Como preservador de la cadena de oro, Hermes-Enoch es también el supremo Iniciador, vinculado a los Misterios Mayores y a una influencia espiritual “de corazón a corazón” que se remonta a la noche de los tiempos, a la fuente Hiperbórea, el punto de origen de todas las corrientes tradicionales.
Esta conexión con la Fuente debe ser lo más directa posible para evitar interferencias. Por eso, es necesario entender que en el ámbito iniciático existen dos cadenas: una relacionada a las Escuelas de Misterios Menores (donde el ritual es un elemento capital y donde existe una transmisión anímica vinculada a un egrégor) y una cadena espiritual vinculada a los Misterios Mayores.
Las Escuelas de Misterios Menores se dedican a una formación integral del ser humano y brindan herramientas para la purificación anímica (Anima=Alma, nuestra parte emocional y mental inferior). Por otro lado, las Escuelas de Misterios Mayores (o mejor dicho: la única Escuela de Misterios Mayores, también llamada “Logia Blanca”, “Orden de Melquisedec”, “Iglesia Interior”, etc.) se dedican exclusivamente al desarrollo del Alma Espiritual (Spiritus, Nous).
La purificación de los vehículos a través de una Ascesis es una condición indispensable para llegar hasta el portal de los Misterios Mayores, y en este punto reside la importancia de las Escuelas de Misterios Menores tradicionales (Masonería, Rosacrucismo, Martinismo, Hermetismo, etc.), que no son otra cosa que una vía de acceso a los Misterios Mayores.
No obstante, en nuestra Edad de Hierro, en este fin de ciclo que los orientales llaman Kali-Yuga, todas las Escuelas de Misterios Menores han sido víctimas de la profanación, por lo cual también necesitan un proceso de Metanoia, de muerte y resurrección, a fin de brillar nuevamente guiadas por este guía arquetípico, de esta inspiración trascendente a la que se le ha dado el nombre de Hermes Trimegisto.
Si ha de aparecer una humanidad nueva y mejor, es preciso que las Escuelas iniciáticas estén a la vanguardia de este proceso, no a la retaguardia. En palabras del historiador inglés Arnold Toynbee: “En los momentos de crisis de cada civilización, ciertos individuos regresan al mundo interior de la psiquis y descubren en ella una nueva dirección de vida, luego regresan al mundo exterior para formar una minoría creativa”. (1).
El venezolano Fermín Vale Amesti tal vez fue una de las personas que entendió mejor este proceso y dedicó los últimos años de su vida a proclamar “el retorno de Henoch”, que Jöel Pozarnik definió de este modo:
“El Retorno de Henoch es a la vez la llegada de un nuevo ciclo cósmico, una nueva civilización, una nueva humanidad y, al mismo tiempo, la llegada de una espiritualidad adaptada a las necesidades de esa nueva humanidad. Llegada que no es sino el regreso de una espiritualidad de tipo solar, es decir, iniciática, el regreso de las verdaderas Escuelas Iniciáticas. (…) El Retorno de Henoch debe también manifestarse por la entrada en esas Escuelas Iniciáticas, de Almas perfectamente cualificadas para esta Vía, para esta vida”. (2)
Este retorno de Henoch o Hermes (pues estamos hablando del mismo ser arquetípico) es una restauración. Por esto, de igual manera que la sociedad toda debe restaurarse de acuerdo a lineamientos sagrados, las instituciones “profanas” (gobiernos, empresas, instituciones educativas, etc.) y las “sagradas” (iglesias, escuelas iniciáticas, etc.) también deben ser sanadas, alineadas a algo más trascendente, en otras palabras: restauradas.
Y esta restauración, es decir la generación de instituciones “nuevas y mejores” solamente puede realizarse con seres humanos “nuevos y mejores” o, mejor dicho, “renacidos” que trabajen en conjunto, en núcleos de la Fraternidad Universal, verdaderas células de resistencia y de transformación.
Todas las tradiciones sagradas hablan de este “regreso triunfal” de un emisario de la luz que erradicará por siempre las tinieblas, encauzando con pericia el esfuerzo de los justos, a fin de guiar a la humanidad a su punto de origen, es decir a la restauración.
Esto queda clarísimo en el Bhagavad Gita, donde Krishna señala: “Yo vengo siempre que hay una decadencia del Orden (dharma), y una exaltación de la desviación (adharma). Yo renazco de época en época para proteger a los buenos, para destruir a los que practican el mal, para establecer firmemente el Orden”.
Volviendo a Hermes, debemos entender a este ser como la personificación de un principio espiritual. Esto quiere decir que no estamos hablando de una persona, de un individuo sino de algo más poderoso.
Estamos hablando de una energía conjunta, de una fuerza comunitaria, supra-individual, en otras palabras de una conspiración. Pero no de esa conspiración barata de los amos de la caverna, sino de una verdadera conspiración, que en su etimología significa “respirar juntos”.
Ciertamente, no hay nada más poderoso que todos nosotros respirando juntos y construyendo juntos un mundo nuevo y mejor impregnados por el espíritu de Henoch, de Hermes, de esa fuente poderosa de Luz, Vida y Amor.
Notas del texto
(1) Citado por Vale Amesti, Fermín: “El retorno de Henoch”
(2) Jöel Pozarnik en prólogo de “El Retorno de Henoch”