Aunque la tradición de los huevos de pascua se pierde en la noche de los tiempos y tiene muchos antecedentes históricos (Egipto, Mesopotamia), durante la Semana Santa cristiana es necesario interpretar el símbolo en su contexto. ¿Y cuál es este contexto? El Cristo resucitando, volviendo a la vida tres días después de su muerte.

El huevo es un espacio cerrado donde ocurre una transformación. Por esta razón, no es difícil establecer una correspondencia entre el huevo y la semilla, el útero materno, el horno alquímico o athanor, el capullo de seda, la cámara de reflexión masónica, el sarcófago iniciático, etc.

En el marco de la Semana Santa, el espacio cerrado donde puede constatarse una transformación es el Santo Sepulcro, el lugar donde José de Arimatea y otros judíos colocaron al Cristo inerte y –al tercer día– salió el Cristo vivo.

En Rusia pre-soviética la correspondencia del huevo con la resurrección era evidente en los rituales de Pascua ortodoxos. Según cuentan las crónicas: “A media noche las campanas rompen en alegres repiques, en tanto que todas las cabezas se descubren y que el cañón truena. Después del canto de los salmos, el obispo ó el oficiante se acerca al iconostasis que oculta el sepulcro, levanta el sudario y hace ver al pueblo que el sepulcro está vacío. Entonces, recurriendo al simbolismo tan del agrado del rito greco-ruso, el oficiante, en vez de anunciar la resurrección, sale de la iglesia con toda la clerecía en busca de Cristo resucitado; después, volviendo á entrar en el templo, anuncia en voz alta á los fieles que el Hijo de Dios ha salido del sepulcro, y entona un himno de triunfo. En tal día se ve á los hombres de todas las clases abrazarse con efusión al grito de “Ha resucitado Cristo” y cambiar entre sí el huevo tradicional de la Pascua.”” (1)

Estas costumbres orientales de compartir huevos y hacer alusión al Cristo resucitado seguramente tienen su origen en una leyenda ortodoxa en la que María Magdalena habría llegado ante el emperador Tiberio, entregándole un huevo y diciéndole: “Cristo ha resucitado”. El emperador –incrédulo– comentó: “Que Cristo haya resucitado es tan imposible como si este huevo se volviera de color rojo”. Según cuenta la historia, en ese mismo momento el huevo se volvió de un rojo intenso para sorpresa de todos los presentes. (2)

Esta costumbre ortodoxa rusa llegó a la Francia católica (3) y durante los siglos XVII y XVIII era usual que a la salida de la misa de Pascua se ofrecieran canastas de huevos pintados a mano bajo el grito de: “¡Viva el Cristo resucitado!”. (4)

Al mismo tiempo que el sepulcro ha sido asociado con un huevo, el mismo Cristo resucitado se ha comparado con un ave que rompe el cascarón, pero… ¿cuál sería esta ave? Si repasamos el simbolismo cristiano tradicional, podremos verificar que el Cristo renacido siempre se ha vinculado con el ave fénix (5), ese animal fabuloso que prepara su nido pacientemente para luego prenderse fuego y más tarde renacer de sus cenizas.

Sobre esto, Clemente de Roma decía: “Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso”. (6). A esto, agrega Cirilo de Jerusalén: “Una vez rehecha esta Fénix como era anteriormente, va volando por los aires tal como era antes de morir, mostrando a los hombres con toda evidencia la resurrección de los muertos.” (7)

Aún más explícito es San Buenaventura, al aseverar que “Cristo nuestro redentor es la verdadera ave Fénix que sin simiente de varón fue concebido en las purísimas y aromáticas entrañas de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. (…) Esta Fénix pues que es Cristo voló del Cielo al mundo, adonde habitó muchos días en soledad y necesidad. Y queriendo después renovarse buscó otros leños, que fueron los de la Cruz, los cuales allegados a su santísimo cuerpo y encendidos con el fuego de la tribulación, soplando el viento de la envidia de los judíos, fue muerto y convertido en gusano. (…) Este gusano resucitó al tercer día, recibiendo alas, que son los dotes del cuerpo, y voló a la soledad celestial”. (8)

Si consultamos el Antiguo Testamento encontraremos una interesante cita en Job que se vincula con todo esto: “En mi nido moriré, y multiplicaré mis días como la arena” (Job 19:18). Sin embargo, algunos comentaristas han destacado que la palabra “KHOL” traducida como “arena” también podría significar “fénix” (9) y así ha sido traducida por algunas versiones de la Biblia, como la “New Revised Standard Version” (NRSV) (10), la “New American Bible” de la Conferencia de obispos católicos de EE.UU., (NAB) o “La Palabra” de España (BLP).

En conclusión: así como la navidad representa la primera iniciación del Cristo en la oscuridad de la caverna (elemento tierra) el domingo de resurrección simboliza la quinta iniciación (elemento éter), la etapa final del proceso de cristificación que tendrá su epílogo con la ascensión (11), cuarenta días después de la salida del sepulcro.

La tradición de los huevos es una excusa más para “recordar” un acontecimiento trascendente que no es histórico sino supra-histórico, lo que significa que no sucedió hace casi 2.000 años sino que es un proceso que está ocurriendo aquí y ahora, en este preciso momento, en el corazón de todos los nobles caminantes que han comenzado su peregrinación de regreso a casa.

Romper el cascarón. Convertir la potencia en acto. Esa es la cuestión.

Notas del texto

(1) Leroy-Beaulieu, Anatole:  “L’Empire des tsars”, citado por Fernand Nicolay
(2) Graham, Stephen: “With the Russian Pilgrims to Jerusalem”. Esta leyenda explica además por qué en los países de tradición ortodoxa los huevos de pascua suelen ser de color rojo carmesí, en alusión a la sangre del Cristo.
(3) Recordemos la íntima relación de ambos países a lo largo de los siglos y que la lengua de la nobleza rusa era el francés.
(4) Véase Nicolay, Fernand: “Historia de las creencias : supersticiones, usos y costumbres”
(5) Dice Chevalier en su Diccionario de Símbolos: “La edad media vio en el fénix el símbolo de la resurrección de Jesucristo, y a veces el de la naturaleza divina, mientras que la naturaleza humana se figuraba con el pelícano”. En relación con esto, vale la pena destacar que muchas veces se asocia la cuarta iniciación crística (fuego) con el pelícano y la quinta (éter) con el fénix.
(6) Clemente de Roma: “Epístola a los Corintios”
(7) Cirilo de Jerusalén: Catequesis XVIII
(8) Marcuello, Francisco: “Historia natural y moral de las aves”, Volumen 1
(9) Véase “Phoenix” (parte 2) de David Herbert Lawrence y “Job, Ecclesiastes, Song of Songs”, escrito por August H. Konkel y Tremper Longman III
(10) “Then I thought, ‘I shall die in my nest, and I shall multiply my days like the phoenix”
(11) Desde una perspectiva iniciática, la vida del Cristo ejemplifica los 5 pasos o “iniciaciones”: Tierra en la gruta o cueva del nacimiento, Agua en el bautismo del Jordán, Aire en el monte de los Olivos, Fuego en la cruz (I.N.R.I.) y Éter en la resurrección, que se complementa y completa con la ascensión.