Si nos adentramos en el simbolismo de la pirámide, veremos que esta construcción es algo que se distingue a lo lejos, algo alto y majestuoso que destaca en el medio del desierto, del mismo modo que las montañas destacan y se contraponen a las llanuras. En el Antiguo Egipto, la Gran Pirámide estaba recubierta por unos 27.000 bloques de piedra caliza blanca, que estaban pulidos y que brillaban a lo lejos, y estaba rematada por un piramidión cubierto en oro.
En la naturaleza, la montaña es la contraparte de la pirámide o podríamos decir que la pirámide sustituye simbólicamente a la montaña, en el sentido de elevación y marcando un eje, un axis mundi, a fin de conectar lo bajo con lo alto.
Las pirámides tienen una base cuadrada y, obviamente, podemos relacionar esto con el símbolo geométrico del cuadrado, los cuatro elementos, la materia, una base apoyada en la tierra y que no se ve, está en la oscuridad. Si la base conecta conecta con el número 4, el vértice nos habla del 1, la unidad, el quinto elemento, el punto más alto del cual parte una línea imaginaria que puede seguirse hasta el cenit.
Abajo, un cuadrado y cuatro caras triangulares: diversidad. Arriba, un punto donde confluyen estos cuatro lados: unidad.
Estas cuatro caras pueden interpretarse de muchas maneras y todas ellas son válidas. Recordemos que los símbolos son polisémicos, una palabrita que se descompone en poli (muchos) y sema (significados), por lo tanto, los símbolos tienen siempre muchas capas, muchos niveles.
En una de sus interpretaciones, las cuatro caras laterales y las cuatro aristas que confluyen en lo alto representan los cuatro elementos clásicos: tierra, agua, aire, fuego, mientras que el vértice es el quinto elemento. En cierta forma aquí se repite el patrón del símbolo de la rosacruz, donde los cuatro brazos de la cruz confluyen en la rosa.
Otra interpretación, más moderna pero muy precisa, habla de las cuatro caras vinculadas a cuatro vías de acceso al conocimiento, los cuatro pilares del templo de la Pansofía: Religión, Ciencia, Arte y Política.

Estas cuatro vías no son otra cosa que un resumen de las múltiples vías del desarrollo humano y en esta matriz piramidal que apareció en las corrientes teosóficas de mediados del siglo XX y que fue bien desarrollada por el filósofo argentino Jorge Ángel Livraga, vemos que estas cuatro caras de la pirámide aparecen bien separadas en la base, pero a medida que ascendemos hacia el vértice las mismas se van acercando hasta alcanzar la unión en la cúspide. De este modo queda explicado, con un ejemplo sencillo, que la Verdad suprema se puede alcanzar por diferentes senderos, cada uno de ellos adecuado a diferentes tipos de hombres.
Obviamente no estamos hablando de las versiones degradadas de la Religión, la Ciencia, el Arte y la Política sino de éstas en un marco consciente, en una humanidad con un propósito y un sentido de comunidad, lo que lamentablemente no ocurre en nuestros días.
De este modo, el vértice representa la Verdad Una y lo que en la base parecía disperso y separado, en la cima aparece unido.
Entonces el vértice –o la cima de la montaña– representa todos los conceptos que pueden ser relacionados a la Unidad: la Fuente, Dios, el Bien, la Verdad, la Belleza, la Justicia, el Amor supremo.
Siendo así, la pirámide simboliza el acceso gradual a lo alto, la ascensión espiritual, el pasaje de lo mundano a lo divino, en otras palabras aquí nos encontramos a otro mapa del Sendero Iniciático, desde la oscuridad a la luz, del sueño a la vigilia, de lo irreal a lo real.
Pero en el reverso del Gran Sello de los EE.UU., la pirámide está trunca o más bien inacabada, y esto significa que le está faltando algo para que sea perfecta. Entonces, a modo de piramidión, de ese bloque con el que se conforma el vértice, aparece el ojo que todo lo ve, el ojo panóptico, que en los documentos de los creadores del Gran Sello siempre se denomina “ojo de la providencia”.
La noción cristiana de “divina providencia”, del cuidado y la intervención de Dios, desempeñó un papel muy importante en la revolución americana y recordemos que la gestación de los Estados Unidos de América siempre estuvo impregnada de conceptos religiosos y es verdad que muchos cristianos veían en este país a una nueva tierra prometida.
Hay muchas frases de George Washington sobre la Divina Providencia y una de ellas señalaba: “El Comandante en Jefe recomienda encarecidamente que las tropas fuera de servicio asistan universalmente con esa seriedad de Deportación y gratitud de Corazón que nos exige el reconocimiento de tan reiteradas y asombrosas interposiciones de la Providencia”.
Junto a este ojo aparece una inscripción: “Annuit Coeptis”, lo cual significa “favorece nuestro emprendimiento”. “Annuit” quiere decir “asentir con la cabeza, aprobar”, mientras que “Coeptis” habla de emprendimientos, proyectos. Por lo tanto, la frase indica que la Providencia favorece nuestras empresas. ¿Y cuál es esta empresa, este proyecto al cual se alude? La creación de una nueva nación, un emprendimiento material y físico que solamente puede estar completo con el elemento espiritual, el piramidión con el Gran Ojo.
En una carta a Emerson, el escritor Walt Whitman decía (en 1856): “Los arquitectos de estos Estados pusieron sus cimientos, y pasaron a esferas posteriores. Lo que pusieron es una obra hecha; ya que queda mucho más. Ahora se necesitan otros arquitectos, cuyo deber no es menos difícil, pero quizás más difícil. Cada época para siempre necesita arquitectos. América no está terminada, quizás nunca lo estará; ahora América es un boceto divino”.
Algunos investigadores amantes de las conspiraciones trazaron una estrella de seis puntas en el Gran Sello y encontraron un anagrama donde se escondería la palabra “masón”. Pero esta teoría, que es muy interesante por cierto, no tiene ningún asidero porque este anagrama puede encontrarse en la versión de 1935, la que aparece en el billete de un dólar de hoy en día, pero no ocurría así en la versión original.
¿Cuantos niveles tiene la pirámide inacabada? Trece. Y, obviamente, este número –que para muchos representa la desgracia– alimentó muchas teorías estrafalarias. En primer lugar, vale decir que la triscaidecafobia, es decir el miedo irracional al número 13 ha sido relacionado con la cifra de comensales de la última cena, siendo el decimotercero Judas Iscariote. También se dice que en el decimotercer capítulo del Apocalipsis es donde aparecen el Anticristo y la Gran Bestia , y tampoco podemos olvidar el arcano 13 del tarot, la muerte, que tanto se ha explotado en las películas de Hollywood, donde obviamente se desconoce su verdadero significado.
Algunos conspiranoicos simplemente dicen que el 13 es un número satánico asociado con sociedades secretas maléficas, mientras que David Icke observa en él un número vinculado con los reptilianos.
En las corrientes conspiranoicas antimasónicas se habla de 13 jerarquías de Illuminatis o de 13 niveles de una jerarquía del supuesto Nuevo Orden Mundial, escalones luciferinos y donde se dice (o se inventa, más bien) que el ojo panóptico es el ojo de Lucifer.
Estas ideas aparecen plasmadas gráficamente en el libro de William Schnoebelen “La Masonería, más allá de la luz”, donde podemos encontrar en el esquema a Paladium, el Paladión, el gran invento de Leo Táxil al cual aludimos en un artículo anterior donde analizamos la falsa correspondencia entre Albert Pike y Mazzini.
Es bien interesante que Leo Táxil, el inventor de Paladium, un supuesto super rito luciferino, confesó públicamente en el año 1897 que todo había sido una farsa. Podemos leer en forma completa y en español la conferencia que dio Táxil y aclaró todo este tema. La dejo para la descarga más abajo porque vale la pena echarle un vistazo.
Pero lo cierto es que, años muchos después de aclarado el asunto, donde la misma iglesia católica admitió que el rito secreto de Paladium era una completa mentira, los conspiranoicos vuelven a hablar de Paladium, se creen toda la historia de Diana Vaughan e incluso la colocan como argumento.
En lugar de Paladium, y en tren de inventar, podríamos poner una pirámide con otras organizaciones ficticias: Kaos, Spectra, los Daleks, Hydra y la Legión del Mal. A este grado de absurdo hemos llegado en estos tiempos, que no es raro que en pocos años los conspiranoicos empiecen a especular de que Thanos existe en realidad y que está al mando de esta bizarra organización.
Queda claro que existen conspiraciones y grupos de poder que buscan (y han buscado) perpetuarse, pero ciertamente no tiene nada que ver con este imaginario contubernio reptiliano, illuminati, que seguramente sea una estrategia de distracción cead de los verdaderos amos de la caverna.
Sigamos con el hilo anterior. El número 13 que aparece en el Gran Sello no alude a Satán ni tampoco a Paladium, ni al Nuevo Orden Mundial, ni a los Illuminati ni a un imaginario linaje de reptiles camuflados sino a las 13 colonias británicas originales que formaron los Estados Unidos, a saber: Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Connecticut, Rhode Island, Massachusetts y New Hampshire.
Por lo tanto, la pirámide de 13 pisos nos habla de estos 13 estados originales pero al estar inacabada también nos dice que tiene el potencial de ser más alta y más grande, siempre en función a ese ojo, a esa divina providencia.
Si observamos el otro lado del Gran Sello, el águila como animal protector de los EE.UU., encontraremos nuevas referencias a este número 13: 13 flechas, 13 hojas en la rama de olivo, 13 estrellas y 13 barras en el escudo. Incluso la frase latina “E pluribus unum” tiene 13 letras.
Como ven, hay mucha riqueza simbólica en este Gran Sello, tanto en el anverso donde aparece el águila como en el reverso donde encontramos la pirámide con el ojo.