, Shankara, Gurú Nanak o Lao-tsé, han sido los mensajeros de las enseñanzas tradicionales de esta Sabiduría Antigua, la cual supieron adecuar a diferentes culturas y períodos históricos.

Al enfrentarse a una doctrina espiritual tradicional, el estudiante debe considerar que la misma siempre posee dos aspectos que son inseparables y que aparecen como opuestos y a la vez complementarios. Estos dos aspectos reciben el nombre de “exotérico” y “esotérico”.

Lo esotérico es interno, invisible y esencial, mientras que lo exotérico es externo, visible y superficial, por eso se dice que el verdadero filósofo sabe ver “más allá de lo evidente”, traspasando la barrera ilusoria de la corteza. Si logramos educar y perfeccionar esta “visión profunda” de los símbolos, las ceremonias y las enseñanzas, estaremos bebiendo directamente de la fuente y comprenderemos la esencia y el cometido profundo de las mismas.

En otras palabras, lo esotérico y lo exotérico no deben divorciarse sino entenderse como complementarios: el contenido y el contenedor. Por lo tanto, es lo esotérico -y solamente lo esotérico- le da validez y sentido a lo exterior y visible. Las religiones que no han comprendido esto, se han terminado convirtiendo en estructuras superficiales donde el dogma y la costumbre ha suplantado a la sabiduría y la conexión con la fuente.

Lo exotérico puede cambiar dependiendo del lugar y del momento, al mismo tiempo que lo esotérico permanece inmutable, sea cual sea el ropaje en el que esté cubierto. 

Volviendo al tema inicial de la Doctrina-Madre, es interesante lo que dice Aldo Lavagnini (Magister): “La Doctrina Interior –esotérica y oculta- es esencialmente iniciática, por cuanto se alcanzará únicamente por medio de la iniciación, es decir ingresando a un particular estado de conciencia (o punto de vista interior), pues sólo mediante él puede ser entendida, reconocida y realizada”.

Por lo tanto, el medio de acceso a estas verdades, tal como lo dice Lavagnini y lo confirman los referentes históricos de la Filosofía Iniciática, es la Iniciación, y ésta no necesita de intermediarios sino que propone un contacto directo con la Fuente ya que la Iniciación no debe ser entendida simplemente como un rito de paso sino como un estado de conciencia superior.

En este contexto, la captación de este conocimiento supremo, de esta Doctrina Secreta, puede realizarse de modo supra-racional, es decir por encima del intelecto, y por eso hablamos de una captación intuitiva, vinculada a un órgano o facultad perceptiva que ha recibido muchos nombres: Tercer Ojo, Sensorium interior, Ojo del corazón, etc.

Pero, ¿cuáles son las enseñanzas fundamentales de esta Doctrina-Madre?

Aldous Huxley trató de resumir esto en uno de sus ensayos de esta manera:

* Existe una Divinidad, un Fundamento, Brahman, Clara Luz del Vacío, que es el principio no manifiesto de todas las manifestaciones.

* Que ese Fundamento que cimienta el ser es a un mismo tiempo trascendente e indivisible.

* Que es posible que los seres humanos amen, conozcan y, a partir de la virtualidad, lleguen a ser idénticos al Fundamento Divino.

* Que lograr ese conocimiento unitivo de la Divinidad es la finalidad y el propósito de la existencia humana.

* Que hay una Ley o Dharma que ha de ser obedecida, un Tao o Camino que ha de ser recorrido, si los hombres han de alcanzar esa finalidad.

* Que cuanto más hay a del yo, menos habrá de la Divinidad; que el Tao es por

consiguiente una vía de humildad y de amor, el Dharma una ley viviente de

mortificación y de conciencia autotrascendente. 

Otra definición o intento de acotar esta enseñanza primordial la brinda Helena Petrovna Blavatsky cuando habla de las tres proposiciones fundamentales de la Doctrina Secreta, y dice: 

1) Existe “un Principio Omnipotente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y sólo podría ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación de la humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del Mândûkya es “inconcebible e inefable”.

2) También se postula “La Eternidad del Universo in toto como un plano sin límites, siendo periódicamente ‘el escenario de innumerables Universos, manifestándose y desapareciendo incesantemente’.” 

3) “La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz Desconocida; y la peregrinación obligatoria para todas las Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación, o de Necesidad, conforme a la Ley Cíclica y Kármica, durante todo el término de aquél. (…) La doctrina fundamental de la Filosofía Esotérica no admite en el hombre ni privilegios, ni dones especiales, salvo aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito personales a través de una larga serie de metempsicosis y reencarnaciones”.

Otros muchos autores intentaron delinear y en cierta forma poner límites a este conocimiento tradicional a fin de hacerlo accesible a cada uno de nosotros. Sin embargo, si somos coherentes con las enseñanzas primordiales tenemos que aceptar que cada intento por definir a esta Doctrina ha sido infructuoso porque la única manera de acceder a ella es cerrando los ojos y conectando conscientemente con la Fuente a fin de recordar lo que hemos olvidado.