El concepto de “iniciación” está íntimamente relacionado al de “transformación” y por eso el conocido egiptólogo Christian Jacq afirmó que “este término significa “venir a la existencia, advenir, tomar forma, actuar, ser en devenir, llegar a existir (en el más allá), nacer, hallar su origen en”, y se refiere esencialmente al pasaje de un estado a otro”. (1)
En los jeroglíficos egipcios esta idea era representada con la imagen del escarabajo egipcio del estiércol o “kheper”, que tiene un doble significado: con las alas recogidas es símbolo del discípulo que se va purificando por un camino de ascesis, mientras que con las alas desplegadas representa el logro, la victoria, la Iniciación en sí misma.
Por esta razón, en algunos templos del antiguo Egipto podía leerse esta reveladora inscripción: “Yo soy Kheper, el discípulo y cuando abra mis alas, resucitaré”.
¿Por qué los egipcios eligieron al escarabajo como símbolo de la Iniciación? En primer lugar, es posible encontrar un paralelismo entre el ciclo vital del escarabajo pelotero (el pasaje del huevo a la larva, después de la ninfa hasta convertirse en escarabajo) y el proceso iniciático.
También llaman poderosamente la atención las costumbres de este coleóptero, que pone los huevos en el estiércol húmedo y caliente para después ir moldeándolo y convirtiéndolo en una bola perfecta, para luego empujarlo con gran esfuerzo hasta un hoyo donde las larvas estarán a salvo de los depredadores. Tras veintiocho días, la esfera totalmente seca será empujada hacia la superficie y al resquebrajarse y partirse, surgirá de ella el escarabajo alado.
El desplazamiento de la bola a la oscuridad y luego a la luz fue interpretada por los egipcios como una alegoría del sol. Plutarco explica: “Dicen de los escarabajos que es una especie sin hembras, que todos son machos, y pretenden que tales animales depositan su semilla en una materia a la que dan forma de esfera, empujándola con las patas traseras, con lo que ven una imagen similar a la del sol que, dirigiéndose de Occidente a Oriente, da el efecto de seguir un sentido contrario al del firmamento”. (2)
Entre los objetos hallados en la tumba de Tutankamón en el año 1922, había varios escarabajos muy interesantes. Uno de ellos estaba elaborado con un rarísmo cristal verdoso y en los últimos años algunos científicos han sostenido que podría proceder del espacio exterior, seguramente de un meteorito. (3)
Cristo, el buen escarabajo
Los coptos (cristianos egipcios) heredaron el símbolo del escarabajo de sus antepasados y lo incorporaron a su nuevo Salvador. Por esta razón, el Cristo ha sido llamado en ocasiones el “Buen Escarabajo” (“Bonus Scarabaeus”). Esta denominación se preservó en el medioevo y algunos autores cristianos también se refirieron a Jesucristo como “escarabajo”, aunque San Jerónimo reprobaba con dureza a quienes tomaban estas alegorías paganas y las incorporaban a la cristiandad.
San Ambrosio, por ejemplo, decía: “Con toda razón la inscripción está puesta en la parte superior de la cruz, ya que el reino que posee Cristo no es propio del cuerpo humano, sino del poder de Dios. Y con toda justicia está puesto arriba, porque, aunque en la cruz estaba el Señor Jesús, sin embargo, resplandecía por encima de la cruz gracias a su majestad real. Era un gusano sobre la cruz, un escarabajo sobre la cruz. Pero un buen gusano que no se va del árbol, un buen escarabajo que clamó desde la cruz. Y ¿qué dijo? Señor, no les imputes este pecado. También le dijo al ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso, y gritó como un escarabajo: ¡Dios mío, Dios mío, mírame!, ¿por qué me has abandonado? Y, en verdad, era un buen escarabajo quien, por medio de los pasos de sus virtudes, dignificaba el barro de nuestro cuerpo, que antes era algo informe y torpe y buen escarabajo también el que levantó al pobre de entre el estiércol; levantó a Pablo que se consideró como basura, levantó a Job que yacía sentado sobre el muladar”. (4)
En un viejo relato, Isis interrogaba al sol: “¿Quién eres?”. Y el sol respondía: “Soy Kheper en la mañana, Ra al mediodía y Atum a la hora de la marea vespertina”. Su respuesta puede ser aplicada al hombre y significa que, al nacer, tenemos toda la potencialidad de “llegar a ser” (la acepción de la palabra “kheper”), luego crecemos y desarrollamos nuestro poder creador, para finalmente descender al reino de Atum, que es una transición que nos llevará a un nuevo nacimiento.
Descender a la oscuridad y regresar victorioso a la luz. El símbolo se repite una y otra vez en diferentes mitos de la humanidad. Pero el símbolo no está afuera ni en un pasado remoto. El escarabajo alado no está muy lejos, pero para entender esto es necesario volver a mirar, abrir el ojo del corazón para detectar que todos los símbolos, todas las historias, todos los mitos están contenidos en un solo espacio llamado “ser humano”.
Notas del texto
(1) Jacq, Christian: “Poder y sabiduría en el antiguo Egipto”
(2) Plutarco: “Isis y Osiris”
(3) Consúltense algunos medios de prensa ingleses: BBC News, The Guardian y The Times.
(4) San Ambrosio: “Tratado sobre el Evangelio de San Lucas”