En Egipto, las bibliotecas recibían el sugestivo nombre de “clínicas del Alma” (1) o “tesoro de los remedios del Alma” (2), haciendo referencia a que en ellas el ser humano podía curarse la enfermedad más severa de todas: la ignorancia.

Pero, ¿De qué tipo de ignorancia hablaban los sabios egipcios? Ciertamente, la ignorancia que aqueja al ser humano no es cultural sino existencial y con esa idea como punto de partida podemos entender que la educación no debe ser una mera acumulación de información sino que debe convertirse en un medio de formación integral cuyo objetivo sea la “curación del Alma”.

Educar no es “instruir” (transmitir conocimientos y habilidades), sino desarrollar potencialidades, sin olvidar nunca que “educar” viene de “educir” (del latín “educere”), o sea develar, sacar a la luz, potenciar aquellas capacidades latentes que nos ayudan a realizarnos en plenitud.

De acuerdo con Platón“Todo conocimiento es recuerdo”, por lo cual la misión de las escuelas iniciáticas consiste en “facilitar” el camino y brindar herramientas poderosas para que cada estudiante “recuerde” (anamnesis) lo que ha olvidado (amnesis) pero que sigue estando en su interior. Los antiguos resumían esta idea en una sola frase: “Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”.

Si el Alma está enferma, amnésica, encandilada por los espejitos de colores del mundo material, entonces la Filosofía Iniciática debe entenderse como un valioso método terapéutico para que el hombre empiece a recordar su verdadera identidad.

Epicuro hablaba de una “therpeuein” (terapia) y sostenía que “vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia del hombre. Pues así como ningún beneficio hay de la medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo, tampoco lo hay de la filosofía si no expulsa la dolencia del alma” (3). En otras palabras, si la Filosofía no es aplicable a la vida cotidiana, no servirá de mucho.

En Oriente, Buddha es conocido como “el gran médico”, el curador de las enfermedades del Alma, y su tratamiento ha sido inmortalizado en las cuatro nobles verdades:

  1. “Existe el dolor” (observación de los síntomas de la enfermedad)
  2. “El dolor tiene una causa: el apego” (diagnóstico)
  3. “El dolor puede desaparecer si desaparece su causa” (pronóstico de recuperación)
  4. “Para extinguir la causa, debemos seguir el óctuple noble sendero” (prescripción de una receta)

En la tradición judeo-cristiana, el pecado original –muchas veces entendido como una “condenación eterna” que lleva a la conclusión deprimente de que la vida es un “valle de lágrimas” donde venimos a sufrir– puede ser visto como una afección existencial o de una intoxicación ocasionada por el fruto prohibido del Edén.

El filósofo rosacruz Eckhartshausen, al hablar sobre este tema, afirmó:  “El estado de enfermedad de los hombres es un verdadero envenenamiento; el hombre ha comido del fruto del árbol en el que el principio corruptible y material dominaba y se ha envenenado por este goce”. (4)

En otras palabras, al comer del árbol del bien y del mal, de la dicotomía entre el yo y el no-yo, de lo externo y lo interno, el ser humano primordial (Adán) rompió la conexión que lo ligaba con la Fuente, y de este modo se produjo la “caída” que representa la separación de la Unidad Primordial entre el hombre y la divinidad.

La consecuencia de este suceso es explicada por Eckhartshausen de este modo:  “El ojo interno que por todas partes tenía la verdad por objetividad, se cerró; el ojo material se abrió al aspecto inconstante de los fenómenos” (5), lo que significa que el hombre rápidamente olvidó su vínculo primigenio y se identificó con el mundo fenoménico, donde rige la diversidad.

Así como el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal precipitó la separación, hay otro fruto que tiene la virtud de re-ligarnos con la Fuente: el fruto del árbol de la vida. Por esta razón, el esoterismo cristiano considera que el sendero iniciático no es otra cosa que una aventura maravillosa que culmina en un punto central (“axis mundi”) donde podremos darle un fuerte mordiscón al fruto del recuerdo y convertirnos en lo que verdaderamente somos.

Notas del texto

(1) Dice Diodoro de Sicilia: “A continuación se encuentra la biblioteca sagrada, que lleva la inscripción “lugar de curación del alma”, y al lado de este edificio pueden apreciarse estatuas de todos los dioses de Egipto”. (“Bibliotheca historica”).
(2) Dice Jacques-Bénigne Bossuet: “El primero de todos los pueblos en que se ven bibliotecas es el de Egipto. El título que se les daba, inspiraba deseo de entrar en ellas y de penetrar sus secretos: eran llamadas: El tesoro de los remedios del alma, porque allí se curaba de la ignorancia, que es la más peligrosa de sus enfermedades y el origen de todas las demás”. (“Discurso sobre la historia universal”)
(3) Usener, Hermann: “Epicurea”, fragmento 221.
(4) Eckhartshausen, Karl von: “La nube sobre el santuario”
(5) Eckhartshausen: op. cit.