En un artículo anterior hablamos de las dos cadenas de transmisión iniciática, una relacionada a los Misterios Menores (el llamado Arte Real) y otra relacionada a los Misterios Mayores (o Arte Sacerdotal).

La primera cadena es anímica y conecta horizontalmente a las almas humanas, conformando un vínculo de persona a persona, de maestro de discípulo, de corazón a corazón, y la llamamos “cadena de plata”.

La segunda cadena es espiritual y conecta a cada uno de nosotros individualmente con el Espíritu, con la Fuente, una línea directa del corazón humano al corazón de Dios. Esta es la “cadena de oro”.

Las dos cadenas conectan por vía directa o indirecta a la Fuente primordial y nos hablan de la transmisión de un conocimiento sagrado que nos permite trascender.

En la cadena de plata existen seres de carne y hueso que han desempeñado el rol de transmisores, iniciadores, instructores, maestros que tienen un solo cometido: que el discípulo recuerde su verdadera naturaleza, que descubra que esa fuente de sabiduría innata reside en su propio corazón.

Si hacemos un repaso a la historia del rosacrucismo, podemos hablar de cuatro etapas:

  1. Pre-rosacrucismo
  2. Proto-rosacrucismo
  3. Rosacrucismo de los manifiestos
  4. Neorosacrucismo

La primera etapa, el pre-rosacrucismo, abarca todas las corrientes mistéricas de la antigüedad, en Grecia, Mesopotamia, Egipto, Roma, incluso en la Edad Media, donde existieron colegios, órdenes y fraternidades que no eran estrictamente rosacruces pero que influyeron a todas las escuelas posteriores, especialmente la Rosacruz.

Si hay un sitio determinante en este desarrollo histórico, este lugar es la ciudad de Alejandría en Egipto donde se constituyó un espacio de confluencia cultural en el que todas las corrientes iniciáticas del Mediterráneo fueron contempladas y profundizadas.

Fue en Alejandría que el pensamiento del divino Platón fue enriquecido por Amonio Saccas, Jámblico, Plotino, Proclo y varios otros convirtiéndolo en Neoplatonismo. También en esta ciudad egipcia se conformó la síntesis del pensamiento de Hermes, la llamada tradición hermética, al mismo tiempo que confluyeron en este momento y lugar elementos valiosísimos de la filosofía iniciática del Egipto Antiguo, así como enseñanzas de Oriente, Mesopotamia, de la Gnosis judía y el cristianismo primitivo.

En este maravilloso caldo de cultivo alejandrino encontramos las raíces del pensamiento esotérico occidental con dos vertientes determinantes para entender el futuro rosacrucismo: el Neoplatonismo y el Hermetismo.

La segunda etapa, el proto-rosacrucismo, tuvo su eje en los Caballeros del Temple, los cuales establecieron contacto con los iniciados musulmanes, los ismaelitas, a fin de mantener viva la Tradición Iniciática Occidental, que la oficialidad de la Iglesia Católica había intentado opacar.

En esta etapa del medioevo podemos destacar también el trabajo operativo de los alquimistas, cuya labor sería heredada por los rosacruces los cuales pasarían concebir a la Gran Obra desde otra perspectiva, en lo que hoy llamamos Alquimia interna o espiritual.

Un personaje capital de este momento histórico es Dante Alighieri, donde su simbólica Divina Comedia marca la transición del medioevo al renacimiento y que se vinculó a la Orden de los Fedeli D´Amore, una organización que muchos señalan como proto-rosacruz.

En este período renacentista vale destacar la influencia de Marsilio Ficino, traductor de las obras de Hermes Trimegisto, el Corpus Hermeticum, que recogió la tradición neoplatónica y hermética, señalando la existencia de una cadena de iniciados (que llamó Prisca Theologia) que abarcaba tanto a paganos como a cristianos y que estaba vinculada a una sabiduría arcaica que era capaz de conectar al ser humano con la Fuente.

Ficino incluyó en esta cadena a Hermes, Orfeo, Aglaofemo, Pitágoras, Filolao y Platón, aunque más adelante se agregaron otros eslabones como Zoroastro, Homero, Moisés, Plotino, Abraham, Licurgo, Heráclito, Noé, Aristóteles, Filón de Alejandría, Avicena, San Agustín, las sibilas, los druidas, los cabalistas, los brahmanes, los alquimistas y muchos otros.

Por último, en esta etapa proto-rosacruz podemos incluir a la Milicia Crucifera Evangelica, que puede considerarse una puerta de entrada a los movimientos subterráneos de la rosacruz, décadas antes que fueran publicados los manifiestos.

En este punto –principios del siglo XVII– está todo preparado para la aparición de los manifiestos rosacruces, la Fama Fraternitatis y la Confessio Fraternitatis, que dieron a conocer al público en general la existencia de una fraternidad misteriosa y secreta con el nombre de Rosacruz.

Comienza entonces la tercera etapa.

Este rosacrucismo primigenio de lo manifiestos se colocó frente a la crisis europea (que era religiosa, política, filosófica) como una verdadera alternativa, como una especie de resistencia frente al humanismo materialista que había ido prevaleciendo en este renacimiento tardío.

Fuertemente impregnado de Alquimia, Hermetismo y Magia, el rosacrucismo se declaró cristiano y el nombre de su fundador (Christian Rosenkreutz, es decir Cristiano Rosacruz) ya nos deja claro el trasfondo espiritual del movimiento, donde se declaraba sin tapujos “Jesus Mihi Omnia” (Jesucristo es nuestro Todo). Por esta razón no es raro que uno de los textos fundamentales de estos primeros rosacruces conocidos haya sido el libro “La Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis.

No obstante, hay que comprender que los rosacruces no eran cristianos en el sentido religioso de la palabra sino más bien cristocéntricos, dado que el Cristo aparecía como el ideal supremo, el iniciado perfecto a seguir e imitar.

Desde esta óptica, el mandato bíblico “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame” que aparece en Mateo 16:24 se convierte en el mandato supremo de la rosacruz, donde el Cristo no es un personaje histórico ajeno a cada uno de nosotros sino que pasa a ser el Cristo-rey, ese principio espiritual que reside y reina en el centro de nuestros corazones.

Con el avance del positivismo y el triunfo de una visión materialista de la historia signada por el dogma del progreso, el rosacrucismo y todas las corrientes espirituales pasaron a un segundo plano. Finalmente, los rosacruces se retiran de la escena, desplazándose a un lugar apartado del continente asiático que tradicionalmente recibe el nombre de Agartha y que es reconocido como la sede de la Gran Fraternidad Blanca o Iglesia Interior.

A propósito de esta Iglesia Interior, a fines del siglo XVIII aparece una obra fundamental para comprender a fondo el Rosacrucismo y, justamente, las características de esta Iglesia Interior o Logia Blanca. Esta obra es “La nube sobre el santuario” de Karl von Eckhartshausen.

En este punto podemos hablar de una cuarta etapa, el neorosacrucismo, que comienza con la Orden Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema creada por dos masones alemanes y donde la Alquimia y el simbolismo adquieren un rol protagónico. En este contexto fue publicada la famosa obra “Símbolos secretos de los Rosacruces de los siglos XVII y XVIII“ donde se incluyen complejos esquemas simbólicos que decían resumir el conocimiento iniciático.

Es en este momento histórico, es decir unos pocos años después que los Hermanos Mayores han retirado a Agartha, cuando la Rosacruz se mezcló con otras escuelas herméticas y masónicas en las que influye en mayor o menor grado.

En 1842 apareció una novela misteriosa que volvió a traer a la palestra a los rosacruces. Estoy hablando de la obra “Zanoni” de Edward Bulwer Lytton, la cual tenía como eje a una fraternidad secreta de corte rosacruciano.

A lo largo del siglo XIX el rosacrucismo fue adquiriendo más importancia en América y Europa, hasta que fue exteriorizado en Francia a través de la Orden Cabalística de la Rosacruz.

También es importante en este momento la divulgación de la Teosofía de Madame Blavatsky, a través de la Sociedad Teosófica que –si bien estaba más centrada en el ocultismo oriental– también supo conectar con las corrientes esotéricas occidentales a través de Anna Kingsford, fundadora de la Sociedad Hermética, y del rosacruz alemán Franz Hartmann.

Hartmann se vinculó con diversas corrientes iniciáticas de Oriente y Occidente e incluso intentó constituir un monasterio de corte teosófico en la ciudad alemana de Kempten donde entró en contacto con un grupo de rosacruces que estaban dirigidos por el enigmático iniciado Alois Mailänder, muy poco conocido por los historiadores y que fue determinante en el desarrollo del rosacrucismo del siglo XX.

A principios del siglo XX aparecieron diversas organizaciones que adoptaron el nombre de Rosacruz, como la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel, la Fraternitas Rosicruciana Antiqua de Arnold Krumm-Heller, la Antigua y Mística Orden Rosae Crucis de Harvey Spencer Lewis y también podría incluirse en este grupo la Sociedad Antroposófica de Rudolf Steiner.

En estas épocas los teósofos instituyeron una agrupación de corte rosacruz presidida por Annie Besant la cual llevó el nombre de Orden del Templo de la Rosacruz que estaba dedicada “al estudio de los Misterios, Rosacrucismo, Cábala, Astrología, Masonería, Simbolismo, Ceremonial Cristiano, Tradiciones Místicas y Ocultas del Occidente”, bajo la inspiración del Maestro Rakoczi.

Años más tarde, al final de la Segunda Guerra Mundial, dos estudiantes holandeses de la Fraternidad Rosacruz, Catharose de Petri y Jan van Rijckenborg, se escindieron de la organización central y fundaron el Lectorium Rosicrucianum o Escuela de la Rosacruz de Oro, haciendo énfasis en los aspectos gnósticos del rosacrucismo y conectando con la tradición cátara.

Este es, pues, un resumen brevísimo de las cuatro etapas del desarrollo histórico de la Rosacruz.

Hoy en día existen varias escuelas que ostentan el nombre de “Rosacruz” y cada una de ellas resalta algún aspecto de la Tradición. Todas son respetables y todas tienen su razón de ser porque están dedicadas a diferentes clases de personas.

Estamos seguros que este siglo XXI dará inicio una quinta etapa, en este momento crucial de la humanidad, en este fin de ciclo, en esta época oscura donde la rosa tendrá que emerger victoriosa y donde todas las escuelas que promueven el ideal rosacruz tendrán que formar un frente común para que en el mundo reine la Luz, la Vida y el Amor.