En el simbolismo esotérico occidental, la rosa es la flor del alma y representa la conexión con lo divino. En este sentido, los colores de sus pétalos se vinculan a diferentes etapas del camino espiritual: desde la rosa negra que representa la muerte hasta la rosa de oro que es la divinidad misma.

A medida que el discípulo avanza en su viaje de perfeccionamiento desde la oscuridad a la luz, pasa por diferentes fases que en la alquimia se representan a través de colores, pero también se simbolizan con aves y con rosas. Por eso se dice se que trabaja -en cada etapa- sub-rosa y esta expresión «sub-rosa» era muy conocida en el medioevo y significaba «debajo de la rosa».

Trabajar sub-rosa implica acceder a los secretos, accesibles solamente a aquellos que estaban iniciados en los misterios, pero en verdad quiere decir niveles de entendimiento o comprensión. Por lo tanto, cada color de la rosa no solo se relaciona con las etapas de la Gran Obra alquímica, sino también con un nivel de entendimiento espiritual y un grado de transformación interna.

En la literatura alquímica clásica se habla de tres o cuatro fases del proceso, y estas fases son:

  1. Nigredo: el primer Solve, la primera disolución, es decir la muerte, el descenso a las entrañas de la tierra, la luna nueva en un cielo completamente oscuro.
  2. Albedo: el primer Coagula, la primera coagulación, y es la nueva vida, la luz lunar (blanca).
  3. Citrinitas: el segundo Solve, la segunda disolución, es un amanecer dorado, el influjo directo de la luz solar.
  4. Rubedo: el segundo Coagula, la segunda coagulación, la iluminación con el sol resplandeciente, fuente de luz, vida y calor.

La cantidad de etapas puede variar según los diferentes autores y aunque hoy en día se acepten tres fases principales (nigredo, albedo, rubedo) si vamos a los primeros textos alquímicos observaremos que casi siempre son cuatro, en correspondencia a los cuatro elementos de la naturaleza.

Rosa Nigra: Por su color, esta rosa oscura nos remite a la fase del Nigredo, al elemento Tierra y a la muerte mística. Cuando hablamos de trabajar “sub rosa nigra” estamos refiriéndonos a entrar en la cámara negra, en la oscuridad y en el más completo silencio. En esta sucesión alquímica que estamos viendo, tomada de la obra Pretiosissimum Donum Dei de 1475, se vincula con la putrefacción y con la cabeza del cuervo, el caput corvi.

Cuenta Mircea Eliade que “el alquimista occidental (…) accede a experiencias iniciáticas, que, a medida que la opus progresa, le forjan otra personalidad, comparable a la que obtiene tras haber afrontado victoriosamente las pruebas de la iniciación. Su participación en las fases de la opus es tal que, por ejemplo, la nigredo le procura experiencias análogas a las del neófito en las ceremonias de iniciación cuando se siente «engullido» en el vientre del monstruo, o «enterrado», o simbólicamente «muerto»”.

En los ámbitos thelemitas se cuenta una leyenda que dice que el rey Enrique VIII formó una «Orden de la Rosa Negra» para recompensar a aquellos que habían salvado a su hija Mary de un intento de asesinato. Según se relata, la princesa Mary (luego Mary I y apodada Bloody Mary por sus oponentes) nombró a la Orden en honor a una solitaria rosa negra que había visto florecer fuera del Monasterio de Blackfriars. La rosa en realidad era de un rojo oscuro, color sangre, pero tan tan oscura que parecía negra. Por lo tanto y en este sentido, su simbolismo incluye tanto el de la sangre como el de la noche.

Rosa Alba: Esta rosa, de color blanco se corresponde a la segunda fase alquímica, el Albedo o Leucosis, elemento agua.

En esta imagen de la obra “Pandora” de 1575 aparece una rosa blanca y dice “album”, que es la palabra latina neutra para referirse al color blanco.

Después del caos y de la descomposición de la Nigredo, el alquimista pasa a una etapa de purificación y de luminosidad, que también se conoce como ablutio (la eliminación de impurezas). Es la luz lunar que impregna el alma y que se representa con un cisne blanco. Si la etapa oscura del nigredo fue una muerte, esta etapa debe ser considerada una resurrección. Hubo una disolución, una descomposición, un solve, y ahora hay una coagulación, una reconstrucción, un coagula.

Después de trabajar sub-rosa alba, nos encontramos con la Rosa Flava, que es de color amarillo y que nos conecta con el elemento Aire y con la etapa alquímica llamada citrinitas y a veces xantosis. En la filosofía iniciática, citrinitas representa la llegada de la luz, el amanecer dorado en lo alto de las montañas. Esto significa que la luz blanca lunar indirecta del albedo (que ilumina pero no calienta) deja paso a la luz solar.

Del blanco al amarillo y del amarillo al rojo: la Rosa Rubea o Rosa Rubra.

Finalmente aparece esta rosa, tan característica de la rosacruz, vinculada al elemento fuego y a la etapa alquímica conocida como rubedo o iosis, la cual representa la culminación del proceso de transmutación, la obtención de la piedra filosofal, que muchas veces también aparece de color rojo. La rosa roja encarna la regeneración, el amor más puro y el triunfo del espíritu sobre la materia.

Para algunos esoteristas cristianos, la Rosa Roja representa una Rosa Blanca teñida en la sangre de Jesús el Cristo, es decir que pasó por el sacrificio del Gólgota y por eso también la vinculamos a la sangre del pelícano alimentando a sus polluelos.

Luego del trabajo sub-rosa rubra, encontramos la Rosa Aurea o Rosa de Oro que se vincula a la quintaesencia, el elemento éter, lo más espiritual. Representa la perfección que solamente se alcanza en la fuente, el Ein Sof, el Uno sin segundo. Es la rosa de la reintegración.

Sin embargo, mientras estemos encarnados, somos seres imperfectos, por eso no es posible trabajar sub-rosa aurea, perfecta y divina.

No obstante, hay otra rosa. Una flor que es blanca y que tiene los bordes de los pétalos de color dorado, con sus hojas también de color oro. Es la Flos Sapientum (la flor de los sabios o flor de los iniciados en los misterios), la imagen más perfecta que podemos concebir de la rosa como seres encarnados y nosotros le llamamos “Lumina Aurea”. «Lumina» viene de luz y «Áurea» por dorado. Es la luz dorada materializada como una flor.

Esta rosa representa la Maestría espiritual, el cuerpo de luz que obtienen los iniciados después de su iluminación y, en el marco del rosacrucismo, representa al Padre Fundador, Christian Rosenkreutz.

La Lumina Aurea, rosa de los iniciados, blanca con un aura dorada. Es el recuerdo del Buddha de color blanco con su “usnisa” dorada. El uṣṇīṣa es, justamente, esa protuberancia que vemos en la parte superior de la cabeza del maestro y que simboliza su nivel de conciencia. También es un recordatorio de Jesús el Cristo, con sus vestimentas claras y su nimbo o aureola de color dorado, e incluso a su aparición en el Apocalipsis de San Juan donde se dice: “En medio de los siete candeleros vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego”. Por eso, en muchas representaciones del Jesucristo lo podemos ver con vestimentas blancas y túnica de color dorado.

Desde la oscuridad del nigredo hasta la luz dorada de la Lumina Aurea, la rosa es la flor del camino iniciático, simbolizando las etapas que debe atravesar nuestra alma-peregrina.