A lo largo de los siglos, han existido muchos encuentros y desencuentros entre el rosacrucismo y la Masonería, y tal vez el momento de mayor aproximación entre las dos tradiciones se dio a mediados del siglo 17 con el primer masón especulativo reconocido, Elías Ashmole, que además de pertenecer a la Masonería estaba vinculado a la Alquimia como a la Rosacruz. 

Muchos masones han sido rosacruces y viceversa, e incluso hoy en día, en nuestra Orden Rosacruz Iniciática, hay varios Hermanos que forman parte de las dos corrientes.  También hay masones que nos aborrecen y así me lo han hecho saber en ocasiones. 

Otro punto en consideración es que es muy difícil de hablar de Masonería sino que lo más correcto sería hablar de “masonerías” (en plural) porque existen diferentes corrientes dentro de la Tradición Masónica, con obediencias muy distintas y en ocasiones hasta antagónicas. Por eso, cuando se hace la generalización “la Masonería” se está cayendo en un pensamiento muy simplista que no refleja la realidad.

Por lo tanto, ante la pregunta: «¿qué relación tiene la Rosacruz con la Masonería?», podríamos contestar: 

Con esa masoneria atea, promotora del dogma del progreso, inmiscuida en los tejes y manejes políticos… con esa masonería no tenemos nada que ver.

Con esa otra masonería tipo club social, como los magios de los Simpson, tomada casi como un hobby exótico o para tener más status o simplemente escapar de la esposa… con esa masonería tampoco tenemos nada que ver.

Pero, con la masonería de ideas trascendentes, esa que tiene a Hermes como referente y que proclama el retorno de Henoch, esa masonería que habla no progreso sino de un regreso a las fuentes de lo sagrado, que no tiene miedo de hablar de espiritualidad, la de Willermoz, la de Fermín Vale Amesti, la de Federico González Frías, la de Aldo Lavagnini, con esa, son esa sí tenemos mucho que ver.

La Rosacruz comparte con otras organizaciones y hermandades iniciáticas como la Masonería el concepto crucial de iniciación, la noción de un hito transformador. De ahí nuestra insistencia en afirmar una y otra vez que toda iniciación ceremonial es simplemente la invitación a otra cosa, el ticket a un viaje maravilloso. Pero muchos se conforman con el ticket, lo enmarcan, lo cuelgan en la pared, se los muestran a sus amigos pero nunca se deciden a emprender el viaje. Esa es –tal vez– la falencia de muchas organizaciones iniciáticas que no logran hacer entender a sus miembros que la verdadera iniciación es otra cosa.

Por otro lado, se dice que la Masonería está en crisis. Es evidente que sí, pero también hay que decirlo todas las organizaciones iniciáticas están pasando por una crisis. Pero esto se puede extender a todos los ámbitos humanos. La educación está en crisis, la economía está en crisis, la política está en crisis, las religiones están en crisis, en otras palabras: es la humanidad la que está en crisis.

Que haya gente en este siglo XXI que piense que la tierra es plana nos demuestra la profundidad de esta crisis. Que sigamos empantanados en los corrientes políticas del siglo XIX y principios del XX (comunismo, capitalismo, fascismo) o en derechas e izquierdas, nos demuestra que estamos atascados en un loop histórico del que solamente podremos salir con un salto, dándonos la vuelta, una verdadera metanoia, llevando a cabo la única revolución que vale la pena: la revolución de la consciencia. No hay otra.