En el último artículo hablamos de que todos los caminos conducen al mismo lugar, que todas las religiones, credos, escuelas, corrientes, son diferentes sendas hacia la cima, esto es: el regreso a la fuente, la reintegración.

Enseguida nos preguntaron: Por lo tanto, ¿todos los caminos valen? O planteado de otro modo: ¿vale lo mismo seguir el Zen, la Gnosis de Samael, la Wicca o el mormonismo?

Creo que en este punto vale recordar la premisa de la que tanto hablamos en este canal: todas las cosas que llegan a nosotros tienen un sentido y están subordinadas a una necesidad del alma. Esto significa que las personas, los libros, las escuelas y los acontecimientos de nuestra vida aparecen porque nuestra alma necesita aprender ciertas lecciones en esta escuela rigurosa y fascinante que llamamos “vida”.

Esto significa que cada experiencia y encuentro nos ofrece la oportunidad de crecer, aprender y evolucionar. Así como es afuera es adentro y, en este sentido, para el alma todo vale porque toda experiencia suma. Incluso las experiencias que podríamos calificar como negativas, como las pérdidas, los accidentes o los fracasos, pueden ser valiosas para nuestro proceso de despertar. Estas situaciones pueden sacudirnos, desafiarnos y empujarnos a salir de nuestra zona de confort. A través de ellas, podemos descubrir fortalezas internas que no sabíamos que teníamos, aprender importantes lecciones de vida y desarrollar resiliencia y sabiduría.

Esta idea también se aplica a las escuelas espirituales, que tienen su existencia en este plano porque hay personas que necesitan vivir ciertas experiencias en un marco determinado y su nivel de conciencia las lleva a esos lugares. Esta es, en verdad, la ley de atracción bien entendida.

Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿todas las escuelas valen lo mismo?

Obviamente hay corrientes más profundas y que nos brindan respuestas más completas y satisfactorias que otras. Sin embargo, es importante reconocer que cada escuela espiritual puede tener su valor y aportar algo único en el camino de crecimiento personal.

Cada corriente puede tener su enfoque, sus enseñanzas y prácticas específicas que resuenan de manera diferente en cada individuo. Lo que puede ser significativo y transformador para una persona, puede no serlo tanto para otra. Lo que para unos es alimento, para otros es veneno.

El viaje espiritual es personal, único e intrasnferble para cada individuo porque cada alma tiene su propio camino en un contexto único. Es muy fácil juzgar a otros con la panza llena y en un recinto aislado del mundo con aire acondicionado.

Los fundamentalistas esotéricos, ¿de veras creen que una persona de pueblo, común y silvestre, con poca formación, puede interesarse de veras en estudiar el Zohar, el Dhamaphada, la Doctrina Secreta o el Mahabharata? ¿No será que esta persona, con pocos o nulos hábitos de lectura, se inclinará más bien -si es que tiene inclinaciones espirituales- a una confesión religiosa que le brinde soluciones rápidas generalmente vinculadas a la salud, el dinero y el amor? Lamentablemente, las personas con poca o nula formación generalmente están más preocupadas en satisfacer sus necesidades básicas que en hacerse las grandes preguntas filosóficas. ¿Hay excepciones a esta regla? Claro que hay excepciones, pero en líneas generales -tal como revela la pirámide de Maslow– es esperable que las necesidades básicas, como la alimentación, el refugio y la seguridad, deben estar satisfechas antes de que las personas puedan buscar la autorrealización y explorar las preguntas filosóficas más profundas de la vida.

No obstante, es importante tener en cuenta que esto no significa que las personas con poca formación o que enfrentan dificultades en la satisfacción de estas necesidades fundamentales no tengan interés o capacidad para hacerse preguntas filosóficas. Aunque las circunstancias pueden influir en las prioridades y enfoques de las personas, el anhelo de buscar significado y comprensión existencial es inherente a la naturaleza humana.

Existen numerosos ejemplos de individuos que, a pesar de enfrentar desafíos en la satisfacción de sus necesidades básicas, buscaron (y buscan) respuestas filosóficas y espirituales. Las dificultades y las adversidades pueden incluso impulsar a algunas personas a cuestionar el propósito de la vida y a buscar un mayor sentido y trascendencia.

Hablaba antes de que hay caminos más profundos y otros no tanto. Incluso hay caminos que son un callejón sin salida, pero -aún así- en ellos es posible aprender cosas valiosas.

En el estudio de las religiones comparadas que hacemos en la Orden Rosacruz Iniciática hablamos de siete dimensiones que pueden aplicarse tanto a corrientes filosóficas como a las religiones establecidas. Hablamos de una dimensión material o física, otra vital o social, luego está la dimensión ritual, ética, mítica, doctrinal y experiencial.

No profundizaremos en esto aquí, pero la dimensión que nos interesa es esta última dimensión experiencial que se centra en las experiencias vinculadas a cada religión o filosofía, y el grado de profundidad que puede alcanzarse con la práctica de sus preceptos.

En muchas ocasiones, las corrientes espirituales se contentan con brindar unas pocas respuestas básicas, en otras se busca formar una comunidad, mientras que a veces se suministran herramientas potentes para un trabajo interior profundo, con cuestionamientos incisivos que apuntan al despertar de la conciencia. Repito: lo que para unos es alimento, para otros es veneno.

Para los fundamentalistas, para los dogmáticos, para los teosofascistas que repiten a diario el mantra mussoliniano de “Todo en Blavatsky, nada fuera de Blavatsky”, todo lo anteriormente expuesto es una barbaridad porque siguen creyendo que la única verdad revelada puede encontrarse en las páginas de la Doctrina Secreta y todo lo que la contradiga es una herejía.

Sobre este punto, vale la pena recordar un cuento del jesuita Anthony de Mello:

Le preguntaron a Buddha: “¿Qué prefieres? ¿A un fanático de tu religión o a un escéptico?”. Y el Maestro respondió: “Prefiero a un escéptico porque este, en algún momento llegará a comprender la Verdad. Un fanático nunca lo hará”.

Dicho todo esto, no nos alteremos. Cada uno a su paso, cada uno en su camino. Si creemos que nuestra filosofía es la más apropiada para este tiempo, hablemos de ella abiertamente, demos el ejemplo, seamos el cambio que queremos ver en el mundo. No nos contentemos con iniciar una cruzada contra los que no piensan como nosotros.

Más allá de la enseñanza, debemos preguntarnos: ¿Qué hago con esta enseñanza? ¿Me la guardo? ¿La comparto con otros? ¿La exhibo como un pavo real? Nosotros, en ORCI, tenemos bien claro esto: estamos construyendo una alternativa, un núcleo de la Fraternidad Universal, un punto de conexión de hombres y mujeres de buena voluntad y apostamos por:

El Universalismo, es decir la convicción de que, en todas las tradiciones espirituales hay una semilla de verdad que puede ser reconocida y experimentada por cualquier persona. En otras palabras, no hay una única religión o camino exclusivo hacia la verdad espiritual, sino que hay múltiples senderos que conducen a ella.

El Eclecticismo, es decir tener una actitud abierta, inclusiva y sin prejuicios hacia diferentes ideas y perspectivas espirituales, eligiendo aquellos ejemplos que valgan la pena más allá de su origen.

La Tolerancia, o sea la comprensión de que los seres humanos tienen diferentes formas de concebir y experimentar lo sagrado, y que estas diferencias deben ser respetadas y protegidas.

La Fraternidad, el entendimiento de que todos somos uno, que somos Hermanos viajando al mismo destino.

Terminemos este video con unas palabras de Mario Sabán, reconocido cabalista moderno: “La conexión del alma con la energía divina del universo es directa. Cada alma tiene su camino hacia Dios. Ningún intermediario le puede decir al alma cuál es la naturaleza de su conexión. Hay almas que estudian, otras que meditan, otras que trabajan en sus labores materiales… Cada una siente un llamado diferente de acuerdo a su esencia. (…) La realidad divina es siempre superior a cualquier sistema cerrado. El deseo de cada alma de conexión con Dios es superior a cualquier sistema de dominación dogmático”.