En este día mundial de la Filosofía quiero focalizarme en siete claves de la Filosofía estoica  que considero sumamente importantes para vivir una vida plena y que no solamente eran válidos hace 20 siglos atrás en el mundo grecorromano sino que siguen siendo fundamentales para vivir una vida con propósito, aquí y ahora, en nuestro siglo XXI.

Voy a ir pasando revista a estos siete puntos tomando nota del testimonio de los propios filósofos estoicos: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.

Primera lección, primera clave

“Vive el presente. Aprovecha el día”

Dice Séneca: “La verdadera felicidad es disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro, no entretenernos con esperanzas o miedos, sino descansar satisfechos con lo que tenemos, que es suficiente. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance”. 

Por otro lado, Marco Aurelio tiene dos frases muy buenas sobre esto: “Piensa en todas las veces que te has dicho «Lo haré mañana». Tu tiempo es limitado, usa cada momento sabiamente” y “No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo”.

Hace algún tiempo atrás, una publicidad decía lo siguiente:

“Supongamos que cada mañana te encuentras 1440 euros. Puedes regalarlos, divertirte con ellos o quemarlos, pero los que no uses al final del día desaparecerán. Así funciona la vida. La diferencia es que lo que te encuentras cada mañana no son 1440 euros… son 1440 minutos. Piensa bien que vas a hacer con ellos”. 

Cuando nos damos cuenta de esto, cuando nos concientizamos de que el tiempo es un recurso finito, que la vida pasa realmente muy deprisa y que lo único seguro es que nos vamos a morir, ya no podemos hacer bobadas. 

Es preciso detectar cómo se nos van esos 1440 minutos, es decir 24 horas. Aquí podemos valernos de la regla del 8 que se atribuye a un carpintero neozelandés llamado Samuel Parnell y que propone dividir el día en tres partes: 8-8-8, ocho horas para dormir, ocho horas para trabajar y ocho horas de tiempo libre. Obviamente cada uno de nosotros tiene una realidad diferente, algunos duermen más, otros menos, otros trabajan más horas, otros no trabajan, en fin. Lo importante aquí es tomar una hoja y un lápiz, o una planilla excel, o dibujar un círculo dividido en 24 y determinar en qué gastamos -o mejor dicho en qué invertimos- nuestro tiempo. 

Pero este enunciado tiene dos partes: una nos habla de aprovechar el tiempo al máximo, el famoso “Carpe Diem” de los antiguos, pero por otro lado también alude a la conciencia, a vivir conscientemente, prestando atención plena al momento presente, a este aquí y ahora. 

Segunda lección

“Una cosa es la realidad y otra es nuestra percepción de la realidad”

Dice Epicteto: “Los hombres no son perturbados por los eventos, sino por sus opiniones sobre ellos” y agrega Marco Aurelio: “Si estás angustiado por algo externo, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a tu estimación de ella, y tienes el poder de evitarlo en cualquier momento”.

Si viajo a París en un día soleado, con cielo despejado y un clima ideal pero dentro de mí hay una tormenta interior con nubes negras y lluvia permanente, lo interno se impondrá a lo externo y voy a llegar a la conclusión de que París es una ciudad horrible.

Pero si, por el contrario, viajo a París en un día gris pero dentro de mí brilla un sol interior, entonces esta ciudad me parecerá maravillosa.

Del mismo modo, nuestras creencias terminan determinando nuestra percepción. Si yo creo, me digo y me repito como un mantra “mi ciudad es una mierda”, esto terminará determinando nuestra forma de percibir nuestra ciudad. Sin embargo, si cambio la mirada, si ajusto el foco, la realidad empezará a cambiar.

¿Qué quiero decir con esto? Que el cielo y el infierno están adentro de nosotros, y que esto depende -en gran medida- de cómo percibimos el mundo, de cómo lo entendemos, de dónde ponemos la atención.

Cada uno de nosotros tiene que decidir si desea vivir una vida con sentido, con un propósito, o una vida carente de sentido y sin ninguna clase de propósito. Más allá de que creamos en un propósito cósmico, superior, bla bla bla, dejemos todo eso de lado que es importante pero ahora estamos hablando de algo mucho más básico. Es necesario que elijamos si queremos vivir una vida con sentido o sin sentido, una existencia donde todo lo que nos pasa es casual o -por otro lado- entender que cada evento, cada persona tiene un cometido pedagógico o sea entender las sincronicidades, entender la “causalidad”.

Elegir conscientemente una u otra alternativa modifica de forma radical nuestro paso por esta encarnación.

Tercera lección

“Hay cosas que dependen de nosotros y que podemos dominar, y hay cosas que no dependen de nosotros y que no podemos modificar”.

Sobre este punto, escuchemos lo que dijo Epicteto en su “Manual de vida”: “La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Sólo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior.

Bajo control están las opiniones, las aspiraciones, los deseos y las cosas que nos repelen. Estas áreas constituyen con bastante exactitud nuestra preocupación, porque están directamente sujetas a nuestra influencia. Siempre tenemos la posibilidad de elegir los contenidos y el carácter de nuestra vida interior.

Fuera de control, sin embargo, hay cosas como el tipo de cuerpo que tenemos, el haber nacido en la riqueza o el tener que hacernos ricos, la forma en que nos ven los demás y nuestra posición en la sociedad. Debemos recordar que estas cosas son externas y por ende no constituyen nuestra preocupación. Intentar controlar o cambiar lo que no podemos tiene como único resultado el tormento”.

Stephen Covey enseñaba que cada uno de nosotros tiene un “círculo de preocupación”, es decir aquellas cosas que nos conciernen, que nos preocupan: la salud, los hijos, los problemas del traba­jo, la deuda pública, la guerra mundial.

Al revisar estas cosas que nos preocupan, vamos a diferenciar algunas sobre las que no tenemos ningún control real y otras, donde sí podemos hacer algo. Estas últimas Covey las pone en un “círculo de influencia” más pequeño. Entonces tenemos cosas que dependen de nosotros, de nuestra conducta, de nuestros hábitos (Covey habla de control directo), otras que no dependen de nosotros y sobre las cuales no podemos hacer absolutamente nada (incontrol) y una tercera zona intermedia donde podríamos llegar a influir de algún modo pero también depende de otras personas y otros factores (control indirecto).

Cuarta lección, cuarta clave

“Deja de preocuparte por lo que piensan y dicen los demás”

Aquí recurrimos una vez más a Epicteto:

“La gente no tiene la facultad de hacerte daño. Incluso si te denigran a voz en grito o te golpean, si te insultan, tuya es la decisión de considerar si lo que está ocurriendo es insultante o no. Cuando alguien te irrita, lo único que te está irritando es tu propia respuesta. Por consiguiente, cuando te parezca que alguien te está provocando, recuerda que lo único que te provoca es tu propio juicio del incidente. No permitas que tus emociones se enciendan ante meras apariencias. Intenta no limitarte a reaccionar al instante. Toma distancia de la situación a fin de tener una perspectiva más amplia. Sosiégate”. 

“Quienes buscan una vida superior y aspiran a vivir fieles a sus principios espirituales, deben estar preparados para ser objeto de burla y condena. Muchas personas que bajan progresivamente el listón de sus aspiraciones personales en un intento de ganar aceptación social y más comodidad en la vida terminan amargamente resentidos con quienes tienen inclinaciones filosóficas y se niegan a comprometer sus ideales espirituales en su búsqueda por mejorarse a sí mismos. Nunca vivas en función de estas almas desdichadas. Compadécete de ellas al tiempo que te mantienes firme en lo que tú sabes que es bueno.

Cuando inicies tu programa de progreso espiritual, es probable que las personas que te rodean se mofen de ti y te acusen de arrogancia.

Tu cometido es comportarte con humildad y ser consecuente con tus ideales morales. Aférrate a lo que en el fondo de tu corazón sabes que está bien. Así, si eres constante, las mismas personas que se burlaban de ti terminarán por admirarte.

Pero si permites que las opiniones malintencionadas te hagan titubear en tus propósitos, incurrirás en una doble falta”.

Siempre recuerdo a Victor Frankl, creador de la logoterapia, encerrado en un campo de concentración, que tomó consciencia de su situación: los nazis le habían quitado todo: sus pertenencias, su casa, su ropa, su familia, su vida,lo habían torturado, humillado, pero -sin embargo- había algo que no le habían podido quitar: poder elegir su actitud. Entre estímulo y respuesta existe un espacio, un pequeño espacio donde somos realmente libres de elegir nuestra actitud. A esto, Frankl le llamó la última libertad humana, una libertad que todos tenemos y que nadie nos puede quitar.

En Uruguay tenemos un dicho: “Los de afuera son de palo”. Esta frase tiene un origen futbolístico y para conocerlo tenemos que remontarnos a la final de la copa del mundo de 1950, en Maracaná. En ese momento se enfrentaba la selección de Uruguay contra el equipo locatario, Brasil, en un estadio colmado de 200.000 personas que gritaban enfervorizadas por el equipo brasileño (de hecho, hasta el día de hoy esta cantidad de público sigue siendo el récord mundial para un partido de fútbol).

En este ambiente sobrecogedor (imagínense 200.000 personas gritando en contra) Obdulio Varela, el negro jefe, capitán de la selección celeste, antes de empezar el partido y observando ese mar de gente alentando al equipo rival arengó a sus compañeros diciendo simplemente: “Muchachos, los de afuera son de palo”, de madera, es decir cartón pintado, pura escenografía y la victoria o la derrota dependía del desempeño de 11 contra 11. Y ya sabemos lo que pasó: mete el gol Brasil y contra todos los pronósticos, el seleccionado uruguayo da vuelta el partido: 2 a 1 y Uruguay logra el maracanazo.

En estos tiempos de redes sociales, del me gusta, del postureo, de los influencers, del qué dirán, es importante tener en cuenta el consejo de los estoicos o la frase del negro jefe: “Los de afuera son de palo”.

Quinta clave

“Conviértete en tu mejor versión”

Decía Epicteto: “Ya va siendo hora de dejar de ser un vago. Si deseas convertirte en una persona extraordinaria, si quieres ser sabio, tienes que identificar explícitamente el tipo de persona que quieres ser. Si llevas un diario, escribe lo que estás intentando ser, de modo que puedas utilizar esa autodefinición como referencia. Describe con precisión la conducta que quieres adoptar, de forma que puedas observarla tanto cuando estés a solas como con más gente”.

Y Marco Aurelio sentenció: “No pierdas el tiempo discutiendo sobre lo que debería ser una buena persona. Sé una”.

El Kaizen japonés tiene una máxima: “¡Hoy mejor que ayer, mañana mejor que hoy!”, es decir que a través de pequeños cambios, de pasos no muy grandes pero constantes podemos lograr una mejor continua. 

En otras palabras, todos los días se puede mejorar algo, por más pequeño que sea ese algo, y esto lo podemos entender en el marco de nuestra vida cotidiana, por ejemplo:

Comer hoy mejor que ayer pero peor que mañana.

Controlar nuestra adicción al teléfono móvil mejor que ayer pero peor que mañana.

Practicar ejercicio físico mejor que ayer pero peor que mañana.

Meditar mejor que ayer pero peor que mañana.

En fin, podemos insertar esta máxima en todos los aspectos de nuestra vida pero siempre en función de la auto-observación, de detectar lo que hacemos en el día a día, cómo lo hacemos y de qué forma mejorarlo. Incluso podría decir que tenemos que buscar el modo de medir todo esto, porque -como dice el dicho- lo que no se puede medir no se puede mejorar y lo que no se puede mejorar tiende a empeorar. Medir implica registrar, tomar nota y por eso en nuestra Orden desde el principio sugerimos que el estudiante tenga una bitácora, un diario de viaje.

Sexta clave

“Vive una vida simple”

Dice Séneca: “Pobre no es el que tiene poco, sino el que anhela más”.

Y por su lado, dice Epicteto: «El sabio no se aflige por las cosas que no tiene, sino que se alegra y disfruta las que tiene». 

Hoy estamos bombardeados por la publicidad: más, más, más, comprar más, gastar más, tener más, en una calesita de consumo que nos está llevando al abismo.

Recuerdo aquí el documental de la BBC donde Edward Bernays, a principio del siglo XX, impulsaba a través de los medios de comunicación masiva el pasaje de una sociedad de necesidades a una sociedad de deseos, del consumo al consumismo, donde es necesario crecer, aumentar, donde estamos esclavizados al más.

El uso actual que hacemos de los recursos naturales es 1,7 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar. Y aún así se sigue abogando por el crecimiento continuo. Si toda la humanidad tuviera el ritmo de consumo de los EE.UU., se necesitarían cinco planetas. Puedo decir esto con conocimiento de causa porque vivo actualmente en Estados Unidos y veo a diario el derroche, las enormes cantidades de desperdicios que se generan. Pues bien, si todo el mundo viviera como se vive aquí, sin pensar en el mañana, este planeta sería inviable en poco tiempo más.

En este punto creo que vale la pena recordar a un gran pensador de este país: Henry David Thoreau que abogaba por la simplicidad, y decía: “Conforme simplifiques tu vida, las leyes del universo serán más simples. Vive en cada estación a medida que pasa, respira el aire, bebe la bebida, prueba la fruta y aprovecha la influencia de la tierra».

Aquí otra vez la clave es la auto-observación. ¿Somos parte de la solución a este problema mundial o somos parte del problema? Observar nuestro comportamiento, nuestros hábitos de consumo, lo que comemos, lo que tiramos. Es increíble la cantidad de cachivaches que inconscientemente vamos acumulando a lo largo de nuestra vida.

En fin: siempre hay un modo de adoptar una vida más sencilla, teniendo en cuenta lo que dijimos antes: Hoy mejor que ayer, pero mañana mejor que hoy.

Última lección, séptima clave

“Nuestra filosofía debe ser práctica, vivencial, activa y debe ser movilizadora, aplicable a nuestra cotidianidad e integrada como un estilo de vida”.

Dice Séneca en sus epístolas morales a Lucilio: “Nadie decepciona tanto a la humanidad como aquellos que estudian filosofía como si fuera una especie de habilidad comercial y luego proceden a vivir de una manera bastante diferente a la forma en que le dicen a otras personas que vivan”. 

Y complementa Epicteto: “Pon en práctica tus principios, ahora. Basta de excusas y dilaciones. ¡Esta es tu vida! Ya no eres un niño. Cuanto antes emprendas tu programa espiritual, más feliz serás. Cuanto más esperes, más vulnerable serás ante la mediocridad y te sentirás lleno de vergüenza y arrepentimiento, porque sabes que eres capaz de más.

A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer. Ahora”.

Hay dos tipos de Filosofía. Bueno, podríamos decir que sí, que hay dos formas de encarar la Filosofía.

La primera es la teórica, libresca, especulativa, llena de tecnicismos y palabras raras para que una élite de intelectuales, la mayoría bastante egocéntricos, pueda practicar esgrima verbal alejada del mundo y de los problemas del día a día.

La segunda es la Filosofía práctica, vivencial, activa, aquella que a través de la acción puede convertirse en una forma de vida, es decir que estamos hablando de un conocimiento aplicable, que puede llevarse a todos lados y que sirve en todos los ámbitos, y que nos permite ser mejores personas, encontrar nuestro propósito, el sentido de la vida y al mismo tiempo mejorar nuestro entorno.

Esta filosofía que “entra en acción”, que puede ser puesta a prueba es la que interesaba a los estoicos hace 2.000 años y es la que nos interesa a nosotros en la Orden Rosacruz Iniciática. Por eso, hablamos de Filosofía sí, pero iniciática, es decir conectada a ese hito de la conciencia que llamamos “Iniciación” y que nos permite actualizar todo nuestro potencial, viviendo con los pies bien plantados en la tierra pero con la vista puesta en el cielo. Pedes in terra ad sidera visus.