Existen en la actualidad decenas de escuelas y órdenes iniciáticas que trabajan en diferentes líneas de conocimiento, en diversas tradiciones y con múltiples herramientas. Algunas son más efectivas, otras no tanto, pero tenemos que entender que esta diversidad se entiende desde la necesidad de diferentes tipos de personas, que vibran y se sienten en concordancia con ciertos símbolos, prácticas, en fin, en este canal siempre hemos tratado de no hablar mal de otros grupos y fraternidades porque creemos que cada colectivo humano cumple un propósito. 

Pero, ¿cuál es o debería ser la principal tarea de estas escuelas de corte esotérico o iniciático? El verdadero trabajo, la labor primordial de las escuelas iniciáticas debería estar focalizado en ayudar al caminante a «re-cordar” el camino de regreso a casa. Por lo tanto, todos estos grupos deben ser considerados un medio, no un fin, un vehículo, un puente, una escalera para acceder a otras realidades. En otras palabras, una herramienta de servicio. Y esta idea se aplica tanto a las escuelas más antiguas y encumbradas, como a las modernas y marginales, incluyendo -claro está- a la Orden Rosacruz Iniciática.

Parafraseando una vieja cita, podríamos decir: “Una orden iniciática que no sirve, no sirve para nada”. 

Hablamos de re-cordar y de re-greso, y debemos entender que la Filosofía Iniciática no habla nunca de un «progreso» (es decir, pro=adelante, gressum=ir hacia) sino de un «regreso» (o sea re=atrás y gressum=ir hacia). No obstante, ir hacia atrás no quiere decir que debamos perder cosas sino que tenemos que recuperar otras. Ante esta idea, los materialistas seguramente nos preguntarán: «¿volver? ¿ir hacia atrás? ¿significa eso regresar a las cavernas?». Pues no, nada de eso. Volver atrás no tiene nada que ver con la cronología y mucho menos con un tiempo lineal, sino que la vuelta está vinculada al corazón. Por eso, al regresar no debemos mirar hacia atrás sino hacia adentro. Volver al corazón.

«Hazte lo que eres» dice el axioma oriental que resume a la perfección toda la enseñanza espiritual. No dice «Hazte algo distinto» o «Conviértete en algo mejor». No. Simplemente dice: «Hazte lo que eres», dicho de otra forma: recupera lo que has perdido. No busques afuera, busca adentro. Recordemos el sentido del VITRIOL: Visita el Interior de la Tierra y Rectificándote Encontrarás la Piedra Escondida.

Por lo tanto, la educación iniciática se focaliza en el sentido último de la palabra «educar» o «educir»: “sacar desde adentro nuestras potencialidades”, convertir la potencia en acto a fin de alcanzar la perfección. En esta línea de pensamiento, Platón sostenía que “todo conocimiento es recuerdo”, por lo cual es indispensable que cada peregrino esté dispuesto a “recordar” (anamnesis) lo que ha olvidado (amnesis) pero que sigue estando en su interior.

Si hablamos de re-cordar y de “cordis”, el corazón, la cordura, no podemos dejar de lado al arcano 0 del Tarot, ese joven caminante que está «loco», cuya locura está en franca oposición con la cordura. Pero, ¿la locura del loco es locura para quién? Para los profanos, obviamente, que no ven con buenos ojos que el loco desafíe el statu quo y ponga en tela de juicio el leit-motiv de la sociedad materialista: «La única realidad está afuera y existe una barrera insalvable entre lo de afuera y lo de adentro». 

Por eso, al empezar a transitar un camino iniciático debemos saber que entraremos en conflicto con esa visión superficial del ser humano y del universo que nos quieren inculcar desde pequeños. Incluso, muchas personas se molestarán con nosotros por decidir caminar este sendero marginal. Ojalá fuera distinto, pero es así.

Yehuda Berg da en el clavo cuando nos dice: “Si caminas por un sendero sin levantar polvo, entonces no estás caminando por un sendero. Cuando haces un cambio verdadero en tu vida, las cosas se mueven, los amigos cambian y la gente no siempre está contenta con tu crecimiento. Los senderos auténticos nunca son tranquilos. Hoy reconoce que, mientras avanzas en tu vida, no todo el mundo va a apoyarte. No tengas problema con eso. Y dale hacia adelante”.

Aún entendiendo esto, el noble caminante no se aísla de la sociedad sino que -como dijimos muchas veces- aprende a convertirse en una salamandra, viviendo en el fuego pero sin quemarse. 

Dijo un sabio sufí: “El místico verdadero entra y sale por entre las gentes, y come y duerme con ellas, y compra y vende en el mercado, y se casa, y toma parte en la vida social, pero no se olvida de Dios en ningún momento”.

La separación radical del mundo suele ser nefasta y es preciso consolidar el avance espiritual, es decir trascender pero no ignorar o menospreciar el mundo en el que vivimos y la sociedad en la que estamos inmersos. El ego se controla y se trasciende, nunca se mata o anula y lo mismo sucede con la materia. 

El discípulo es aquel que sabe que, mientras esté encarnado, es un ser de dos mundos. Un ser espiritual, claro que sí, pero con un cuerpo material, de carnitas y huesitos. La materia es necesaria para nuestro aprendizaje, el espíritu es esencial. Esto implica que no debemos optar por la materia o el espíritu sino que tenemos que unir esos dos mundos.