Seguimos revisando las trampas del camino iniciático pero antes quiero detenerme en algunas preguntas que hemos recibido en los comentarios de YouTube. En primer lugar quiero agradecer a todos los visitantes que comentan los videos porque eso ayuda a que otras personas puedan descubrir este canal y también nos sirve para saber qué cosas interesan, qué otros temas podemos tocar, etc. En fin…
El primer comentario, la primera pregunta dice: “Para llegar al punto en el que vos estáis, habéis leído y experimentado de principio a fin múltiples vías de desarrollo (todas las mencionadas por vos en los primeros minutos Masonería, Teosofía, Rosacruz, Martinismo, Kabbalah, etc), formarse en la diversidad de corrientes vigentes es una característica común de los grandes Iniciados a lo largo de la historia. ¿por qué tanto ataque a que el noble caminante investigue libre de preocupaciones todos los ángulos desde los que se interpreta la Verdad? Ignorar todos los demás caminos conlleva el riesgo de caer en el adoctrinamiento, la miopía y el fanatismo”.
Bueno, estoy casi al 100% de acuerdo con lo que dice el amigo que ha hecho este comentario. La búsqueda no es mala, no decimos en ningún momento que sea mala. Es bueno buscar, es bueno sentir ese picor interior y esa sensación de que hay algo más y que debemos salir a buscar ese algo más.
Lo malo es cuando la búsqueda se convierte en una droga, en una forma sutil de escapismo y es lo que a veces llamamos camino del picaflor o camino del colibrí, de ese pajarito que va de flor en flor, y así vamos nosotros picando un poco aquí y allá y a eso justamente se refería el cuento de los pocitos.
Queda claro que cada alma tiene su camino y que hay tantos caminos como almas. Tener curiosidad, leer, buscar, explorar, tener cultura general e informarse acerca de todas las corrientes y todas las escuelas no es malo. Lo malo es quedarse ahí. Por eso hablamos de pasar de la información a la formación para alcanzar la transformación.
Lo importante aquí es evitar a toda costa que un interés genuino, que una búsqueda espiritual impulsada por un anhelo interior se convierta en una mera búsqueda intelectual o en una búsqueda de experiencias exóticas.
Fernando comenta que “Evidentemente he caído en todas las trampas”. Bueno, yo creo que puedo decir lo mismo. Mariano dice: “Fue como mirarme al espejo… demasiados pocitos he cavado y es verdad que no he llegado al agua, pero hice grandes amigos del pico y pala y hoy ahondamos juntos en esta fértil tierra el camino hacia nuestro VITRIOL”. Totalmente de acuerdo, mientras cavamos pocitos encontramos a otros buscadores de agua y vamos consolidando una Hermandad, y creo que las organizaciones iniciáticas son (o deberían ser) un refugio para buscadores, un espacio para el diálogo y el encuentro, pero no deben convertirse en un mero club de buscadores que se cansaron de buscar.
Ahora sí, seguimos con las trampas.
Cuarta trampa: el coleccionismo.
Antes hablamos de quienes quieren recorrer todos los caminos, pero dentro de este grupo tenemos a algunos buscadores que terminan considerando al sendero como un hobby más y se ponen a coleccionar. Sus objetos de colección pueden ser variados: pueden ser grados, títulos, diplomas, libros, experiencias. Todo sirve en ese afán de “tener”. Recuerdo que hace unos años había en internet un personaje conocido que se inscribía en todas las órdenes y grupos, luego se salía de ellos para decirle a todos que había llegado al máximo grado. Por ejemplo, entraba a la Masonería, se salía y luego decía que era grado 33. Y hay muchos así que cuando se comunican con nosotros nos dicen, primero que nada, que son grandes hierofantes grado 445° de la ilustre cofradía del rebaño de las ovejas perdidas del Rey David, u otros títulos pomposísimos que parecen una burla.
A veces cuento la anécdota de Victor Blanchard en la FUDOSI que creo que viene a cuento para entender de qué manera el ego logra filtrarse en los ambientes de corte iniciático.
La FUDOSI, para quienes no lo saben, era una federación universal de órdenes y sociedades iniciáticas, la cual -en 1934- tenía tres líderes que se llamaban “imperator”: Blanchard, junto con Harvey Spencer Lewis y Sar Hieronymus. Lo cierto es que Blanchard se sentía un poco superior a los otros dos y les comunicó formalmente que “alguien” (no sabemos quién era ese alguien) lo había proclamado “Gran Maestro universal de la Rosacruz y de todas las órdenes iniciáticas del mundo”. Obviamente, ante esta proclamación absurda, Spencer Lewis y Sar Hieronymus se lustraron sus zapatos y le pegaron tremendo patadón al francés y lo sustituyeron por Augustin Chaboseau.
Este es un ejemplo extremo de cómo el ego puede llegar a devorar al buscador y de qué manera éste se termina convirtiendo en una suerte de “pavo real” mostrando sus credenciales y filiaciones.
Volvamos al coleccionismo. Decía que puede ser coleccionismo de grados, otros coleccionan experiencias como si fueran figuritas o cromos para completar un álbum: viaje astral tengo, ayahuasca tengo, sesión de espiritismo falta, tantra sexual tengo, meditación con hongos falta…”.
Cuando hay coleccionismo, hay necesidad de acumular, de tener, de poseer, algo tangible o intangible, en otras palabras: hay ego. No hay nada que coleccionar en el camino, solo experiencias para atesorar y compartir.
Hablando del ego, esto nos lleva a la quinta trampa: el postureo.
¿Qué es el postureo? Es la adopción de una actitud o imagen falsa, generalmente con el objetivo de impresionar o ganar reconocimiento. En otras palabras, se trata de mostrar una imagen idealizada de uno mismo o de aparentar tener determinadas características, posesiones o logros, aunque no se correspondan con la realidad.
Esto es normal en las redes sociales, pero en el camino espiritual también se pueden encontrar personas que se colocan una “máscara espiritual” y aluden a su condición de estar “despiertas”.
Hace algunos años, en México conocí una persona que medía la evolución espiritual de las personas simplemente con tocarlas y en torno a ella se generaba un gran circo con mucha expectativa. “¿Cuál es mi evolución espiritual?”, le preguntaban. “¿Cuántas encarnaciones me faltan para llegar al Nirvana?”. En fin.
El postureo espiritual es perjudicial tanto para la persona que lo practica como para aquellos que lo perciben. Para la persona involucrada, puede generar una desconexión con su verdadero ser y dificultar su auténtico crecimiento espiritual.
Por otro lado, para aquellos que observan el postureo espiritual y ven como muchos maestrillos de túnica blanca son ídolos con pies de barro, les puede generar confusión, desilusión y la creencia de que todo esto de la espiritualidad es un fiasco, una ilusión, una mentira edulcorada.
En el camino iniciático, es importante recordar que la autenticidad y la humildad son fundamentales. No se trata de aparentar ser algo que no somos, sino de realizar un trabajo interno genuino. En nuestra Orden Rosacruz Iniciática esto sí lo tenemos claro: no hay maestros sino compañeros de camino. De todo y de todos aprendemos y sabemos que cada alma tiene su camino.
La quinta trampa es confundir el mapa con el territorio.
El proceso de despertar de la conciencia puede representarse de muchas maneras pero nunca hay que olvidar que éstas son simplemente representaciones gráficas, mapas. Si tenemos en nuestras manos un mapa de Reykjavik por más que lo estudiemos en todos sus detalles no sabremos nunca cómo es Reykjavik. Para conocer verdaderamente Reykjavik tendremos que comprar un billete a Islandia, bajarnos en su capital, recorrer sus calles y conocer su gente. Allan Watts ponía un bonito ejemplo sobre esto y decía que “confundir el mapa con el territorio es como ir al restaurante y zamparse la carta en vez de la comida”.
Hay personas que son “iniciadas” en una Orden o Escuela y se contentan con eso, cuando en verdad lo único que han recibido es una semilla. Si esa semilla la guardan en su bolsillo o la ponen en un cajón, la planta nunca crecerá. Luego podrán pasar por todos los grados, niveles, cámaras, pero si no han colocado esa semilla en tierra fértil, regándola y cuidándola con esmero… nada pasará.
Las órdenes y fraternidades iniciáticas tienen un único cometido: generar un ámbito adecuado, un marco propicio para que se produzca ese proceso interior a fin de que se alcance la Iniciación con mayúsculas, la iniciación efectiva. A través de estos grupos, el candidato o recipiendario recibe una influencia, una transmisión, es decir que hay una corriente metafísica que se transmite a través del ritual y que precisa de personas, de seres de carne y hueso trabajando en un entorno simbólico donde se libera una energía-fuerza que impregna a todos los presentes y en especial al candidato.
Con la iniciación se da una posibilidad, por eso diferenciamos la iniciación virtual de la iniciación efectiva. Con la iniciación virtual nos dan la semilla o -poniendo otro ejemplo- nos dan una llave. Pero de nosotros depende ir hasta la puerta, abrirla y entrar. De nada sirve mirar por el ojo de la cerradura y contentarnos con eso, exactamente como dice el tango de Enrique Santos Discépolo: “De chiquilín te miraba de afuera”.
No podemos quedarnos afuera. Tenemos que usar la llave, dar el paso, plantar la semilla. Sin embargo, la trampa reside en contentarnos con la llave, con la semilla, con el mapa de Reykjavik.
Quiero terminar este segundo video de las trampas con un cuento espiritual que se llama “El montañista” y que dice así:
El montañista regresó a su pueblo en el valle y fue recibido como un héroe. ¡Era el primero en escalar el pico dorado! Durante semanas, el intrépido aventurero contó sus peripecias en charlas informales y conferencias patrocinadas por el ayuntamiento del pueblo, donde muchos de sus conciudadanos se congregaban para escuchar de primera mano las increíbles historias que siempre terminaban con la misma frase: “Ahora es tiempo de que tomen su mochila y busquen su propia aventura”.
Meses más tarde, el alcalde pidió al escalador que dibujara un mapa de su travesía por las montañas, donde se mostrara con lujo de detalles el camino de su ascenso al pico dorado. El aventurero aceptó la propuesta y cuando el mapa estuvo terminado, el propio alcalde se encargó de hacer copias para todos los habitantes del pueblo.
Finalmente, el montañista abandonó el pueblo para vivir nuevas experiencias del otro lado del mundo y nunca regresó, pero los habitantes nunca lo olvidaron, dedicándose a estudiar atentamente el mapa que les había regalado.
Algunos hombres se empezaron a considerar “expertos” en el mapa y comenzaron a llamarse a sí mismos “montañistas”, aunque en verdad nunca habían abandonado la seguridad que les ofrecía la vida pueblerina. Otros preferían centrarse en la etimología de los lugares descritos por el aventurero y analizaban con lupa todos los detalles descritos en las charlas del ayuntamiento, aunque estos estudiosos tampoco habían salido del llano.
Con el paso de los años, los que habían escuchado directamente las conferencias del aventurero se empezaron a llamar “montañistas de estricta observancia” y crearon rituales donde se representaba el ascenso al monte dorado. Para no ser menos, los más jóvenes crearon un club de “montañismo renovado” y así todos los habitantes del pueblo empezaron a discutir sobre qué grupo era el más adecuado para transmitir los ideales del montañista.
Harto de tanta cháchara, un jovencito armó su mochila, se puso las botas y se marchó hacia las montañas. Los otros “montañistas” del pueblo se burlaron de él y volvieron a los sesudos análisis del mapa de la ruta hacia el pico dorado”.