«In hoc signo vinces” (“con este símbolo vencerás”). Esta es una frase ancestral que suele relacionarse con el emperador Constantino I, el que, ante la visión celestial de una cruz en forma de crismón, pudo alcanzar una victoria militar en la batalla de Puente Milvio (312 d.C).Obviamente, Constantino no sabía lo que significaba este signo en el cielo, pero la noche siguiente tuvo un sueño en el que apareció Jesús el Cristo explicándole que este debía ser -de ahí en adelante- el símbolo que debía usar para derrotar a sus enemigos.

Este diseño (el crismón) es un símbolo cristiano primitivo y está formado por las letras griegas chi (X) y rho (P), es decir las dos primeras letras del nombre griego de Cristo. Este crismón arcaico fue sustituido más tarde por la conjunción de las tres primeras letras de Jesús en griego latinizado (IHS, que venía de IHSOVS).

Indistintamente, los crismones XP y IHS, al igual que la cruz representan al Cristo crucificado, es decir en el momento de su cuarta iniciación, la prueba de fuego en la cima del Gólgota: IGNE NATVRA RENOVATVR INTEGRA (INRI), es decir “Por el Fuego se Renueva la Naturaleza”. En este sentido, mientras los profanos ven en la cruz un instrumento de tortura empleado por los romanos, un iniciado puede apreciar en ella un elemento simbólico relacionado con el drama ritual iniciático de la vida del Cristo en Judea. Y así puede entenderse también la frase bíblica “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga”?

Incluso si equiparamos al Cristo con la Rosa –una comparación recurrente en el rosacrucismo– podremos comprender y relacionar también esta cita bíblica con el saludo rosacruz: “Que la Rosa florezca sobre tu Cruz”, donde el Cristo Interno (la Rosa) nace en nuestro corazón (el símbolo de la vida palpitante en nuestro cuerpo físico).

Desde esta perspectiva puede ser interpretada la fundación –en el siglo XVI y en el seno de la reforma protestante– de dos organizaciones fraternales y caballerescas que se crearon para la “defensa del símbolo de la cruz”: la “Militia Crucífera Evangélica” (Alemania) y los “Amigos de la Cruz” (Holanda), en consonancia con el tradicional lema latino: “Ave crux, Spes unica” (“Bendita seas Cruz, nuestra única esperanza”).

La Militia Crucífera Evangélica fue fundada en el año 1586 por el alquimista Simon Studion en la ciudad de Nuremberg y en ella podemos apreciar a una organización que –aún sin denominarse directamente “rosacruz”– poseía algunas características que la emparentaban directamente con los impulsos filosóficos que vendrían poco tiempo después, a principios del siglo XVII.

Simon Studion había asistido a la reconocida Universidad de Tübingen, que en esos tiempos era un caldo de cultivo para las ideas de Lutero en conexión con los ideales esotéricos del rosacrucismo. Interesado en la astronomía y la astrología (obviamente), las matemáticas y la numerología, en 1604 publicó una extraña obra titulada “Naometría” donde plasmó sus ideas espirituales.

En este libro se planteaba, como sucedía en toda obra rosacruciana de esos tiempos, una necesaria reforma general de la sociedad a fin de remediar la decadencia social, cultural y política de esos días.

Naometria es una palabra griega que significa «medida del templo» o «El arte de medir el templo», y en sus páginas se brinda una interesante información sobre las medidas arquetípicas del Templo místico utilizando a la Rosa y a la Cruz como guías.

Frances Yates describe la obra en cuestión como “una composición apocalíptico-profética de enorme extensión, en la que, por medio de una intrincada numerología basada en las descripciones bíblicas de las medidas del templo de Salomón y de enmarañados razonamientos sobre fechas importantes de la historia bíblica y europea, se hacen profecías sobre las fechas futuras en que tendrán lugar ciertos acontecimientos”. Como auxilio a sus razonamientos proféticos, Studion utilizaba diferentes referencias bíblicas, en especial las del profeta Ezequiel y las del Apocalipsis de San Juan, aunque también se basó en Joaquín de Fiore.

Es sumamente interesante y significativo que la Naometria apareció justamente en 1604, el cual es justamente el año donde la “Fama Fraternitatis” dice que la cripta-templo de Christian Rosenkreutz fue abierta por sus discípulos iniciando así un nuevo ciclo rosacruz. Pero 1604 también es importante por otra razón, ya que en ese momento apareció en el cielo una nueva estrella en la constelación de Ofiuco, la cual se sumaba a la que había aparecido 4 años antes en la constelación del Cisne. Si observamos la conocida imagen del Colegio Invisible de la Rosacruz  que aparece en una obra de Theophilus Schweighardt, podremos encontrar a los lados dos estrellas que están acompañadas de la palabra latina “Videamini” (“podemos ver”) y que no son otras que las dos nuevas estrellas de 1604.

Dice la “Confessio Fraternitatis”, el segundo manifiesto rosacruz:  “Dios, el Señor, ha testimoniado ya ciertamente su voluntad en los tiempos que preceden mediante diversos mensajes, particularmente por varios astros nuevos que han aparecido en los cielos, en las constelaciones de Ofiuco y del Cisne. Signos vigorosos de acontecimientos nuevos e importantes testimonian y publican, a los ojos de todos, que Dios aporta a todas las invenciones humanas el apoyo de sus escrituras y sus caracteres misteriosamente ocultos para que el Libro de la Naturaleza sea abierto a todo hombre, y sin embargo no pueda ser leído ni comprendido sino por una minoría”.

Las nuevas estrellas fueron interpretadas como una señal celeste para un nuevo tiempo y los rosacruces vincularon esto con la apertura simbólica de la tumba de su fundador Christian Rosenkreutz.

Fue Johannes Kepler, quien -en su puesto de astrónomo imperial de Rodolfo II- investigó estas nuevas estrellas y -de hecho- hoy en día se habla de la “supernova de Kepler” en la constelación de Ofiuco y con los potentes telescopios actuales es posible observar sus restos como una nebulosa en forma de anillo, al igual que la P Cygni que puede verse en el Cisne.

Aquí vale la pena recordar que Kepler -aunque parece que no estuvo directamente involucrado en el impulso rosacruz- sí tuvo contactos con varios rosacruces de ese momento, en especial con Johann Valentinus Andreae y aquí la ciudad clave es Tubinga: Kepler estudió en la Universidad de Tubinga, Andreae también estudió en ese mismo lugar y en Tubinga, justamente, fue publicada la “Naometría” de Simon Studion en 1604.

Volvamos a la Milicia Crucifera Evangelica.

En principio, la fundación de esta Milicia proto-rosacruz fue un intento por establecer una liga evangélica como oposición a la liga católica, que se veía como un brazo poderoso de la desviación del papado. El nombre que adoptaron estos caballeros para su organización en este “Cruce Signandorum Conventus” fue “Confoederatio Militae Evangélica” y como tal quedó constituida el 17 de julio de 1586 en la ciudad de Luneburg.

Aunque exotéricamente su objetivo declarado era contrarrestar la influencia del catolicismo (que ellos consideraban nefasta), algunos autores indican que esta sociedad tenía internamente influencias zoroastrianas, egipcias, hermético-alquimistas y sufíes, e incluso suele establecerse a la Militia Crucífera Evangélica como un puente entre el rosacrucismo y la Orden del Temple, así como el grado 18º de la Masonería (Caballero Rosacruz, con un fuerte contenido crístico y alquímico) puede ser considerado el nexo entre el rosacrucismo y la Orden Masónica.

El propio Studion admite en su “Naometría” que la Militia era una re-fundación de una organización más antigua que había existido en la Palestina de las Cruzadas. El nombre que adoptaron los integrantes de la Militia: “Crucesignati”, también tiene un origen cruzado, ya que de ese modo eran conocidos los peregrinos de la primera cruzada (1095 d.C.) ya que esta palabra significa “marcado con la cruz” en referencia a la cruz que los caballeros tenían cosida en el hombro de su túnica (sobreveste).

Sin embargo, hay que recordar que incluso la palabra “Cruzada” no apareció hasta la tercera incursión a Tierra Santa y antes de ésta los “cruzados” o “crucesignati” eran más conocidos como “Miles Christi” (Caballero de Cristo) o “Militia Christi” (Milicia Terrenal de Cristo), nombres también muy próximos a la Milicia proto-rosacruz del siglo XVI.

Los múltiples puntos de contacto entre la reforma luterana y el rosacrucismo de los siglos XVI y XVII no son casuales. El escritor de los manifiestos, Johann Valentinus Andreae era un fervoroso cristiano protestante, mientras que el propio Lutero ostentaba un sello personal donde aparecía una cruz insertada dentro de una rosa, un detalle revelador que ha intrigado a numerosos investigadores de esta corriente religiosa. No obstante, este mismo símbolo luterano fue adoptado por los caballeros de la Militia Crucífera Evangélica.

El norteamericano Swinburne Clymer consideraba que esta organización era la “puerta de entrada” a la verdadera fraternidad rosacruz, aunque advertía que prontamente los reformistas se volcaron hacia el más radical exoterismo, iniciando una persecución de todas las escuelas esotéricas, imitando el triste ejemplo del Santo Oficio de la Inquisición de la Iglesia Católica. René Guénon pensaba que todo este movimiento tenía características exotéricas, postulando que “Lutero parece no haber sido más que una suerte de agente subalterno, sin duda bastante poco consciente del papel que debía desempeñar”.

El vínculo entre la Reforma y el rosacrucismo originario era tan estrecho que algunos eruditos han creído encontrar en la sigla F.R.C. (Frater Rosae Crucis) la frase oculta “Frater Religionis Calvinistae” (Hermano de la Religión Calvinista).

Aunque no existen registros históricos de la Milicia entre los siglos XVII al XX, se supone que algunas ramas de este movimiento siguieron trabajando de forma subterránea, hasta que en el año 1902 algunos rosacruces de la línea de Paschal Beverly Randoph y Reuben Swinburne Clymer intentaron re-fundar el grupo bajo el título de “Orden Militia Crucífera Evangélica”, publicando en 1905 un volumen de 198 páginas con un título homónimo.

Pocos años más tarde (1933), Harvey Spencer Lewis en el seno de la Orden Rosacruz AMORC, hizo lo propio fundando una orden caballeresca interna bajo el nombre de “Militia Crucífera Evangélica”, donde el propio Spencer Lewis ostentaba el título de “Generalísimo”.

De acuerdo con este escritor: “En la fundación de esta Milicia hallamos el origen de todas las órdenes de caballería que más adelante fueron defensoras de la fe, aunque es muy notable que la Milicia Crucífera Evangélica nunca se mostró activamente en público, sino que eran silenciosos defensores, con juramento de no desenvainar la espada más que en caso de absoluta defensa”.

En el año 1990, el saliente Imperator de AMORC, Gary Stewart, anunció la perpetuación contemporánea de la tradición de la Militia de acuerdo al linaje que había heredado de Ralph Maxwell Lewis, dando forma a la OMCE (Orden Militia Crucífera Evangélica).

Esta fraternidad posee un interesante “credo religioso” que estaría inspirado –según sus propias declaraciones– en la tradición rosacruciana heredada del Convento de Lunenburg.