Encerrada en un calabozo y después de ser torturada por sus perseguidores, Santa Margarita fue engullida sin piedad por un nauseabundo dragón. Sin embargo, desde las entrañas del monstruo, Margarita se encomendó a Dios haciendo la señal de la cruz, tras lo cual éste se fue desgarrando de arriba a abajo hasta que finalmente explotó, permitiendo que la dama saliera al exterior. En ese preciso instante, la mazmorra resplandeció con una luz clarísima y divina.

La victoria de Margarita ante el dragón es totalmente diferente a la de San Jorge y a la de otros héroes masculinos (Sigfrido, Perseo, etc.) porque la santa primero es engullida, tragada y tiene que descender a las entrañas del monstruo para después emerger victoriosa.

En este sentido, la historia de Santa Margarita se asemeja más a la de Jonás y la ballena en el Antiguo Testamento, que –como bien señala Manly Palmer Hall“es realmente una leyenda de iniciación en los Misterios” (1). Este evento tiene su correspondencia en el Nuevo Testamento, cuando el Cristo es colocado después de su la crucifixión en el santo sepulcro, desde donde bajó a los infiernos, tal como señala San Mateo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. (Mt 12:40)

Jean Chevalier revela que, en una de sus claves simbólicas, “el monstruo es (…) símbolo de la resurrección: se traga al hombre a fin de provocar un nuevo nacimiento. Todo ser atraviesa su propio caos antes de poder estructurarse; el pasaje por las tinieblas precede la entrada en la luz. Mitos [de este tipo]  existen en la Polinesia, en el África y en Laponia: la entrada en el vientre de un monstruo, generalmente marino, y la salida de esas tinieblas constituye un rito de iniciación. Es a menudo claramente un descenso a los infiernos, seguido de una resurrección”. (2)

Anábasis y Katábasis

Este descenso a los infiernos (descenso ad inferos) se conoce tradicionalmente como Katábasis, el cual tiene su complemento en una Anábasis (ascenso). Por lo tanto, todo descenso (muerte) supone un posterior ascenso (resurrección), en un proceso que nos recuerda al V.I.T.R.I.O.L. alquímico: Visita el Interior de la Tierra y Rectificando encontrarás la Piedra Oculta.

En relación con esto, Guénon comenta que estas dos fases son “inversas y complementarias, siendo la primera la preparación necesaria de la segunda. No sería dificultoso hallarla en la descripción de la “Gran Obra”hermética. Y la misma cosa se afirma claramente en todas las doctrinas tradicionales”. (3)

Este punto es importante ya que nos permite establecer un paralelismo entre el dragón de Margarita y otros espacios cerrados donde hay un elemento que experimenta una transformación, por ejemplo la ballena de Jonás, el sepulcro de Jesús, el capullo del gusano de seda y el horno (athanor) alquímico.

Mircea Eliade explica perfectamente este punto: “Es sabido que la esencia de la iniciación a los misterios residía en la participación en la pasión, muerte y resurrección de un dios. Ignoramos las modalidades de esta participación, pero bien podemos suponer que los sufrimientos, la muerte y la resurrección del dios, ya conocidos del neófito como mito, como historia ejemplar, le eran comunicados durante la iniciación de modo “experimental”. El sentido y la finalidad de los Misterios eran la transmutación del hombre: por la experiencia de la muerte y resurrección iniciáticas, el místico cambiaba de régimen ontológico (se hacía inmortal). (…) El alquimista trata a la Materia como el Dios era tratado en los Misterios; las sustancias minerales “sufren”, “mueren”, “renacen”a un nuevo modo de ser; es decir, son transmutadas. (…) Gracias a las operaciones alquímicas, asimiladas a las “torturas”, a la “muerte”y a la “resurrección”del místico, la sustancia es transmutada, es decir, obtiene un modo de ser trascendental: se hace “oro”, que, repetimos, es el símbolo de la inmortalidad. En Egipto se consideraba que la carne de los Dioses era de oro: al convertirse en un Dios, el Faraón alcanzaba también la conversión de su carne en oro. La transmutación alquímica equivale por ello a la perfección de la materia; en términos cristianos, a su redención”. (…) Las “pruebas de iniciación”que en el terreno del espíritu conducen a la libertad, a la iluminación y a la inmortalidad llevan en el terreno de la materia a la transmutación, a la Piedra filosofal”. (4)

En la Masonería, la cámara de reflexiones puede ser equiparada con el vientre de la ballena, el athanor alquímico, la caverna iniciática, el pozo hondo, el capullo de seda, etc. En ese lugar el candidato tiene la oportunidad de descender al abismo y permanecer varias horas en un entorno fúnebre donde cada uno de los símbolos lo alientan a desintegrar todo vestigio del Hombre Viejo (Palaios Anthropos, el profano) a fin emprender un camino de re-generación que le permita renacer como un Hombre Nuevo (Neos Anthropos, el iniciado).

René Guénon dice que “todo cambio de estado debe ser considerado como cumpliéndose en las tinieblas, lo que explica el simbolismo del color negro en relación a esto: el candidato a la iniciación debe pasar por la oscuridad completa antes de acceder a la “verdadera luz”. Es en esta fase de oscuridad donde se efectúa lo que es denominado el “descenso a los Infiernos” (…) es, podría decirse, como una especie de “recapitulación” de los estados precedentes, mediante el cual las posibilidades referidas al estado profano serán definitivamente agotadas, a fin de que el ser pueda desde entonces desarrollar libremente las posibilidades de orden superior que lleva en él, y cuya realización pertenece propiamente al dominio iniciático”. (5)

Este viaje al infierno o inframundo se hace evidente en “La Divina Comedia” de Dante pero si hacemos un repaso a las historias míticas de la antigüedad encontraremos evidencias de este proceso de anábasis y katábasis en personajes tan disímiles como Hércules, Jesucristo, Mahoma, Hiram Abif, Ulises, Orfeo, Eneas, Gilgamesh, Yudisthira, entre otros. (6)

Notas del texto

(1) Hall, Manly Palmer: “Las enseñanzas secretas de todos los tiempos”

(2) Chevalier, Jean: “Diccionario de símbolos”

(3) Guénon, René: “El esoterismo de Dante”

(4) Eliade, Mircea: “Herreros y alquimistas”. Eliade insiste una y otra vez sobre este punto: “No existe esperanza alguna de “resucitar”a un modo de ser trascendente sin “muerte”previa. El simbolismo alquímico de la tortura y de la muerte resulta a veces equívoco; la operación puede comprenderse tanto referida a un hombre como a una sustancia mineral. (…) Este simbolismo ambivalente impregna toda la opus alchymicum. Es importante, por tanto, comprenderlo bien”.

(5) Guénon, René: “Apreciaciones sobre la Iniciación”

(6) Véanse las siguientes obras para conocer los detalles de cada incursión: “Libro de la Escala” (sobre Mahoma), “La Odisea” (Ulises), “La Divina Comedia” (Dante), “La Eneida” (Eneas), “La Epopeya de Gilgamesh” (Gilgamesh), “El Mahabharata” (Yudisthira), Pistis Sophia”, “Evangelio Apócrifo de Nicodemo” y “La Biblia”, 1 Pedro 3:19 en relación a Jesucristo.