Todo pasa, el tiempo vuela («Tempus Fugit»). Siendo así, es necesario que el discípulo logre armonizar los opuestos (pasado y futuro) y focalizarse en un punto intermedio (presente), a fin de vivir una existencia centrada y en plenitud. En esta idea fundamental se basa la enseñanza iniciática de la impermanencia.

Si hacemos una encuesta, el 99% de las personas manifestará estar en total concordancia con la sentencia latina «Carpe Diem» (“aprovecha el día”). Sin embargo, si tratamos de entender qué se entiende por «aprovechar el tiempo» notaremos que existen dos visiones que se contraponen: una profana, es decir “miope”, y otra integral o trascendente.

Para un profano, «Carpe Diem» (“aprovecha el día”) se interpreta en función del Ego y se supedita al placer, es decir: «la vida es corta, aprovechemos para obtener el mayor placer posible en la menor cantidad de tiempo». Por otro lado, en el ámbito iniciático el entendimiento de “Carpe Diem” pasa por otro lado y significa «aprovechar al máximo las lecciones de la Escuela de la Vida y disfrutar el día plenamente, instante en instante».

Al focalizarnos un poco más en esta idea, podremos concluir que la sentencia «Carpe Diem» si es vivida en plenitud se convierte más bien en «Carpe Momentum», el aprovechamiento del momento, del presente fugaz que para los antiguos estaba íntimamente ligado a una divinidad femenina: la Ocasión (Occasio).

La diosa Occasio de los antiguos tenía un «look» realmente llamativo: un copete de pelo cubría su frente pero atrás tenía la nuca totalmente rapada, lo que significa que si la ocasión pasa a nuestro lado tendremos que actuar con rapidez porque de lo contrario ya no podremos sujetarla por detrás. Así se explica un viejo refrán que dice: «A la ocasión la pintan calva”.

Además, la ocasión siempre aparecía parada sobre una enorme bola, dejando constancia del carácter inestable de lo ocasional, y con una navaja en la mano, representando la velocidad con la que este instrumento corta. A veces se representaba con dos alas y en otras con un ligero velo agitado por el viento.

Entre los griegos, la Occasio romana recibió el nombre de Kairos, la divinidad de la oportunidad y del tiempo bien aprovechado. En una composición del siglo III a.C. se dice:

– ¿Quién eres?

– El poderoso Kairos.

– ¿Por qué vas de puntillas?

– Corriendo voy siempre.

– ¿Y las alas en los pies?

– Vuelo como el viento.

– ¿Porqué esa navaja en la diestra te veo?

– A los hombres muestro que soy más veloz que cualquier instante.

– ¿Y el cabello sobre los ojos?

– Asírmelo puede quien me salga al encuentro.

– ¿Y porqué estás calvo por detrás?

– Una vez he pasado con rápidos pies, nadie puede por detrás atraparme. (1)

Occasio pasa frente a nosotros una y otra vez, semi-desnuda y girando vertiginosamente sobre su bola. No obstante, la mayoría de las veces ni la vemos (¡tan ensimismados estamos recordando el pasado, fantaseando con el futuro o hipnotizados con el celular!) mientras que en otras la dejamos seguir de largo esperando cándidamente la «ocasión perfecta» (y esta nunca va a llegar, por supuesto).

Entonces, ¿qué debemos hacer para agarrar a Occasio de las mechas? Ojos bien abiertos, serenidad, pero sobre todas las cosas intuición o, mejor aún, «decisiones intuitivas», como bien explica Gerd Gigerenzer que –como resultado de sus investigaciones en el instituto Max Planck– llegó a la conclusión de que «la intuición puede llegar a ser mejor que los modelos de elección racional» (2), una afirmación que la Filosofía Iniciática maneja desde hace siglos.

La intuición (y no el intelecto) nos permite acceder a un caudal de información maravilloso que no puede captarse a través de los cinco sentidos (3). No obstante, hay un matiz entre las afirmaciones modernas de los científicos y las enseñanzas tradicionales de la Filosofía Perenne. Mientras que el pensamiento científico-materialista se empeña en reducir todo al cerebro y explica todo en función de secreciones y sustancias químicas, el esoterismo explica lo externo y lo interno a través de un puente que puede ser llamado «Alma» (4).

El Alma es el conector entre lo de afuera y lo de adentro, pero para poder lograr su propósito unificador necesita «ver», abrir sus ojos sutiles a fin de atravesar la superficie de las cosas. En esta pequeña acción –abrir los ojos– se resumen absolutamente todas las enseñanzas de la Filosofía Iniciática.

Abre los ojos. Carpe Momentum.

Algunas imágenes

Medallón de Jean de Rouen (siglo XVI), en el museo de Machado de Castro (Coimbra)

Imagen de Occasio tomada de la obra del siglo XVII «Neu-erfundene Sinnbilder» (Christian Albrecht Meisch)

Notas del texto

(1) Antología palatina: XVI, 275

(2) Entrevista de Edouard Punset: https://www.redesparalaciencia.com/wp-content/uploads/2008/06/entrev004.pdf

(3) Esto es: una percepción extra-sensorial, por encima de los cinco sentidos.

(4) El pináculo del pensamiento científico-materialista está expresado en una frase de Edouard Punset (el mismo que entrevista a Gigerenzer): «El Alma está en el cerebro». La visión de este científico catalán es tan literal que llega a afirmar que «Alma o psique cabe en el poco más de kilo y medio de tejido cerebral».