El día 4 de julio de 1776, el Congreso de los EE.UU. formó una comisión integrada por Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y John Adams para la creación de un Gran Sello. ¿Y para qué necesitaba esta nueva nación un sello? En verdad, al igual que otras naciones, Estados Unidos necesitaba un símbolo oficial para sellar sus tratados y otras transacciones internacionales, es decir un compendio simbólico fácilmente reconocible y que sintetizara los principios fundacionales.
La historia fabulada de los conspiranoicos nos habla de que el sello fue impuesto, es decir que una élite o sociedad en la sombras impuso su símbolo como parte de un maléfico plan de dominación mundial. Pero en rigor de verdad, la historia es bien diferente y vale la pena echarle un vistazo.
Antes que nada quiero referirme al término “conspiranoico”. Algunos visitantes del canal nos han señalado que el término es despectivo o poco preciso, pero –por el contrario– yo creo que esa palabra es muy precisa y describe a la perfección a un colectivo que cada vez es más grande o mejor dicho que cada vez se hace notar más en redes. El término conspiranoico o conspiranoia fue creado en 1989 por el conocido periodista español Enrique de Vicente. Así lo reconoce la Fundéu, la cual es asesorada por la Real Academia Española, la cual explica que el uso de esta palabra “se ha asentado en los últimos años ya sin ese tono despectivo o humorístico, y así se registra en diversos diccionarios (…) con el significado de ‘convicción obsesiva de que determinados acontecimientos de relevancia histórica y política son o serán el resultado de la conspiración de grupos de poder o de un grupo de personas influyentes”.
En definitiva, para el conspiranoico si la moneda cae cara, es el resultado de una conspiración, si cae cruz es conspiración, si cae de canto es conspiración y si desaparece en el aire es conspiración.
Obviamente con la incertidumbre de la pandemia del covid-19 las teorías de conspiración se dispararon y han surgido toda clase de elucubraciones al respecto. Pero en este punto quiero recordar el principio de Hanlon. ¿Y qué dice este principio? “Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”. Brillante.
Esta frase, que bien podríamos enmarcar para tenerla siempre a mano, perfectamente puede aplicarse tanto a los sucesos de la historia como a nuestra realidad actual, especialmente en esta pandemia y en la conducta estúpida de los políticos de nuestro tiempo.
Aunque muchas veces veamos maldad en sus actos, los políticos de derecha, de izquierda y de centro, en verdad actúan de modo estúpido porque sus acciones y sus decisiones se basan en la ignorancia. Básicamente ignoran qué es el ser humano, no tienen idea de su propósito existencial y como han mamado desde siempre de las ideas de la modernidad, las cuales implican materialismo, separatividad, relativismo y nihilismo, no tienen idea a qué puerto debe ir el barco. Como siempre se ha dicho en el ámbito espiritualista, los hombres no son malos sino que sufren de amnesia y eso los lleva a la ignorancia, a la ilusión y por último, a la estupidez.
Entonces, decía antes, el Congreso formó un comité, que eran los mismos autores de la declaración de la independencia: Franklin, Adams y Jefferson, que al contrario de lo que muchos piensan no eran masones. Bueno, Benjamín Franklin sí era masón, pero Thomas Jefferson no y John Adams no solamente no era masón sino que era muy reticente a los principios masónicos e incluso su hijo, John Quincy Adams, fue uno de los miembros más conocidos del partido antimasónico, que existió en EE.UU. entre los años 1828 y 1838.
Por eso no puede hablarse de un símbolo masónico, creado y propuesto por masones sino que existió un proceso de creación con varias idas y vueltas como veremos a continuación.
Como los padres fundadores no tenian idea ni de heráldica ni de diseño le pidieron a Pierre Eugène Du Simitière que trabajara con ellos y él creó el primer diseño del Gran Sello, donde destacaban los motivos simbólicos de las seis grandes naciones que habían poblado la tierra de Norteamérica: la rosa (Inglaterra), el cardo (Escocia), el arpa (Irlanda), la flor de lis (Francia) el león (Holanda) y el águila imperial (Alemania).
Alrededor del Escudo había un círculo de 13 blasones con las letras representativas de las primeras 13 colonias, las cuales estaban unidas por una cadena de oro y una frase latina: E pluribus unum (de muchos, uno). A los lados del escudo estaban dos diosas poderosas: la diosa Libertad sosteniendo una lanza y con el gorro frigio, y del otro lado la diosa Justicia, vendada y portando una espada y una balanza. Otros dos detalles destacables son el ojo que todo lo ve y la fecha 1776 en números romanos.
Decía antes que el único masón del comité era Benjamin Franklin. Pues bien, lo interesante es que Franklin propuso otro diseño del Gran Sello donde no se incluía el ojo panóptico ni otros detalles que generan sospechas.
En el diseño de Franklin se replica una escena bíblica en la que Moisés, atravesando las aguas del Mar Rojo, escapa a Faraón y pone rumbo a la tierra prometida, todo esto acompañado de la frase: “La rebelión a los tiranos es obediencia a Dios”. Este diseño no prosperó, pero lo cierto es que a Thomas Jefferson sí le gustó la idea y de hecho se apropió de este lema para su sello personal.
Este primer diseño no fue aprobado por el Congreso, pero algunos detalles sí gustaron: el lema “E pluribus unum”, el ojo panóptico y la fecha 1776 en romanos, los cuales formarían parte del Gran Sello definitivo.
Cuatro años después de entregado este primer modelo, se formó un segundo comité que propuso otro diseño donde un escudo central de 13 franjas sustituía a las naciones europeas y donde las diosas Libertad y Justicia fueron reemplazadas por un guerrero que sostiene una espada y una dama que representa la Paz. De hecho, el lema de este sello era “Bello vel Paci”, significa: “Por la guerra o por la paz” .
Trece estrellas sustituían al Gran Ojo y en el anverso aparecía la diosa Libertad junto al lema “Virtute perennis”, es decir “Eterno debido a la Virtud”.
Este segundo diseño no impresionó a los congresistas y el sello no fue aprobado, por lo cual se llamó a un tercer comité.
Este nuevo comité contó con el apoyo de William Barton, que retomó el escudo de trece franjas, acompañado de dos personajes: un soldado y una dama que sostenía una paloma, representando la inocencia y la virtud. También había un ave fénix en el centro, sobre un pilar y en la parte superior, coronando el escudo, puede verse un águila blanca sosteniendo la bandera de los EE.UU. y una espada con una corona de laurel.
Este tercer diseño tiene dos frases marcantes latinas que juntan significan: “En defensa de la libertad” (esto puede verse en la parte de arriba) “solo la Virtud es invencible”.
Para el reverso, Barton sugirió una pirámide de trece escalones, un detalle que seguramente fue inspirado en los billetes de 50 dólares, cuyo diseño había sido concebido por Francis Hopkinson, el mismo creador de la bandera de los EE.UU.
A esta pirámide, Barton agregó el ojo panóptico, que había sido propuesto por el primer comité y luego descartado por el segundo.
El Congreso tampoco aprobó este diseño, pero con todos los detalles simbólicos que habían interesado de las tres primeras propuestas, se formó un cuarto y último comité que fue el que dio forma al Gran Sello que todos conocemos y que analizamos desde lo simbólico en artículos anteriores.
El 16 de septiembre de 1782 el Gran Sello se imprimió en un documento por primera vez, aunque vale la pena destacar que el lado que se usa para estos efectos es el anverso, con el águila calva y las trece estrellas.
Aproximadamente 150 años después de su creación, las dos caras del Gran Sello pasarían a ser conocidas por el gran público cuando Franklin Delano Roosevelt y Henry Wallace decidieron que el mismo se incluyera en el billete de un dólar.